“Magenta como las flores de un campo escondido”
Annelisse abrió los ojos y se estiró sobre la enorme cama, había logrado descansar perfectamente. Y sus sueños habían sido tranquilos, le provocaba querer dormirse de nuevo.
Pero, se había prometido a si misma salir y darse un respiro, tal vez Celic cediera de su indignación gatuna y la acompañara, al fin y al cabo, gato que habla no rasguña.
Se levantó y caminó hacia el armario, retomando el vestido que llevaba puesto antes de dormir plácidamente. Annelisse lo pasó sobre su cabeza y dejo que la tela fluyera hasta el suelo, cayendo en suaves ondas.
Cuando estaba a punto de salir de su habitación, su estomago gruñó, su reacción instantánea fue cubrirse el vientre con las manos y mirarlo horrorizada, que apenada habría estado de haber sido escuchada.
Agradeció que no fuera así y bajó a la cocina, se sintió afortunada al ver a Laury cocinando. Había una enorme recipiente en el fogón y un exquisito aroma inundó sus sentidos.
—¡Oh, Annelisse, me has asustado! Niña te mueves tan silenciosa como un vampiro — Annelisse la observó horrorizada, nunca querría ser comparada con los vampiros, a sus ojos, solo parecían bestias... Exceptuando a Peter. — Imaginé que tendrías hambre, sientate, te serviré en un momento.
Ella asintió, se sintió inútil al no hacer nada. Había sido educada de manera que siempre ayudaba en el hogar y el pasar el tiempo en el castillo sin hacer algo productivo le estaba molestando.
Observó el alfeizar de la ventana, recordó la primera vez que había visto a Celic y sus pensamientos inmediatamente vagaron hacia Christopher con su imponente estatura y ojos cálidos, había vislumbrado un tono azulado pero creyó que era solo su imaginación. Aunque, según lo dicho por su hermano, solo tomaban la coloración ambarina cuando estaban hambrientos o tenían emociones muy fuertes... Parecía antinatural y poco creíble.
Sin embargo, ella solo era una simple humana... por qué debería comprender el mundo vampírico.
Conversó amablemente con Laury mientras ella preparaba dos platos, no pasó mucho tiempo para que se sentaran a comer juntas y la comida desapareciera rápidamente.
— Saldré a caminar, Laury — soltó Annelisse y sin darle la oportunidad de refutar, velozmente agregó:— No tardaré mucho, solo quiero algo de aire fresco.
La expresión de la mujer se volvió insegura, estaba sopesando sus palabras, pero Annelisse no daría su brazo a torcer.
Salió rápidamente de la cocina, caminando a grandes zancadas por el pasillo hasta que llegó a la puerta principal. Era la primera vez que detallaba en los intrincados patrones de la madera y el pulido trabajo que parecía ser.
Con esfuerzo, abrió la puerta y salió degustando la sensación de la cálida brisa acariciando su piel y los reconfortantes rayos del sol iluminando el prado que rodeaba el castillo.
Aquí afuera se sintió a salvo, Christopher no podía poner sus manos sobre ella aunque quisiera, el sol lo impedía. A pesar de su tergiversados sentimientos hacia él, aún no se sentía segura a su lado.
Alzó la mirada para contemplar el castillo y percibió una sombra en las ventanas superiores, trató de observar mejor pero ya no había nada ahí, seguramente lo había imaginado.
Caminó hacia los árboles más cercanos, no quería alejarse mucho o terminaría perdida, además, sabía que si se le ocurría escapar, Christopher cumpliría con su palabra sobre asesinar a su familia. Se estremeció.
Para su grata sorpresa, Celic yacía posado sobre la gruesa rama de un árbol, su pelaje brillante a la luz del sol y sus ojos verdes hechos dos rendijas desconfiadas.
— ¿Siempre merodeas por todo el castillo y sus alrededores? — inquirió ella mientras se acercaba y se sentaba a los pies del árbol, apoyando su espalda contra la corteza.
— Ando por donde quiero, niña — respondió él cortante. Ella dejó escapar una risa, a pesar del susto inicial que Celic le había causado ahora solo le provocaba gracia, parecía un felino reprimido.
Se preguntó si estaría perdiendo los estribos, un gato que habla estaba fuera de todo parametro cuerdo. Lo creería si no hubiese visto a Laury y Christopher intercambiar palabras con él.
— ¿Cómo terminaste aquí, Celic?
El gato bajó del árbol y se sentó a su lado, enroscando la cola al rededor de sus patas. Parecía estar sopesando la respuesta.
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Editado: 25.05.2018