"Púrpura como un espliego florecido"
Sus ojos se sostuvieron por lo que parecieron horas, una deseosa mirada ambarina y una tímida mirada grisácea. Annelisse tomó una respiración profunda ante el acercamiento repentino de Christopher y cerró los ojos.
Christopher se acercó sin titubeos y presionó sus labios contra los de la joven, suaves y delicados. Ella lo sintió como una sutil caricia, un roce anhelado por su corazón desde el momento en que aceptó su destino; un sentimiento desconocido la golpeó con fuerza y se aferró a su pecho con cada palpitación errática.
Parecían unirse en un fulgor inesperado. Christopher profundizó el beso, pinchando accidentalmente con sus caninos el labio inferior de Annelisse. La joven no sintió dolor alguno y dejó que la nuevas sensaciones la abrumaran hasta la cúspide de su deseo.
Una gota de sangre surgió de la herida y Christopher agobiado por sus emociones, empujó a Annelisse sobre el mullido mueble, atrapándola bajo su cuerpo y observó la palpitante vena que resaltaba en su frágil cuello.
Annelisse sintió la separación de sus labios como un duro golpe en su corazón, encontró la mirada ambarina de Christopher ahogada en deseo reprimido y jadeó asustada. No reconocía el brillo depredador en aquellas profundidades ámbar... Intentó empujarlo pero no logró moverlo.
Cegado por la sed, Christopher tomó la barbilla de Annelisse y forzó su cabeza a empujarse en un angulo doloroso para así tener acceso a su garganta. Obsesionado con hincar sus dientes en la delicada piel pálida, dejó que el lado más oscuro de su ser saliera y tomara el poder de lo que sucedía.
Christopher abrió la boca y Annelisse captó el brillo de sus caninos mientras descendían... Ella soltó un grito aterrorizada y aquello bastó para que el vampiro regresara en sí mismo. La neblina roja del deseo desvaneciéndose lentamente y perdiéndose en un oscuro recuerdo.
— ¡Suéltame! —gritó la joven mientras forcejeaba inútilmente bajo la mirada conmocionada de Christopher. Como si Annelisse quemara, el vampiro se alejó de un grácil movimiento hasta el otro extremo de la biblioteca y sacudió la cabeza sin aceptar lo que había estado a segundos de hacer.
Annelisse miró el techo incapaz de moverse del sillón que aún preservaba su calor, dejó que su mirada vagara hacia Christopher y vio en él una bestia que necesitaba saciar su sed. Cerró los ojos espantada por lo que estuvo a punto de ocurrir.
La joven se levantó y le dio un vistazo a Christopher antes de salir precipitadamente de la estancia. Corrió por los pasillos con el corazón martilleándole en el pecho y su respiración desigual, no se detuvo hasta haber salido del castillo, lastimosamente no llevaba su túnica con ella y el aire invernal la recibió bruscamente.
Annelisse se dejó caer sobre la fría nieve y tocó sus labios aún tibios con el recuerdo de su beso. Sentía la impetuosa necesidad de regresar con Christopher, pero decidió permanecer alejada mientras el vampiro retomaba el control sobre sus acciones.
A pesar de lo sucedido, Annelisse reconoció que había disfrutado aquel instante efímero en el que sus labios se reunieron en un compás único. Temía profundamente que Christopher pudiera desgarrarle la garganta y arrancarle la vida en su necesidad de beber sangre humana... Su corazón le rogaba que confiara en él porque no le haría daño, pero su razón aplastó aquella idea con argumentos sobre el peligro que representaba.
Aún así, no apartó la mano de sus sensibles labios ni se levantó de la fría nieve hasta que escuchó un sonido desde los arboles más cercanos, de nuevo, regresó aquella sensación incomoda de ser observada.
Con temor, se levantó y sin quitar la mirada del lugar donde había provenido el sonido, regresó de espaldas al castillo, procuró ser cuidadosa y no tropezarse. Al sentir la enorme puerta tras ella, la abrió rápidamente y entró con el corazón acelerado.
Sin embargo, cuando la puerta se cerró tras ella, un aullido escalofriante resonó desde las afueras y se perdió en la inmensidad del bosque. Annelisse se tensó y corrió a sus aposentos, donde sería capaz de estar sola teniendo la reconfortante seguridad del castillo.
Su soledad no duró mucho.
Un apenado Christopher entró, sus ojos poseían la natural tonalidad azulada y aquello era un recuerdo de la humanidad que perdió hace ya más de un siglo... Por un segundo, Christopher recordó aquella época en la que su corazón latía, había sido el orgulloso hermano mayor heredero del trono... A pesar de eso, no soportaba mirar su reflejo en un espejo y reconocer al hombre que solía ser... Conservaba la joven apariencia de veintidós años aunque por su sabia mirada parecía ligeramente mayor.
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Editado: 25.05.2018