Oscura Obsesión (corazones Oscuros #1)

Capítulo XXI

"Dorado como el resplandor de un relicario de oro"

Annelisse contempló por un instante las incontables mordidas sobre los brazos desnudos de la joven. Cuando su estupor se alejó, corrió y se agachó para ayudarla. La joven de enmarañado cabello negro gimió y se dispuso a  atacar cuando Annelisse la tocó. 

Forcejeó para liberarse y extendió una mano con uñas afiladas, rasgando la piel del brazo de Annelisse. Su mano poseía una curvatura extraña y sus uñas una similitud con las garras de un animal. Sin embargo, frente a los ojos de Annelisse, la mano de la chica cambió y regresó a la normalidad rápidamente, pequeña y frágil. 

Estupefacta, Annelisse se alejó mientras la chica se incorporaba con esfuerzo, cuando la joven la miró, ella detalló sus facciones. Su rostro redondeado le daba un aire inocente y aniñado, poseía grandes ojos azules y una nariz respingona a rebosar de pecas. Sus delgados labios estaban partidos y resecos, su piel pálida y  demacrada cubierta de manchas rojizas.

A pesar de estar cubierta de suciedad y sangre, la joven la miró con fiereza... pero aquella mirada se evaporó cuando olfateó y notó que la Annelisse era una simple humana con un leve olor a vampiro impregnado en su piel. 

  — ¿Quién es usted? — siseó la joven de cabello oscuro, apartándose cojeando hacia un rincón de la pequeña y oscura estancia. Su voz suave se quebró como si tratara de ahogar las lágrimas a punto de salir.

  — M-Mi nombre es Annelisse ¿Y usted es? — tartamudeó la joven mientras trató de idear un plan para escapar de ahí, pero nada se le ocurrió.

  — Corinne — respondió sencillamente la joven de cabello negro azabache acariciando las múltiples heridas en sus brazos. Annelisse vislumbró un brillo de tristeza en la mirada de la joven y observó su labio temblar mientras contenía las lágrimas. 

  — ¿Qué eres? — inquirió Annelisse con curiosidad recordando la extraña curvatura de su mano. Las garras le habían desgarrado la piel del brazo, dejando una herida larga pero poco profunda. Escocía pero no se comparaba con el dolor hueco en su pecho.

  — Mujer lobo —contestó ella apiadándose de la ignorancia de Annelisse mientras se deslizaba contra la pared opuesta a la cama y se hacía un ovillo, temblando a pesar de que no hacía frío en la habitación. 

La respuesta cortante hizo que Annelisse dejara sus preguntas y se acostara en la cama pensando en Christopher. Al cabo de unos minutos, una lágrima descendió por la mejilla de la joven y ella se acurrucó, sosteniéndose a si misma... Igualmente, desde el otro lado de la habitación, Corinne lloraba en silencio mientras rogaba ser rescatada, añoraba el contacto con su manada y más aún, con su compañero.

En la distancia, muy lejos de ahí, Christopher se paseaba de un lado para el otro. Tres días pasaron desde que Annelisse fue raptada y él hizo todo lo posible por hallar alguna pista de su paradero. Pero, todos sus intentos fueron en vano. 

Había recurrido a Synneva, quien se encontraba ocupada y dijo que no se lo mencionaría a Peter, quien últimamente estaba agobiado con su existencia. Él no pudo culparla, su vida estaba tomando un giro vertiginoso e irreversible.

Christopher habló también con otros vampiros, pero ninguno pudo darle algún indicio y tampoco se ofrecieron a ayudar. Eso los caracterizaba, cada uno debía sobrevivir por sí mismo y siempre se han mostrado renuentes a ayudar a otros. 

Envió a Sedric a buscar a Danika, pero al parecer, la bruja había desaparecido sin dejar rastro. El mundo de Christopher se estaba desmoronando, cayendo rápidamente como su reino hace décadas. Annelisse desapareció, fue raptada y en su habitación solo quedó un olor silvestre;  a sus fieles sirvientes les estaba llegando la hora, la primera fue Laury, quien falleció y ahora otros dos enfermaron. 

  — Desesperarse no ayudará en nada — aportó Celic posado sobre la mesa, meneando su cola y lamiendo una de sus patas delanteras. Su voz sacó a Christopher de sus pensamientos. La tranquilidad del felino enfadó al vampiro; se planteó echarlo para que se congelara en el exterior y dejara su actitud despreocupada. 

Pero... Aunque que el minino lo enervara, sabía que tenía razón. 

Un fuerte golpe en la puerta principal los sobresaltó a ambos, sobretodo a Christopher, quien no captó ningún sonido de alguien aproximándose al castillo. Con el ceño fruncido, el vampiro se dirigió al recibidor y abrió la puerta con ira  contenida.




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