Capítulo 22:
Despedida
Selt
Me armo de valor para entrar a la oficina de Damián. No es suficiente. Odio que esta responsabilidad haya recaído en mí. Pase toda mi vida evadiendo momento como este, donde la tragedia es protagonista y el dolor se vuelve parte de la piel. Hace apenas unos minutos que volvimos, el saltus regreso justo a tiempo. Los otros, entre ellos los sobrevivientes de los jóvenes guardianes no corrieron con la misma suerte. Estaban justo en el nacimiento del fuego, las llamas violetas devoraron todo lo que alcanzaron tocar. Es irónico, una criatura marcada por la oscuridad es poseedora de la poderosa llama de transmutación. Esa chica era diferente a la niña que mi amiga trajo al mundo, es indomable, todo lo contrario, a lo que mi hermana necesita, y está muerta.
Al igual que Maycol, cómo le digo a Damián que su nieto está muerto. Soy pésima dando malas noticias. Quisiera haber llegado antes… Siempre he querido llegar antes y el destino nunca me lo permite. En ocasiones no entiendo para que sigo viva, si por más poder que manejo, nunca consigo salvar a quienes quiero.
Miro la puerta una vez más. Todavía no se ha corrido la voz de lo que sucedió en Ciudad desértica. La academia se encuentra en calma, ajena a la muerte.
—¡Selt! —la angustiada voz de Tania me derrumba emocionalmente. Estuve en su lugar hace mucho tiempo, y cada vez que recuerdo a Mia y Sergio, el dolor regresa con la misma intensidad como si hubiera ocurrido ayer. Rasgándome en pedazos. —Selt, no pude esperar.
Giro para enfrentar uno de los retos más difíciles que me ha puesto la vida. Su mirada enrojecida, estuvo llorando sin saber quién de los dos hombres que dejo ir en la mañana no regresaría. En ese preciso momento escucho la puerta al ser abierta.
—Mejor entramos —murmuro, no queriendo llamar la atención sobre nosotros. Ya es bastante raro que me detuviera, casi veinte, frente la puerta de Damián.
—¿Por qué nadie me aviso de que habían vuelto? —reprocha Damián, lejos de imaginarse el desenlace.
Tania derrama lágrima tras lágrima cubriéndose la boca con sus manos conteniendo los sollozos. En ocasiones las palabras sobran.
—Cariño, ¿por qué lloras? —Damián la hace pasar de inmediato. Deja la puerta abierta. Quisiera salir corriendo, pero no puedo ser tan cobarde. Entro y cierro.
Tania no hace más que llorar, su esposo no entiende, y busca una explicación en mí. La negación se posa con firmeza en su mirada, como la humedad contra el cristal.
—Como lo siento, Damián. No los alcance a tiempo.
Mueve sus labios, y no hay palabras. Tania y Damián se sostienen entre sus brazos mientras sus almas se tambalean como un temblor que sacude su mundo.
***
La muerte nos alcanza a todos, tarde o temprano, pero nunca estamos listos para recibirla. Mucho menos cuando quienes nos dejan apenas comenzaban a vivir. Quién mejor que yo para saberlo, que he visto el rostro de la muerte tantas veces, mas, sigo respirando, con un cuerpo que no envejece, y con una cruz a cuesta, un destino lleno de dolor y sufrimiento.
La muerte de los jóvenes Guardianes ha afectado mucho a toda la ciudad; ni hablar de las familias. De igual manera, para muchos es un alivio que Cat esté muerta. Fue el rostro de una rebelión y su fallecimiento quizás sea el final de una nueva época, solo lo dictará el tiempo. Para mi desgracia, estaré aquí cuando los cambios lleguen o, simplemente, quedemos bajo el yugo del sexo masculino.
A pesar de que no se pudo recuperar ningún cuerpo, si hubo un funeral simbólico. La ciudad se vistió de luto. Con la rapidez del viento se ha propagado el temor que género en el pasado el apellido Riquelme. Más aun, cuando los guardianes no han podido tener acceso a ciudad desértica. El fuego tuvo que haber acabado con toda vida dentro de esos túneles subterráneos, sin embargo, no puedo fiarme de que los carnivus se hayan extinguido. Sobrevivieron al colapso de la ciudad, y para mis hermanas, esa aberración representa a sus soldados de guerra.
No se permitirían perder a tantos de ellos.
—Gracias por quedarte —murmura Damián con voz desolada.
Ya todos se han ido, resta nosotros dos. Él no ha sido capaz de dar vuelta y regresar a su casa, y yo no tengo el corazón para abandonarlo ahora cuando más me necesita. Ser una Riquelme es como una maldición, todos los que se involucran conmigo terminan sufriendo los estragos de la maldad de mi familia. Sin excepciones.
—¿Cómo podría dejarte? —me tiembla la voz.
Durante años evite los cementerios, las despedidas… y hoy, mirar la tumba de Maycol ratifica mi inmortal soledad. Viejas heridas vuelven a sangrar. Recuerdo a quienes perdí, y que difícil es ahogar ese sentimiento que me aprieta pecho y garganta.
—Jamás imagine que estuvieran esperándolos.
¡Oh, Damián! Si supieras, le diría que hay otro inmortal, con rostro conocido pero que se supone había muerto o desaparecido en el tiempo, y que no pudo reconocer, pero eso lo destrozaría mucho más. No se culpa por lo que pasó, estar entre las filas de los guardianes significa riesgos y la muerte es el mayor de ellos.
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Editado: 11.03.2024