Otra oportunidad para el amor

2 | 2 de Septiembre

No soy una persona que se caracterice por ponerse nerviosa fácilmente

No soy una persona que se caracterice por ponerse nerviosa fácilmente. Por eso, me sorprende que nada más pasar por la puerta que da acceso a la universidad, los nervios se apoderan de mí. Es la primera vez que voy a vivir lejos de mis padres y mi hermana y es muy duro hacerse a la idea de ello.

Ha llegado el momento, es la hora de despedirse.

Me acerco a mi madre y la atrapo entre mis brazos, fuertemente. La voy a echar tanto de menos, al igual que a mi padre. Me siento muy afortunada de tenerlos en mi vida, porque siempre hemos estado muy unidos y me han apoyado en los momentos más duros.

El siguiente en abrazarme es mi padre y cuando me toca despedirme de Missie, no puedo evitar llorar.

—No quiero que llores —Mi padre me mira y aprieta los labios, la situación nos está superando a todos—. Nos veremos en navidad, piensa que queda poco para eso, pero lo importante es que disfrutes de esta experiencia y que no olvides que te estaremos esperando.

Seguidamente, rodea la cintura de mi madre con su brazo y coge la mano de Missie.

—Todos —dice para finalizar la frase.

Limpio las lágrimas que hay en mis mejillas y asiento.

—¿Te ayudamos a llevar las cosas a tu habitación?

—Claro.

Mi padre abre el maletero y sacamos las cosas, una por una, dejándolas en la acera. Ayer cuando hice las maletas pensé que a lo mejor estaba trayendo más cosas de las necesarias, pero bueno, voy a pasar cuatro años de mi vida aquí y que mejor que sentirme como en mi casa.

Mientras mamá sienta a Missie en su carrito, nosotros nos encargamos de las maletas y las cajas. Mi padre desaparece un momento de mi vista y me doy cuenta de que es todo un genio, ha alquilado un carrito que proporciona la universidad para poder llevarlo todo sin tener que hacer varios viajes.

Para llegar a la residencia, primero tenemos que recorrer todo el campus. Las clases no empiezan hasta mañana, tal vez por eso no hay nadie por aquí, a excepción de unos cuantos alumnos que, al igual que yo, se van a instalar.

—¡Cariño, mira ese edificio, esa era mi facultad! —Mi padre está como un fanático señalando cada edificio y rincón de este lugar, al parecer él también estudió aquí y yo no lo sabía.

En el camino, hemos pasado por delante de ocho fraternidades. No creo que vaya a presentarme para entrar en ninguna, esas cosas no me van.

No tardamos en detenernos frente a un edificio de ladrillos, por fin hemos llegado a la residencia de estudiantes. Hay muchas residencias en el campus, pero yo seleccione la Springs Residential Complex, tenía buenas críticas en internet. Desde el exterior, calculo que tendrá unas cuatro plantas, por lo que tiene que haber muchas habitaciones, lo que no sé es si serán mixtas o no.

Espero que no.

Entramos y pasamos por recepción a por las llaves de mi habitación. Missie no para de mirar a todos lados, con una gran sonrisa en los labios. Creo que le gusta este lugar.

—Tu habitación es la numero 52 —me informa, la encargada del lugar, y me entrega la llave—. Tu compañera ya se ha instalado, seguro que os llevareis genial. ¡Bienvenida a la residencia!

—Gracias.

Nos acercamos a un gran panel y miramos en que planta queda la habitación que me han asignado. Subimos en el ascensor, hasta la segunda planta, y buscamos la habitación número 52. Tras recorrernos casi toda la planta la encontramos.

Abrimos la puerta y dejamos las cosas en el suelo, en la zona de la habitación que está vacía, ya que la parte izquierda ya está ocupada por las cosas de mi compañera.

Ella no se encuentra en la habitación y lo agradezco, así podremos colocar todo sin interrupciones.

Al lado de cada cama, hay una mesita de noche de madera. La mía está vacía, pero mi compañera tiene un montón de cosas esparcidas por ella. Consigo ver un despertador, un reloj de pulsera y varios pendientes, como si hubiera sacado todos ellos para probárselos y se hubiera olvidado de guardarlos.

Cada una tenemos un armario individual, del mismo estilo que la mesilla, y al abrirlo descubro que es bastante espacioso. Me viene perfecto, porque he traído bastante ropa.

Frente a la ventana, hay un gran escritorio, lo suficiente grande para que las dos coloquemos nuestras cosas en él. Mi compañera ya tiene colocados todos sus libros de clase en un extremo del escritorio y su portátil.

—Creo que es la hora de irnos —Mi padre mira su reloj de pulsera y asiente—, te dejamos instalarte tranquila.

Mi madre me abraza de nuevo y Missie mueve su mano de un lado a otro diciéndome adiós, cuando me ve hacerlo a mí. Ellas dos salen de la habitación y mi padre se despide de mí dándome un beso en la frente.

—Cuídate, ¿de acuerdo?

—Sí —Cuando la puerta se cierra, me dejo caer en la cama.

Ya es oficial.

—¡Soy universitaria!

Dejo de vaguear y me levanto de la cama de un salto. Me agacho enfrente de las maletas y las abro para empezar a colocar la ropa en las perchas. Estoy tan metida en la música que está sonando de fondo, que no escucho que alguien ha entrado en la habitación.

La puerta del armario me impide ver quien es, así que doy media vuelta con tan mala suerte que me golpeo la cara con la puerta. La cierro y me froto la zona afectada.

Mi mirada instantáneamente se encuentra con la que supongo que es mi compañera de habitación y no dejo de observarla mientras se acerca a mí y me pregunta como estoy.




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