*Pasado*( 16 años)
Las pesadillas eran igual de frecuentes, igual de fuertes y me afectaban siempre de la misma forma.
¿La única diferencia?
Aprendí que eran solo eso... Pesadillas.
Todas las bestias y demonios que en mis sueños habitaban se quedaban al otro lado de mi mente cuando me despertaba y entraba al mundo real.
Aprendí a ganarles la batalla, o al menos a no huir de ellos.