Otra pesadilla

7

*Presente* (31 años)

¿Ya están listos mis pequeños para recibir su regalo?

Unos gritos infantiles llenaron la cocina y la mirada ilusionada de mi esposo, Rodrigo, también esperaba ver la reacción de nuestros pequeños ante lo que escondía en mi espalda.

—A ver, Selena, Elías, cierren sus ojos y no hagan trampa. —recordé cuando mi madre me pidió hacer lo mismo justo antes de regalarme lo que le daría yo hoy a mis hijos.

Dos atrapasueños exactamente iguales, uno para cada uno de mis mellizos. Gracias a Dios ellos no nacieron con el mismo desorden psicológico que yo, pero un día sé que van a tener miedo y yo no estaré para cuidarles.

—Hace muchos años, su abuelita que se encuentra en el cielo me regaló un atrapasueños igual al que les doy yo a ustedes. Cuídenlo y si algún día no estoy y tienen miedo, no olviden que los monstruos no existen (eran muy chiquitos para hablarles de la vida real, de los miedos reales que son peor que los propios monstruoso de caricatura) Siempre busquen una forma de luchar contra lo que los asusta porque... —pero debí detenerme cuando mi labio inferior comenzó a temblar.

Agradecí mentalmente a mi esposo por tomar las riendas de la conversación y depositar cariñosamente su mano en la parte baja de mi espalda.

Fue doloroso cerrar los ojos imaginando las miles de cosas que me hubiera dicho mi madre en un momento como ese.

Muchos años habían pasado desde la última vez que la vi. Casi no recuerdo cómo se sentían sus besos, ni el gusto de su comida, ahora mismo daría el tiempo que me queda de vida por un abrazo de esos que me dejaban impregnado su calor en la piel ( es una de las pocas sensaciones que no he podido olvidar).

Tal vez a la vida le gustaba jugar sus juegos macabros conmigo porque justamente un día como hoy, 30 de junio, fecha en la que nacieron mis mellizos, se cumple un aniversario de la muerte de mi mamá. Tal vez por eso estaba tan sensible, pero en realidad siempre lo estaba cuando se trataba de ella, no tenía escusas al respecto.

—Mi amor, ya es hora de irnos. —Los labios de Rodrigo acariciaron mi cuello en un gesto inocente mientras me indicaba que era hora de partir si queríamos llegar a tiempo.

Aún tenía una cosa muy importante que hacer antes de acabar el día.

***
El olor a flores inundó mis fosas nasales como un recordatorio del lugar donde estaba.

El cementerio.

Mi padre me esperaba casi al final del terreno con unas orquídeas en la mano (las favoritas de mamá) y con un pañuelo blanco en la otra.

Dolía ver cómo fingía sonrisas para aparentar que estaba bien, pero la verdad es que  casi nunca se logra levantar cabeza cuando se pierde a tu compañera de vida y madre de tu única hija.

Llegué a su lado y retiré sus lágrimas con mis dedos dejando caer las mías.

   "AMADA ESPOSA, MADRE, HIJA Y AMIGA"

Se leía en su epitafio y la rabia ebullía por mi cuerpo al leer esas estúpidas palabras que intentaban recoger todo lo grande que fue ella en vida resumiéndolo en cuatro simples cualidades.

Era injusto. La vida es injusta, pero ante eso nada podía hacer menos que incar mis rodillas al suelo y limpiar con mis propias manos los restos que el tiempo había dejado sobre su tumba.

                           Fin...



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En el texto hay: triste, drama familiar, amor de madre y hija

Editado: 07.09.2021

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