La pelirroja corría a gran velocidad pasando al menos diez casas, buscando el lugar de donde provenía esa explosión.
Una bestia rocosa de cuatro metros aproximadamente apareció frente a ella, fue ahí cuando dejó de destrozar todo lo que tenía a su alrededor para observarla con sus ojos de piedra, queriendo destruirla al igual que los hogares hechos pedazos que estaban a su lado.
—Los que viven aquí ya deben haber escapado. Ahora me voy a tener que hacer cargo de este Giganpiedra, este no debe ser el único, suelen ir de a tres o cuatro—dijo preparándose para la batalla sacando una espada que creció al salir del bolsillo de su pantalón.
El llamado Giganpiedra atacó con su brazo izquierdo a la joven frente a él, haciendo que reaccione rápidamente retrocediendo para no ser golpeada.
—Grande, pero no tan fuerte como otros monstruos— su voz demostraba confianza.
Las manos rocosas de aquella criatura frente a ella se acercaron con la mayor velocidad que podían alcanzar. Pero en el momento que la pelirroja vio sus extremidades aproximarse, cerró los ojos intentando concentrarse.
Cuando el Giganpiedra intentó atraparla, ella se agachó un poco para poder impulsarse hacia arriba de forma inhumana, llegando casi a los cinco metros de alto.
—Mierda, ¿vas a dejar que me concentre o no? —abrió sus ojos con una expresión de molestia—. Ya me tienes harta, mira como dejaste este lindo lugar.
Al caer volvió a cerrar sus ojos con lentitud y luego de unos segundos un aura apenas visible rodeó el cuerpo de la joven. En ese instante saltó con su espada en mano y cortó la cabeza del Giganpiedra haciendo que se desarme por completo.
Las rocas empezaron a caer al suelo una por una como si fuera lluvia.
Al finalizar con su trabajo, los ojos color esmeralda pudieron apreciar por un momento que detrás de un edificio se encontraba un chico alto y de cabellos castaños grabando la situación.
Este cortó la grabación.
—¡Wow! Nunca había visto algo así en mi vida—su rostro tan expresivo demostraba felicidad.
Volvió la mirada en dirección a la chica pelirroja, pero cuando quiso hablarle esta ya se había ido. Su cara perdió un poco de emoción. El chico robusto estaba por regresar a su casa, no obstante, comenzó a ver como las personas llegaban al lugar del ataque.
Parecían sorprendidas y abrumadas. El joven logró escuchar como un hombre y una mujer hablaban del primer terremoto que había sucedido en el pueblo, como si fuese verdad. Se preguntaba cómo no presenciaron aquella batalla épica que sucedió hace unos minutos.
La chica de cabellos rojizos, por otro lado, dejó varias casas atrás mientras su cuerpo robusto se sentía cada vez más agotado, y sus pensamientos la invadían.
«Si me mantendré aquí un tiempo, necesitaré entrenar todos los días, como en mi bosque. Esa energía rara que brota de mi interior cuando me concentro sigue pareciendo un poco agotadora» pensaba la joven mientras seguía caminando en dirección a su nuevo hogar.
Antes de que continúe sumida en sus pensamientos por más tiempo, unas manos la agarraron del cuello de su camisa tirándola hacia abajo.
—¿Qué haces? —sus palabras, al igual que sus muecas demostraban confusión al ver a Kasumi acercando su rostro amenazante.
Sus piernas que estaban firmes la mayoría del tiempo, se movieron un poco hacia adelante para no tropezarse por el brusco tirón en su cuello.
Kasumi la agarró aún más abruptamente, desequilibrando a la joven.
—¿¡Donde mierda estuviste por media hora!? —su rostro demostraba preocupación y a la vez furia.
—Estaba peleando contra un Giganpiedra. ¿Cómo hacen aquí para combatir a uno de esos? Digo, con esos brazos débiles que tienes tú y tu familia...
—¿De qué hablas?¡Deja de mentir, imbécil! —La pelinegra se quedó en silencio por un momento al notar como gotas de sudor caían por sus manos—. Estás sudando demasiado.
—Sí, aléjate. —Con brusquedad hizo que Kasumi soltase sus ropajes.
—Dime de una vez la verdad.
—Ya te la dije.
Sus manos ásperas acomodaron su ropa con cuidado, mientras se alejaba cada vez más de la pelinegra.
—¿Me podrías decir donde hay un lago cerca para poder bañarme?
La mirada de Kasumi denotaba aún más confusión.
«A veces pienso que de verdad eres de otro mundo...»
—Esta es la fría y, esta es la caliente—le enseñaba a la chica con trapos puestos frente a ella como si sería algo totalmente nuevo.
—Qué raro...
Kasumi, ya harta de sus estupideces empujó a su compañera de cuarto dentro de la ducha.
—Métete, sácate la ropa y báñate de una vez.
Luego de varios minutos esperando a que salga aquella pelirroja, pudo observar como la puerta se abría lentamente.
Kasumi se levantó con brusquedad de su silla al ver a aquella chica totalmente desnuda en su cuarto, haciendo que sus mejillas se encendieran.
—¿¡Qué estás haciendo!? Entra y cámbiate con la ropa que te dejé allí dentro.
—Si tú lo dices—contestó mientras mostraba incredulidad en su rostro.
Esperó diez minutos más aproximadamente, antes de poder observar cómo le quedaba la ropa que dejó en el baño a la pelirroja.
La morena vestía una remera mangas largas color roja, unos janes negros que le quedaban bastante ajustados y unas zapatillas blancas.
—¿Qué es esta porquería? ¿Cuándo voy a volver a usar mi ropa? Esto es molesto—empezó a quejarse la más alta.
—Es de mi padre. Ni mi ropa ni la de mi madre podrían caber en tu cuerpo.
—¿Y cuánto tiempo voy a tener que usar esto? Un día, dos...
Antes de que la joven pueda seguir hablando, Kasumi llamó la atención de la contraria. Ahí fue cuando empezó a extraer lentamente algo de su bolsillo, en ese momento los ojos verdes de su nueva compañera de cuarto mostraron confusión y desconfianza. Por un momento pensó que la pelinegra la atacaría,