Alicia
29 de enero, 2019. 9:36 a.m.
Supongo que hay veces en la vida en las que tienes que asumir que has perdido. Está claro que esta es una de ellas para mi.
Mi cuerpo tiembla bajo el gran cuerpo de Richard. Ya no intento detenerlo, ni me muevo, ni grito. No me resisto porque sé que entonces será peor, porque sé que aunque lo intente esta vez no ganaré. Su respiración agitada me repugna y siento ganas de vomitar cuando se corre en mi interior. Ya no lloro, se me han acabado las lágrimas. Ya no hablo, no tengo fuerzas para hacerlo. Dejo que jueguen conmigo, dejo que me lastimen, me insulten... Ya no soy nada, tal vez nunca lo fui, tal vez solo retrasé este momento. Tal vez este era mi destino.
- ¿Aún estás esperando que vengan por ti? - me pregunta Richard. No me molesto en responder ni siquiera lo miro. - No vendrán, seguramente ya te hayan dado por muerta. - ríe tomando mi cara bruscamente haciendo que me arrodille frente a él. - Venga cariño, enséñame lo que puedes hacer. - Toma mi pelo y mis ojos lloran cuando siento que me ahogo. Me quedo sin aire y no respiro hasta que termina en mi boca. - No está mal, seguiremos practicando. - me da un beso brusco que no respondo y se va dejándome ahí, desnuda y rota llorando en el suelo.
Minutos después entra mi padre a la habitación dando un golpe brusco a la puerta.
- Hija de puta. - grita tomándome del cuello con fuerza. - Eres una puta. - me arroja a la cama y se sienta sobre mi impidiéndome respirar.
- Para, para, por favor. - suplico intentando que se levante. Me golpea con fuerza haciéndome saborear el sabor de mi propia sangre. Me golpea una y otra vez hasta que toda mi cara arde. Mi nariz sangra sin parar y siento que me mareo por los golpes que he recibido y por la falta de aire. Mi vista se nubla por momentos y siento algo frío en mi estómago.
- Sabía que tenía que haberte matado cuando naciste. Eres una puta desgracia. - recorre mi abdomen con el frío puñal y mi piel arde cuando abre una pequeña herida en la parte baja de mi abdomen. - Tenía que haberos matado a ti y a la zorra de tu madre cuando pude. - un grito desgarrador abandona mi cuerpo cuando siento el puñal clavarse en mi abdomen. Miro fijamente a mi padre que observa el puñal en mi cuerpo y lo saca con fuerza haciendo que la sangre comience a salir sin control. Vuelve a clavarlo centímetros más arriba y grito con fuerza. Mi vista comienza a nublarse y dejo de escuchar todo lo que mi padre está diciendo. Mi mente viaja automáticamente al día que conocí a aquel pequeño Nick que jugaba solo en el parque. El primer día de instituto. Aquel compañero con el que me sentaron en matemáticas que robó mi corazón según le vi y que tiempo después terminó siendo como mi hermano, Mike. Las noches de películas en casa de los chicos, las tardes bajo aquel árbol del parque, Nick dándome mi primer beso a los 12, los días de lluvia, las meriendas de la madre de Mike. Los abrazos de mi madre, sus besos, sus comidas. Las noches en vela, la noche en la que todo cambió, París, y el día en el que todo cambió de nuevo. La primera vez que ví a Alex con aquella chica. La noche en el mirador, las películas, los bailes tontos en su habitación a las tres de la mañana. Nuestro primer beso, la pelea con Mike, aquel ¨te quiero¨ que no supe responder...
Nos veo a los dos en una pequeña casa en la playa, me veo caminando hacia el altar mientras él me espera emocionado, veo todos los besos que podrían haber sido, los hijos que podríamos haber tenido. Nos veo sentados juntos de mayores, después de toda la vida juntos, afirmando que él es el amor de mi vida.
- ¡Alicia! - oigo mi nombre a lo lejos, sin embargo no abro los ojos, no puedo. Mi cuerpo pesa, todo me duele y simplemente lo dejo ir.
¨Yo también te quiero, Alex¨