Prólogo

Existe una leyenda japonesa que dice que: "Un hilo rojo invisible conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias. El hilo rojo se puede estirar, contraer o enredar, pero nunca romper".

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-¿Estás seguro de esto Russell?

-Más que nada.

-Entonces debes saber algo tú también.

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-Russell ¿quién lo diría? El chico perfecto, resultó no ser tan perfecto.

-Déjalo -intervino alguien a mis espaldas, no necesité voltear a ver quién era, lo sabía.

-Gracias. Pero puedo defenderme solo.

-Una mano amiga nunca está de más.

-Dos por uno me parece bien.

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-Marianne eres una maldita ¿cómo puedes hacerle eso al chico más lindo del mundo? si estuviera conmigo yo sabría valorarlo.

-Pero está conmigo, no contigo.

-Igual le diré la clase de mujerzuela que tiene como novia.

-No te atrevas a decirle, no cambiará lo que siente por mí, ni mucho menos hará que se fije en ti.

-Eso crees ahora, pero tendré a Russell como un perro tras de mí cuando le cuente que lo has engañado con media ciudad.

-No eres su tipo.

-Ya veremos.

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-¿Por qué llora una señorita tan linda como tú?

-Por ser una estúpida que no sabe amar.

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-Cuando estoy con él me siento diferente, me ocurre algo extraño.

-¿Crees en las almas gemelas?

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-Se dice que la mayoría tenemos un "don", mi don es ver aquello que muchos no ven, tú, tienes algo especial, pero no lo puedes ver porque te han hecho no creerlo.

-¿Quieres decir que por eso soy así?

-No, quiero decir que no sabes quién eres.

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-¿Quieres intentarlo?

-Yo...

No me permitió terminar, sus labios estaban en los míos, obviamente la respuesta era sí, en este momento tenía mucho miedo a entregarme por completo.

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-Russell debo contarte algo.

-Marianne, por favor, no ahora.

-Es importante, tiene que ver con ambos.

-Marianne...

-Es algo de Lea.

-¿Qué hizo ahora?

-Russell quiero pedirte perdón primero, mereces ser feliz, al igual que yo, pero esto que te diré se interpondrá en ello.
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-Si es tu alma gemela ¿por qué no están juntos?

-Las almas gemelas están destinadas a encontrarse, más no están obligadas a juntarse, mucho menos a quedarse.