Paabanc, leyendas de la nueva Guatemala

Concepción Tutuapa

Título: Concepción Tutuapa

Biografía del compositor

Nombre: Jacinto Rufino Orozco López

Lugar y fecha de nacimiento: San Pedro Sacatepéquez, San Marcos 24 de marzo de 1960 - 30 de noviembre de 2016

Faltaban pocos días para el ocho de diciembre, fecha muy especial para los pobladores de Concepción Tutuapa, en San Marcos, pues se celebraba la fiesta patronal en honor a la Purísima Concepción de la Virgen María.

Como era tradición, los muchachos del pueblo acudían al río Walchinape a donde iban las muchachas por agua para llevar a la casa. Entre ellas estaba Julia, una hermosa joven cortejada por varios adolescentes prendados de su hermosura. Rigoberto era uno de ellos.

Cuando la vio salir del río con el cántaro en la cabeza, se ofreció rápidamente a llevarlo. Ella, como lo dictaba la tradición, se negó. Según el ritual practicado desde la época de los abuelos, la muchacha debía rechazar al varón varias veces; cuando aceptaba la ayuda de llevar el cántaro de agua, era como aceptarlo formalmente como novio en un mutuo acuerdo sin palabras.

Pues bien, Rigoberto intentó varias veces y la respuesta fue siempre negativa. Eso significaba el rechazo, no sólo de la ayuda sino de él mismo como pareja. El pobre hombre estaba terriblemente triste por el fallido intento. A su regreso, la gente del pueblo lo vio cabizbajo a pesar de la alegría popular por las fiestas patronales de diciembre. Pasaron los meses y con estos llegó el nuevo año. Los muchachos seguían asistiendo al río continuando con el ritual ancestral para encontrar a su pareja ideal. Y un día, sin previo aviso, vieron a Rigoberto pasar con rumbo al río, pero nunca más regresó.

De ese evento había transcurrido mucho tiempo. Los detalles se fueron diluyendo y aderezado con los rumores de la gente, borrándose poco a poco hasta ser tan sólo un recuerdo vago. Todo había cambiado. La tecnología había avanzado, concepción Tutuapa ya era otra, pero a pesar de todo ese revolucionario vuelco en las costumbres del pueblo, se conservaba el ritual de emparejamiento a orillas del río Walchinape.

Jacinto Orozco acudía frecuentemente para ver, aunque fuera de lejos, a la mujer de sus sueños. Debido a su timidez, ni siquiera se atrevía a hablar con ella. Mediante algunos amigos se había enterado de su nombre.

—Mirna del Carmen —repetía desde otro extremo del río, viéndola a lo lejos y suspiraba —. Si yo no fuera tan tonto para hablar…

Así le daba vueltas al asunto en su mente, pensando cómo acortar la distancia entre ambos.

Se aproximaba el ocho de diciembre, fecha tan esperada por todos. Jacinto no era la excepción. Había adquirido el gusto musical y la marimba le dio el lienzo perfecto para expresar su inspiración. Por las tardes le gustaba acudir a orillas del río para despejar su mente, cuando el lugar estaba tranquilo. Iba a ver la caída del sol tarareando algunas melodías, intentando componer las propias, pues sólo había hecho algunos tímidos intentos.

En una fría tarde de noviembre, Jacinto estaba tumbado en la hierba viendo el ocaso. Extendió los brazos y cerró los ojos. En ese momento, una larga sombra le cubrió la calidez de los últimos suspiros del sol. Se levantó exaltado.

Frente a él estaba un hombre de mediana edad vestido elegantemente de traje.

—¿Le puedo ayudar en algo?

—En realidad, no lo creo. A veces me aburro mucho y me gusta venir al río a despejar mi mente —comentó, sentándose junto a él.

El muchacho lo vio extrañado.

El viento soplaba por entre los árboles, como si las notas de una melodía antigua arrullara suavemente a los dos hombres.

—¿Y qué hace aquí?

—Lo mismo que vos. Vengo a ver el atardecer y antes también venía por un amor —comentó suspirando —, como lo haces vos.

—Y usted cómo sabe que vengo por un amor.

—Te he visto, picarón; ya noté cómo miras a Mirna.

Jacinto se sonrojó.

—No te avergoncés, hombre, es normal. La diferencia es que a vos no te han rechazado como a mí. Todo es que te animés a hablarle, si no nunca vas a saber si ella te corresponde.

—¿Tendré alguna oportunidad?

—Por supuesto. Te propongo algo: venite mañana y te voy a dar un regalo.

El muchacho, emocionado, se despidió de su nuevo amigo prometiendo regresar al día siguiente. A la misma hora del día anterior se reunieron a orillas del Walchinape.

—¿Te gusta la música? —cuestionó el hombre al muchacho.

—¡Sí! —respondió Jacinto, emocionado.

—He venido aquí todas las tardes desde hace mucho tiempo. He sabido escuchar a los árboles, al viento, la voz del río, su dulce melodía resuena en mi mente sin poderla sacar. Y como sé que a vos te gusta la marimba…

—¿Cómo sabe usted eso?

—Los años me han enseñado muchas cosas. ¡Oí! —dijo, alzando el dedo índice — Si ponés atención, podés escuchar la melodía.

Ambos callaron. En efecto, si se aguzaba el oído, se podía descifrar el murmullo del agua al correr, como si se trataran de las notas de la marimba, el instrumento favorito de Jacinto.

Así, durante varias tardes, ambos amigos trataban de desenmarañar los sonidos de la naturaleza; hablaban de todo un poco y paulatinamente, sin darse cuenta, Jacinto se fue desenvolviendo al hablar, dejando atrás parte de su introversión.

Él no lo sabía, pero estaba a punto de componer la melodía más hermosa de toda su carrera. Luego de tantas pláticas y días de fuerte trabajo, presentó la composición a su padre. La ensayaron en la marimba familiar “Los conejos” recibiendo su beneplácito para mostrarla luego al Ministerio de Cultura. Después de una negociación se acordó el estreno oficial para la feria.

Era el ocho de diciembre y Concepción Tutuapa vistió sus mejores galas. Todo mundo se daba cita en la plaza principal, emocionados. Se había corrido el rumor de la pieza musical de Jacinto. Cuando por fin llegó el momento de su presentación, Jacinto, su padre y otros familiares subieron a interpretar la melodía que tituló “Concepción Tutuapa”.



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En el texto hay: leyendas, relatos, terror magico

Editado: 23.09.2024

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