Pactum: El Martillo De Las Brujas

CATALINA, AMADA MÍA

Samuel salió de la habitación, estaba listo para disfrutar de aquel nuevo y hermoso día. Se dirigió a la cocina, allí estaban Catalina y Julián. Catalina estaba haciendo el desayuno, Julián simplemente se dedicó a manosearla y a tocar con sus manos sucias los huevos revueltos que ella estaba preparando. Samuel pudo ver la incomodidad que ella sintió al estar siendo acosada por su Julián. Catalina tenía un cuchillo en la mano, estaba picando la cebolla y el tomate, mientras Julián por detrás de ella, le acariciaba los senos.

Había un chocolate sobre la estufa, el cual de tanto hervir, estaba a punto de desbordarse de la chocolatera. Samuel olfateó, pero el aroma que llamó su atención no era el del chocolate, sino el delicioso aroma de la piel canela de Catalina. Al verla bastante incomoda, Samuel decidió interrumpir con un eufórico saludo.

―Buenos días, ¿Cómo amanecieron? ―dijo Samuel acercándose a la estufa.

―Hola ―respondió Catalina separándose rápidamente de Julián―. ¿Cómo estás Sami?

Catalina miró a Samuel y le guiñó el ojo con picardía. Julián aun la sostenía por la cintura, ella de un fuerte movimiento logró que él la soltara, se acercó a la estufa para verificar el estado de aquel chocolate que estaba empezando a desbordarse.

― ¿No tuvieron un visitante inoportuno el resto de la noche? ―preguntó Julián.

―No, solo espero que ese señor no se acerque de nuevo a Jenny ―respondió Samuel con todo de voz que mostraba su seriedad―, o le va a ir mal.

―No sea así con el cuchito ―contestó Julián―, hasta de pronto nunca habrá tirado y usted no lo deja ni ver como se hace.

― ¿Por qué lo dice, Julián? ―inquirió Samuel, aumentando el volumen de su voz―, ¿usted dejaría que otro hombre viera a su novia desnuda y más cuando está intimando con usted?

―¿Y qué tiene de malo que el cuchito de vez en cuando vea una tética? ―respondió con tranquilidad Julián.

―Hermano, si usted no hace respetar a su novia, nosotros sí ―aseguró Samuel.

―Ay ya se puso sensible este man, ¿qué tiene de malo que vean a la novia en bola? ―agregó Julián.

Catalina de inmediato mostró su inconformismo con el pensamiento tan degenerado y repulsivo de Julián.

―Usted como siempre tan caballeroso ¿cierto? ―dijo catalina indignada.

―¿Usted que me alega Catalina si a usted no la vieron? ―respondió Julián a Catalina.

―No es eso ―contestó Samuel, dispuesto a abogar por Catalina y porque sabía que su respuesta traería beneficios futuros―, lo que pasa Julián, es que ese es un momento bastante íntimo, es para la exclusividad de la pareja para que se demuestren el gran amor que se tienen, no para que otro halle excitación y morbo en esta expresión de pasión y amor sincero.

―No parce, que comentario tan ridículo el suyo ―contestó Julián burlándose.

―No es ridículo para nada Julián ―la voz de Catalina se escuchaba bastante exaltada―. Esa es la verdadera intención de hacer el amor.

―Ay, ya se pusieron con ridiculeces ustedes dos, más bien siga guisiando Catalina que para eso fue que la traje ―respondió con molestia Julián y salió de inmediato de la cocina.

Catalina se dio media vuelta y continuó al frente de la estufa preparando el chocolate, su semblante había decaído, aquel hombre insensible la lastimó con su comentario machista, haciéndola sentir denigrada.

―No entiendo qué le puede encontrar de excitante Julián que un desconocido lo observe en un momento tan íntimo, tan puro ―exclamó Samuel indignado.

―Es verdad, es un momento mágico ―dijo Catalina―. ¿Recuerdas mi sami lo mágico que es?

―¿Cómo así? ―inquirió Samuel.

Samuel la miró por unos segundos un tanto confundido. Catalina se acercó bastante a Samuel, quedando en frente de él.

―Sabes Catalina, ese aroma me fascina ―dijo Samuel.

―Sí a mí también ―contestó Catalina―. Me encanta el olor del chocolate con canela, me recuerda muchísimo el chocolate que tomábamos en la casa de mis abuelitos.

―El chocolate huele delicioso Cata, pero me refiero a tu cabello, es imposible resistirse a tu aroma ―respondió Samuel.

Samuel tomó a Catalina por la cintura, acercándola aún más a él. Catalina dichosa se dejó llevar por el momento. Cerró sus ojos y permitió que Samuel la acariciara. Se empezaron a besar y Samuel le acarició los senos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.