Todo el grupo, incluyendo a los ángeles y el sin alma se fueron a cumplir el trabajo. Llegaron a la casa, como decía en la carta, los padres hicieron entrar al gran grupo, que para los padres parecía imposible que ayuden a su hija.
–Linda casa -dijo observando a la casa.
–Vamos suban –dijo con voz serio, el señor de la casa.
-¿Seguro que podrán salvar a mi hija? -pregunto su esposa entre lágrimas.
–Confié en nosotros somos los mejores -dijo Julio.
Todos subieron, pero aquella familia tenía a una visita, aquella visita miraba a los ángeles, más que todo a Rebeca, ya que para aquella visita le parecía una delincuente.
–Mujer por favor déjenos de mirar de esa manera -dijo Ronald
-¿A quién dices? -preguntó la esposa del señor.
–Seguro que ella es tu hermana ¿verdad? -dijo el sin alma, Nicolás -Pero el dinero les enloquece -susurró.
–No vinimos a saber si la señora que está hecho de puro silicona es su hermana o prima, lo que vinimos es por la niña -dijo Rebeca
-¿Disculpe? ¿Qué te pasa mocosa? ¿No te enseñaron los modales, no te enseñaron a respetar a los adultos? –dijo alterada.
–Si quieres respeto quiérase así mismo, aunque se ponga joyas por todos su cuerpo, aquel joven que está ahí –apuntó al ángel Gael y la mujer se sonrojo –Nunca pero nunca se fijará en usted y no se enoje, si se enoja, su belleza se pierde.
–Te debo una –le susurró.
Editado: 05.01.2021