Paladines Entre Ángeles y Demonios

Parte Nexo 4: Avanzando hacia… la catástrofe.

La ciudad capital de Theia al igual que las demás ciudades del Reino Sagrado de Szent estaban protegidas por una barrera mística que impedía el ingreso de ciertos seres, colocadas durante el reinado de Imara Goldenheart, sumado a eso el Palacio-Catedral Napelhold tenía otra propia. Pero ni todo eso podía evitar que un fuerte frio rondara los pasillos vacíos mientras las lunas se alzaban en lo alto de la noche.

A los costados de los pasillos se habían colocado muchas velas encendidas que variaban entre tres colores y no solo iluminaban, sino que tambien debían proporcionar calor, aunque no cumplían muy bien esta parte del trabajo porque aun así la Resplandeciente Reina vestía ropa abrigada mientras caminaba.

<Comprenderé si ella está muy molesta conmigo, no la he visto en muchos días a pesar de que me informaron cuando despertó, y otras cosas más sobre ella> la joven mujer de largo cabello rojo fresa no había visto a su mejor amiga durante 19 días, y desde la perspectiva de ella deben haber sido más días todavía porque gran parte estuvo en coma <Aun así, espero haber tomado las decisiones correctas, que todo haya valido la pena>.

En todo ese tiempo, más de dos semanas, Teresa se la había pasado metida en la biblioteca de Antioquia recopilando y buscando información junto a algunos de los Arzobispos del Ocaso y Obispas del Alba. Todo eso con el fin de aprender del conocimiento perdido y ser capaz de sobresalir adelante ahora, y ella pensaba haberlo conseguido; por lo que ahora era momento de hacer algo mucho más difícil. Volver a ver a Luna.

La Virtud Teológica de la Fe se detuvo frente a unas puertas dobles de madera y tocó con sus nudillos, rápidamente recibió una respuesta afirmativa para pasar, ella tomó profundamente aire antes de exhalar todo, girar el picaporte e ingresar al lugar.

Dentro de la gran habitación privada de la Líder de los Paladines se encontraban dos personas, para sorpresa de Teresa, y eso causo que una astilla se incrustara en el león de su corazón. Por un momento la Resplandeciente Reina se detuvo perpleja ante la persona que acompañaba a su mejor amiga.

–Buenas noches mi majestad. –El hombre junto a la mujer dejó lo que estaba haciendo para inclinarse delante de ella.

Hace mucho tiempo que Teresa no veía a su amiga y no quería comenzar mal, así que se guardó la expresión de desagrado dentro. –Puedes levantar la cabeza Három. –Se trataba de un hombre, un Nacido del Sol de cabello algo largo y rubio blanquecino con lentes.

A diferencia de los otros dos miembros de su Trinita, la complextura de su cuerpo era mucho más “débil”, no tenía marcados músculos como Aphos y Luna, y tampoco denotaba una condición física sobresaliente. Pero eso no estaba mal, era algo de esperarse de alguien cuyo trabajo es ser un escriba, aunque el gran misterio de este hombre y que Teresa nunca entendería era como fue capaz de enamorar a Luna y Aphos para que los tres formaran una Trinita.

El hombre obedeció y se levantó para regresar al lado de su pareja y seguir ayudándola, en todo esto Luna permanecía sentada en su cama observando con ojos filosos a quien se supone que es su mejor amiga. Teresa podía sentir como el filo de esos ojos raspaban su garganta, tragó saliva pesadamente antes de acercarse también. –Hola –dijo avergonzada.

Claramente su mejor amiga estaba molesta y con justa razón, por lo que la Resplandeciente Reina aceptó eso. –¿Qué sucede? –preguntó fríamente la Virtud Cardinal de la Fortaleza.

Los ojos de Teresa se resbalaron del rostro de la mujer sentada en la cama hacia el elefante en la habitación, desde el codo para adelante el brazo derecho de Luna era metálico. Una prótesis diseñada por los mejores ingenieros del reino utilizando una aleación de distintos metales, como la mujer de cabello rojo fresa no quería comenzar mal intentó ignorar ese detalle.

A la par, Három se sentó al lado de Luna para ayudarla a mover su prótesis e ir practicando para acostumbrarse.

Sin poder llegar a hablar la Líder de los Paladines se adelantó y esto asusto mucho a la reina. –Vamos, es más incómodo si intentas ignorarlo.

–Lo siento. –Encogió sus hombros mientras respondía–. Pero no vine aquí para compadecerte y tenerte lastima.

–Claro que no, si hicieras eso lo hubieras hecho cuando desperté hace más de una semana. –La mujer de pelo anaranjado separó la mirada molesta.

El pobre hombre podía sentir un gran peso en la habitación, tanto que estaba siendo aplastado. –Las dejaré a solas –dijo antes de besar en el cachete a su pareja y marcharse del cuarto.

–Quiero saber cómo está yendo tu recuperación ¿estas acostumbrándote a tu nuevo brazo? –Esas no eran las palabras que Teresa quería decir, todo lo contrario, y, aun así, fueron las que salieron de su boca por lo que se sintió mal al respecto–. Necesito saber si te relevo de tu cargo momentáneamente. –< ¡Imbécil mejor deja de hablar!> se recriminó a sí misma.

Con esas palabras finales fue que Luna se giró para devolverle la mirada. –Ja, si te quieres deshacer de mi te será mucho más difícil. –Ella le dio una demostración. Movió su antebrazo derecho y la prótesis metálica siguió el movimiento, por último, sus dedos se movieron cerrando su puño; aunque por un momento estos se paralizaron y temblaron antes de terminar la acción–. De seguro es mucho más de lo que esperabas de mí.

Fue entonces que Teresa se rompió, no podía mantener esa farsa de reina, no con ella. –Por favor no digas eso. –Con la voz frágil la Virtud Teológica se sentó a su lado en la cama–. Lamento mucho lo que pasó.

–Dijiste que no dirías eso. –Le molestaba más la sinceridad con la que lo decía, una mayor a la que había recibido de los demás que la visitaron antes.




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