Vale, no sé dónde estoy, sólo veo puertas y puertas y más puertas. Por no recordar, no recuerdo ni el piso en el que me encuentro, sé que he usado las escaleras, pero no cuántas veces, y para colmo no hay nadie que me pueda indicar la dirección. Mi orgullo se ha esfumado después de hora y media dando vueltas. Harta de ver pasillos vacíos, decido entrar en una de las habitaciones, me da igual la que sea, para preguntar. La próxima vez que vea a John, le voy a sugerir poner carteles informativos en cada piso con un mapa, como los que había en los centros comerciales que ponía “usted está aquí”. Tras intentarlo cuatro veces doy con una puerta abierta, bien por mí, y entro con una normalidad abrumante, como si estuviera en mi casa, sin llamar siquiera.
Conforme entro, y la puerta se cierra tras de mí, me doy cuenta de que igual no ha sido tan buena idea no llamar antes. La sala es una sala de reuniones, como en la que estuve el día que llegué, pero un poco más pequeña, con gente sentada y una pantalla en la cual hay texto e imágenes proyectadas. Los individuos que hay alrededor de la mesa, me miran desconcertados, son completamente desconocidos para mí; al que sí reconozco es a Kai, que está de pie junto a la pantalla. Es él el que me dedica una mirada llena de confusión. Creo que lo he interrumpido, cosa que me deberían agradecer porque, por mucho que ahora seamos novios, el hecho de que cuando habla se enrolla cual persiana y te duermes, no cambia. Salir sin decir nada iba a quedar raro, pero preguntar sólo me dejaría en ridículo frente a Kai. Socorro, la tensión aumenta porque nadie habla, sólo nos miramos unos a otros, confusos.
Salgo y puedo escuchar murmullos y risas provenientes del interior de la sala, mira que hay cuartos y plantas en este edificio, y yo voy y doy con donde tiene lugar una reunión, ya es mala suerte. Escucho cómo Kai pega un grito y el silencio vuelve a apoderarse del lugar, qué cotilla soy aquí con la oreja pegada a la puerta, ¿desde cuándo me estoy volviendo tan…normal? Me siento junto a la puerta, en el pasillo, y decido esperar a que termine la reunión y pedirle ayuda, total, para perderme de nuevo mejor me estoy quieta.
Las horas pasan y empiezo a pensar que igual no salen hasta dentro de tres años, después de todo es Kai el que da la charla. Empiezo a adormilarme, a lo tonto no entreno y eso no puede ser, a veces envidio a las palomas por tener un GPS incorporado, igual existe algún tipo de operación para implantarse uno, tengo que informarme. Vale, si no salen en menos de diez minutos me piro, se me está quedando el culo cuadrado de estar en el suelo. Quince minutos después de mi amenaza mental la puerta se abre, si les he dado cinco minutos más de margen es porque es lo que he tardado en levantarme. Van saliendo uno a uno, Kai permanece dentro recogiendo, y yo espero pacientemente para entrar de nuevo.