Christopher y Laura entraron a la joyería con un objetivo claro: encontrar el anillo de bodas perfecto para Savanna. Sin embargo, apenas dieron un paso dentro de la tienda, Laura ya estaba lanzando uno de sus clásicos comentarios sarcásticos.
—Entonces, ¿finalmente te decidiste a hacer algo romántico, señor millonario? —bromeó Laura, dándole un ligero codazo a Christopher, mientras recorrían las vitrinas llenas de brillantes anillos—. ¿O simplemente lo haces porque sabes que, si no lo haces, Savanna te dejará por alguien más rico ahora que entrará a la escuela de artes?
Christopher puso los ojos en blanco, pero no pudo evitar esbozar una sonrisa.
—Sí, claro, Laura. Eso es exactamente lo que me preocupa —respondió con sarcasmo mientras miraba uno de los anillos—. ¿Por qué no te buscas un novio y me dejas en paz?
Laura soltó una carcajada, sin ofenderse en lo más mínimo.
—Oh, créeme, Christopher, si quisiera un novio, ya tendría uno. Pero me divierto mucho más molestándote. Además, es divertido verte todo nervioso por algo tan simple como elegir un anillo. ¿No deberías estar acostumbrado a gastar fortunas en cosas brillantes?
El CEO ignoró el comentario y siguió examinando los anillos. Era consciente de que Savanna merecía algo único, algo que reflejara su amor por ella. Después de todo lo que habían pasado, este anillo era más que una joya, era un símbolo de todo lo que habían reconstruido juntos.
—Mira este —dijo, señalando un anillo de oro blanco con un diamante elegante, pero no demasiado ostentoso—. ¿Qué te parece?
La amiga de su mujer se inclinó para mirar el anillo y luego sacudió la cabeza con desaprobación dramática.
—Oh, por favor, Christopher. ¿En serio? ¿Esto es lo mejor que puedes hacer? Savanna no es una abuelita de los 90. Necesitas algo que grite "soy sofisticada, pero no una diva". Algo que sea elegante, pero no pretencioso. No me decepciones.
El empresario suspiró, pero en el fondo sabía que la desquiciada, como decía su hermano, tenía razón. La madre de sus hijos tenía un estilo delicado, pero también con un toque moderno y sofisticado. No sería fácil encontrar el anillo adecuado.
—Bien, Laura, ¿alguna sugerencia brillante? —preguntó, cruzándose de brazos.
La pelinegra sonrió ampliamente, disfrutando de la oportunidad de poner su toque personal.
—Déjame hacer mi magia —dijo, guiñándole un ojo, y se dirigió al mostrador.
La joven comenzó a examinar cuidadosamente cada vitrina, preguntándole al joyero sobre detalles específicos, tamaños y estilos, mientras Christopher la observaba con una mezcla de exasperación y agradecimiento. Aunque lo molestara constantemente, sabía que Laura entendía a Savanna de una manera única.
—Entonces, ¿cuándo será la boda? —preguntó Laura, mientras examinaba un anillo con zafiros—. ¿O te estás demorando tanto que los gemelos serán los padrinos?
Christopher se rió.
—Pronto. Solo quiero que todo sea perfecto. Después de todo lo que hemos pasado, quiero que sea inolvidable. ¿Te molesta?
Laura levantó una ceja, divertida.
—No, por supuesto que no. Me parece encantador ver al gran CEO temblando de nervios por una segunda boda. Es refrescante.
Finalmente, después de probar varios anillos, ella vio uno que capturó su atención. Era un anillo de platino con un diamante central en forma de lágrima, rodeado de pequeños diamantes en un diseño simple pero elegante. Había algo en él que parecía gritar el nombre de su amiga.
—¡Este! —exclamó, señalando el anillo con entusiasmo—. Christopher, si no eliges este, honestamente, no te entiendo. Es perfecto para ella. Tiene clase, pero no es exagerado. Elegante y moderno, como nuestra querida rubia madre de los bebés desastrosos.
El empresario se acercó, miró el anillo y, por primera vez en toda la tarde, una sonrisa de alivio apareció en su rostro. Laura tenía razón. Ese era el anillo. Era sencillo, pero hermoso, y representaba exactamente lo que quería para su mujer.
—Definitivamente conoces a Savanna —dijo él, tomando el anillo en sus manos y examinándolo de cerca—. Este está perfecto.
—¡Claro que lo conozco! —respondió, fingiendo arrogancia—. ¿Quién crees que le da los mejores consejos? Ahora, no me digas que no soy la mejor aliada que podrías tener.
—Sí, sí, gracias por tu ayuda. Aunque sigues necesitando un novio.
Laura rió a carcajadas y le dio una palmada en la espalda.
—Querido, cuando decida que quiero uno, te lo haré saber. Mientras tanto, deja de preocuparte por mi vida amorosa y ocúpate de no arruinar tu propuesta.
Christopher rió, aliviado de haber encontrado el anillo perfecto con la ayuda de su amiga, aunque seguía exasperado por su sentido del humor ácido.
—Vamos a envolverlo —pidió el CEO con una sonrisa, mientras el joyero tomaba el anillo—. Y, Laura, no te preocupes, haré la mejor propuesta de la historia.
—Eso espero —respondió ella con una sonrisa traviesa—. Porque si no, me temo que tendrás que devolver el anillo. Y no quieres verme enfadada.
Christopher soltó una risa mientras ambos salían de la tienda, sabiendo que ese anillo representaba el inicio de un nuevo capítulo en su vida con Savanna.
(...)
Savanna estaba sentada en la cocina, alimentando a los gemelos con esmero. Emma y Ethan balbuceaban mientras ella, con paciencia infinita, les daba pequeños trozos de comida. La luz de la tarde entraba suavemente por las ventanas, iluminando la escena con una calidez familiar. Aunque estaba cansada, no podía evitar sonreír cada vez que uno de los bebés hacía alguna travesura con la comida.
Justo en ese momento, la puerta principal se abrió suavemente, y su apuesto CEO millonario entró con una sonrisa de oreja a oreja. Llevaba una camisa casual, pero aun así, irradiaba la elegancia y presencia de un hombre de negocios. Al ver la escena frente a él, su corazón se llenó de ternura. Se acercó silenciosamente por detrás de ella y, antes de que pudiera reaccionar, depositó un suave beso en su mejilla.