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Kathleen entró al restaurante con una gracia natural que parecía iluminar la estancia, haciendo que las luces suaves y tenues del lugar palidecieran en comparación. Llevaba un vestido de gasa en tono rosa pastel, un delicado color que contrastaba maravillosamente con su piel clara y resaltaba el color marrón de sus ojos. El diseño del vestido era simple pero elegante, con mangas de encaje que cubrían sus brazos hasta los codos y una falda que se deslizaba hasta sus tobillos, ondeando con cada paso que daba. Unos zapatos de tacón bajo, en un tono perla, completaban su atuendo, y su cabello, suelto y ligeramente ondulado, caía en suaves cascadas sobre sus hombros. El conjunto entero la hacía parecer etérea, casi como si fuera una visión angelical en medio de la noche.
«Señor, no permitas que me caiga o que un gas se me atore bebiendo agua, por favor».
La mirada lobuna de un depredador quedó hechizada por la presencia de un ángel. A Lorenzo Vitale se le hizo agua la boca al verla cruzar la entrada. Su aura pura y preciosa aniquilaba cualquier cosa a su alrededor.
El pecho de ella subía y bajaba al compás de sus latidos acelerados.
El mafioso, ya esperándola en una mesa junto a la ventana, la observó con fascinación. Él mismo lucía impecable, vestido con un traje negro que resaltaba la intensidad de su presencia. La camisa negra, perfectamente planchada, asomaba bajo la chaqueta, y su corbata gris tenue agregaba un toque de sofisticación que parecía fundirse con el ambiente del lugar. El cabello oscuro estaba peinado hacia atrás y los ojos azules le brillaban seductores.
Al verla acercarse, se levantó con una elegancia innata.
El restaurante era muy lujoso, con paredes en tonos marfil y detalles dorados que le conferían un aire clásico y refinado. Los candelabros de cristal colgaban del techo, esparciendo una luz cálida y acogedora sobre las mesas, todas ellas dispuestas con impecable simetría. La música del piano en vivo llenaba el espacio con melodías suaves y melancólicas, envolviendo a los comensales en un ambiente íntimo y exclusivo.
Cuando Kathleen llegó a la mesa, el italiano la recibió con una sonrisa que, aunque encantadora, dejaba entrever un control absoluto sobre sus emociones. Con un gesto suave y cortés, retiró la silla para que ella se sentara.
—Quando entri nella stanza, tutto il resto scompare. Sei la visione più bella che i miei occhi abbiano mai visto (Cuando entras en la habitación, todo lo demás desaparece. Eres la visión más hermosa que mis ojos hayan visto)— el hechizo cubrió cada poro de su acelerado corazón al tocarle la mano, la cual suavemente besó, haciendo que un delicioso color rojo tiñera las mejillas cubiertas de pecas.
—Grazie mille —pronunció ella nerviosa, observando cómo él alzaba una ceja complacido.
—¿Hablas italiano? —inquirió el mafioso.
—Un poco.
—Me gusta tu perfume —murmuró Lorenzo mientras se acomodaba nuevamente en su asiento.
—Yo... yo no llevo perfume —lo corrigió ella, sintiendo sus piernas como gelatina.
—Eso te hace más exquisita aún —su voz, profunda y aterciopelada, resonó en el aire entre ambos.
«¿Se puede tener un orgasmo de amor con solo escuchar la voz oscura de un machote sexy? Dios alabado, ¡me voy a desmayar!»
Él no podía dejar de admirar la suavidad con que el vestido rosa pastel se adhería a su piel cubierta de pecas.
—¿Te sientes cómoda aquí? —le preguntó, enfocado en hacerla sentir bien en todo momento. Había empezado la noche con un propósito claro en su mente, pero comenzaba a percibir algo diferente, algo que no había anticipado.
—Este lugar es increíblemente hermoso —respondió, había algo en la manera en que él la miraba, como si fuera la única persona en la habitación, que la hacía sentirse vulnerable y a la vez valorada.
—Lo es —respondió, sus ojos permanecían fijos en ella—. Pero diría que esta noche, la belleza del lugar está eclipsada por algo mucho más encantador.
—¿Algo más encantador? ¿Qué?
—Tú, bambina —respondió arrastrando de forma deliciosa aquel acento italiano que le puso la piel chinita.
No era de las que llamaban la atención de hombres así de guapos, ella no era el centro de atención, jamás lo fue, y estar parada frente a esa versión real y lujuriosa de sus amores platónicos de Wattpad la ponían en una nube voladora.
De repente, el italiano quiso saber de todo sobre ella, de un momento a otro le urgía verla en todas sus facetas.
—Buenas noches, señor Vitale —se presentó un mozo—. ¿Qué desean tomar esta noche?
—Pregúntale a la dama primero —le indica con autoridad—. En una mesa, cuando hay una mujer, siempre se le pregunta a ella primero.
La pecosa tuvo que morderse los labios para no reírse, le encantó demasiado aquello.
—Perdón por mi imprudencia, señorita —se disculpó el mozo—. ¿Qué desea tomar?
Kathleen, con naturalidad, tomó el menú y leyó las opciones de bebidas. Como jamás había estado en un restaurante tan fino y no conocía de bebidas, pidió:
—Una Coca-Cola con abundante hielo y mucho gas, que le salgan burbujitas, por favor —indicó con amabilidad.
Y es Lorenzo quien tiene que morderse la lengua en esa ocasión, para no reírse, aun así, no pudo evitar que las comisuras de sus labios se encogieran, marcando unas arruguitas hermosas en las esquinas de sus ojos que a ella le fascinaron, eso y el hoyuelo en su mejilla izquierda.
Su bambina era tan fresca, tan auténtica. Cualquier otra mujer hubiera calculado todo para pedir alguna bebida extravagante y seducirlo; daba gracias a Dios que ella no era así.
—¿Y usted, mi señor? —pregunta el mozo.
—Vino blanco, por favor. El joven toma el pedido y se aleja.
El silencio reinó entre ellos, él aprovechó para escrutarla un tantito más.
—Dime, bambina, ¿qué sueños tienes? —preguntó, su voz baja y suave—. ¿Qué es lo que deseas en la vida?
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Editado: 30.10.2024