23 de septiembre, 1830. Desadmortem.
Todas las personas estamos destinadas a conocer la vida y la muerte.
Y no, no lo digo en el sentido de que todos los que vivimos vamos a morir en algún momento, porque es mentira.
Las personas a tu alrededor van a morir. Vas a ver a tus amados caer uno a uno y no vas a poder hacer otra cosa más que soportar con tu corazón.
Pero tranquila, cuando yo vuelva voy a encontrar una solución, aunque tú no la quieras.
Ahora no es mi tiempo, y sé que pronto ya no viviré, tú te encargarás de eso.
Solo me queda pedir que me entierres en un lugar digno de alguien que hizo una hazaña como la que yo logré. Si de verdad me amaste, encárgate de aquello.
Y dile a mi hermano que lo hice voluntariamente, y que en algún momento lo entenderá. Quizás no en esta vida pero en la próxima será.
Esto te lo escribo a ti, porque sé que lo vas a entender.
Cuídate, Diana y recuerda que para cuando muera, voy a descansar como siempre soñé.