Como una gata en el tejado me senté, con mil aullidos atorados en la garganta y mil lágrimas chapoteando el cuarto solitario de mi alma.
Y pensando pensé, nunca fui parte de.
La opaca bombilla que apenas alumbraba la lobrega habitación, nunca sería capaz de alumbrar el dilemico camino que me aguarda.
Y escuchando escuche que decían - Si conviertes a alguien en la razón de tu ser...- ¿Con eso sería suficiente? No para la vida mía.
Soy una sombra, una sombra que se sentó sintiéndose sola, y un poco loca subio al tejado a alinear las constelaciones.
Nunca supe como hoy que desde ayer no sería ni seré el sentido de mi propia existencia, y llore como suelen hacerlo los niños pequeños.
Descubriendo descubrí que era más sombra que gata, más silencio que cuerpo. He albergado más al inconformismo que a mí propio ser.
La gata se pone triste porque soñando no se viven los sueños, ni crecen y se extienden las débiles raíces en el pavimento.