Me encantan las palabras, porque son la única armas con las cuales me es lícito bombardear tu nombre. Ese apelativo que te queda corto porque no describe a perfección el portento de tu semblante.
Y ten por seguro hombre de bien, que si a mi se me hubiese dado la enhorabuena de colocarte algún mote, entonces con ventura te nombraria arte, luz, y cielo o cualquier otro elemento que señale la inmaculable y tan dotada belleza de una aurora en su mero ciclo de reventar con idoneidad.
Una ola potente que desemboca a la orilla del mar jamás podría sonar tan perfecta como esa risa que va y viene al compás de tu buena suerte.