CAPÍTULO DIEZ - RENATA BARRIE
“Un reencuentro nada esperado”
“Cuidado con las personas que parecen
buenas pero son simples demonios”
Renata Barrie
No esperaba volver a ver a Levi una tarde en la noche, con un buen traje y una botella de vino en la mano, me estaba invitando a una cena en su terraza después de dos semanas estar aquí. Teodoro ya se encontraba dormido después de estar fijamente mirando la televisión.
Con un vestido verde pegado a mi cuerpo, el cabello suelto y unos tacones de 16 cm del mismo color de mi vestido, subo hacia la terraza.
—No sé si me piensas matar con esos tacones o hacer que los bese…
—Tú también estás bien, Levi —dije sentándome en el asiento que podría costar más de 200 millones…
—Yo siempre luzco así, no es una novedad. Al cambio tú… estás perfecta, loquilla
—Primero princesa, luego loquilla… ¿Qué será luego? —enarqué una ceja, algo molesta
—Mi esposa
Me quedé en blanco. ¿Qué había dicho?. Tal vez lo pensé y esto nunca pasó, tal vez sólo es parte de mi imaginación…
Gritos se escucharon en otras zonas, ambos volteamos hacia la carretera en donde se mostraba a dos personas tirando papeles en el cielo, pasó por la casa y uno nos miró, sacó un arma y comenzó a disparar. Levi, en ese instante, me agarró de la cintura y me jalo hacia el suelo.
¿Era el plan de venganza de William? ¿Me quería matar para estar con Teodoro?
—No te levantes —dijo él, agarrando su teléfono, marcó un número que de un momento contestó, —Hay dos personas fuera, ataca.
—Entendido señor —este cortó.
—¿Qué está pasando? ¿Es el plan de William? —pregunté asustada, —¿Cómo estará Teodoro?
—Dudo que salga del cuarto, es un niño inteligente —sonrió, —Si te mueres, morirás conmigo. Pero no hoy ni mañana, sino cuando estemos viejitos… y no me importa si tengo que arriesgar mi amistad por Alonzo o la de William, ¡que les den!
—No es momento de declaración amorosa, Levi…
—Yo creo que sí, si nos salvamos. Te casaras conmigo, ya lo verás.
Gritos se asomaron por las calles, una hoja llegó hacia nosotros y fui yo quien la agarró, en la imagen se veía a Levi en círculos y un QR.
—¿Algo que decir antes…? —dije, —Al final de todo, es tu secreto revelado
—Que siempre estuve loco por ti, eso sin duda. Mmm que eres perfecta y serás para siempre, Renata Barrie
Nos quedamos mirando por unos segundos que parecieron eternos, no entendía cómo este tipo que de la nada, me salvó de todo desde que era una pequeña podía ser como mi ángel guardián. Era guapo, alto, de voz varonil, millonario. Y no sólo era eso: era divertido, sabe cocinar, sabe manejar…. pero sabía que yo no era la indicada, lo sé, porque siempre voy a escapar de los lujos que mi otra yo quiere, que siempre estaré de misterios y secretos cada vez que un hombre me vea.
Lo fue con mi padre, lo fue con mi padrastro, fue con William, Levi, con mi ex, con el vecino Guido, con Alonzo, siempre seré el prototipo de la mujer perfecta, siempre seré aquella que será buena en la relación, en la familia y como mujer.
—Levi, cuidado con las personas que parecen buenas pero son simples demonios.
—Tú no eres un demonio vestida de oveja, querida, eres la oveja escapando del demonio andante.
No escuché más y abrí el QR con el celular de Levi, era un video. Se mostraban fotografías de Levi desde pequeño y una voz robot decía aquella revelación.
Levi Williams es perfecto. Es lo que cualquier mujer desea tener, es millonario y sabe hacer mil cosas porque estudió. Pero no hay que quitar el hecho que últimamente ha hecho un lavado de dinero, se ha aprovechado de las personas pobres para generar fama.
Él fue parte de la vida de Renata Barrie, desde que la conoció no paro de acostarla y aunque parezca poca cosa, ¿no creen que es por algo?
Si tienen tantas dudas, vayan por él.
Atte. Verdades y Willy.
—No me aprovecho de los pobres, eso es falso. Es noticia falsa. —declara él
—¿Por qué darían noticias falsas cuando son los que revelan la verdad? No entiendo…
—Lo vamos a averiguar, tenemos que irnos de aquí. No levantes la cabeza, puede que sigan allí
Subí un poco la cabeza y efectivamente, estaban en una zona segura con las manos en los armas apuntando, cuando se dieron cuenta dispararon. Tuve que agachar la cabeza de nuevo.
—¡¿Qué te dije?!
—Perdón, perdón
Nos quedamos sentados en el sofá del segundo piso, ya era de noche cuando los autos se fueron. Un guardaespaldas se acerca con Teodoro en mano, el pequeño sale de su agarre para correr hacia mí.