CAPÍTULO TRECE - TEODORO BARRIE
“La vida solitaria”
“Secrets I have held in my heart
Are harder to hide than I thought
Maybe I just wanna be yours”
Arctic Monkeys, I wanna be yours
Camino después de pedirle a máma salir al parque, papá se encuentra en su trabajo y tramando algo aunque no entiendo mucho sobre sus problemas, aunque a veces tengo la sensación de que quiero saberlo, quiero que me lo digan y así… no sé, ayudar como familia. Pero obvio, los niños siempre tienen que estar alejados de los problemas.
Sigo caminando con mi juguete favorito en mano, sigo caminando aunque el parque ya haya pasado. Me detengo cuando la veo, su hermosa vista, su manera de inspirarme, en todo y en nada. Me agacho y sonrío, saco una pequeña navaja y corto sus orejas. Aunque ya está muerto, la sensación de cortar piezas… de ver sus ojos abiertos de terror. Me gusta mucho.
Un conejo sin orejas y sin cola, con los ojos pidiendo que pare. Que no dirá nada aunque ya esté muerto. Las manos las tengo manchadas de sangre animal. Y mi mayor deseo es tener un perro para hacer eso, después… no sé, quizás algo me inspire.
—¿Hola? —dice una voz. Me escondo en la oscuridad, que mis manos caen en mis pantalones.
—¿Alguien está allí? —dice y reconozco una voz de niña, —¿Hola?
Salgo de la oscuridad y es donde la veo. Una chica de mi edad, rubia con ojos verdes. Llevaba un vestido rojo como la sangre que llevaba en mis manos y un oso de peluche agarrando con firmeza.
—No te acerques
—¿Ah? ¿Quién eres?
—Yo… soy un niño y no creo que te guste ver lo que tengo
Por cierto, ¿Y mi juguete?
—Ok, mejor me quedo aquí— Que niña inteligente, —¿Cómo te llamas?
—Teodoro Barrie
—Un gusto, me llamo Olivia Harrison y estoy perdida por aquí
Me quedo quieto, bajo la mirada hacia el conejo y es allí que me doy cuenta que la niña me está sonriendo hasta que ve el conejo.
—No es lo que parece… yo
—Ha muerto, lo viste morir y quisiste ayudarlo ¿es eso?
—Si…
—Ahh…
Nos quedamos un rato en silencio cuando ella entre risas dijo.
—¿Me vas a regalar un gato?
—¿Eh?
—Quiero un gato, amo a los gatos…
—¿Y? Yo no te daré un gato
—Bueno, entonces dame un conejo y seré feliz. ¿Te gustan los gatos o los conejos?
—Los gatos son horribles —dije gruñendo, quiero irme a casa
—¡Los gatos son hermosos! ¡Son una bola de pelos, gordos y muy dulces!
—No voy a discutir contigo sobre gatos…
—Bueno, ¿me ayudas a ver a mi papá? Me perdí en el bosque
—Vale, pero… déjame lavarme las manos que toque el conejo…
—Ok
Caminamos hacia el callo, cuando la niña de los ojos verde me observó, —Pensé que eras feo
—No soy feo…
—Eso es lo que dije. Ojos marrones, cabello marrón, tez blanca… sí, eres guapo
—Bueno, ya terminé. Vamos antes de que me arrepienta de llevarte por tu papi
—Siempre te recordaré, chico solitario
—¿Solitario? Tú no sabes nada, tengo muchos amigos y… —busco mi juguete, que lo terminó encontrando en el suelo y escondo la navaja en mi bolsillo.
Caminamos un poco más, saliendo del bosque. Ella recordó donde la había dejado que comenzó a correr, tuve que correr hasta que ella abrazó a un señor, al parecer era su chofer.
—Señor George, le presento a un amigo, se llama Teodoro Barrie
El señor al escuchar mi apellido, se puso tenso y agarró a la niña en sus brazos, sin decir nada se la llevó al auto.
Al parecer era hora de volver a casa, Teodoro Barrie.