𝟖
𝐏𝐑𝐎𝐅𝐄𝐒𝐎𝐑
ᴄᴏɪɴᴄɪᴅɪʀ ᴏ ꜰᴏʀᴢᴀʀ
No estaba tan alejada de la adolescencia, así que recordaba las emociones que me hizo sentir aquella historia. La protagonista era una chica tímida, pero que se auto-proclamaba diferente a los demás. Ella se enamora a primera vista de su profesor, un hombre con tanta confianza y seguridad en su actuar que no solo cautivaba a las chicas de la historia junto a la protagonista, sino que me cautivó a mi también. De seguro no fui la única que leyó eso y deseó conocer a un profesor como el de aquella historia.
Luego de unos años volví a leer aquella historia y la odié. Habían pasado muchas cosas en ese tiempo que me hizo ver cada aspecto de la historia de una manera diferente. Odié a la protagonista y odié al protagonista masculino también.
Fue en esa época que me gustó fantasear estar en los zapatos protagónicos ya que jamás me sentiría atraída por un hombre adulto si tuviera la edad de la protagonista que era una menor.
¿Era este hombre ese dichoso profesor? Me pregunté.
Pensé en Michael Vaughan, que fue una clara representación de ese vampiro, pero no fue fácil adivinar eso en el primer vistazo debido a que su físico y nombre no eran iguales. Si sus acciones hubieran sido diferentes, tal vez jamás hubiera aceptado la idea de que mi fantasía de joven se estaba haciendo realidad.
Si el hombre delante de mí era ese personaje, ¿qué se supone que deba hacer?
Si este hombre delante de mí no existiera, ¿habría otro personaje del cual fantaseé en la misma situación?
Mi maliciosa fantasía de joven parecía burlarse de mí ahora.
—¿Me tienes miedo, Hali? —preguntó el profesor, con un tono que sentí hipnotizante.
—No —contesté mientras sacudía mi cabeza en negación—, no.
—Entonces, ¿por qué lucías tan nerviosa en clase? —preguntó él.
«Creo que a este hombre se le olvida que hay gente con pánico escénico», escuché decir a la voz.
—Me da miedo —le contesté al profesor—, estar frente a mucha gente.
—Si es una sola persona, ¿también te da miedo? —preguntó y sentí que jaló el libro que teníamos entre nosotros.
—No tanto —contesté.
«No hubieras muerto si decías que sí», escuché de la voz.
Analicé por un momento al profesor y a primera vista solo se podía percibir un rostro quieto que solo movía sus labios para hablar. Parecía que no emitía alguna emoción en sus palabras, pero era porque de ello se encargaban sus ojos. Sus ojos parecían emitir alguna clase de emoción que me hizo sentir incómoda al notar que tan silencioso era cuando ninguno decía algo.
Dejé de sostener el libro, él de inmediato miró dónde dejé de tocar y volvió su mirada a mi ojos.
—¿No te llevarás el libro? —preguntó, sacudiendo el libro con ligereza.
—Sí, es que —dije—, no lo soltaba —susurré las últimas palabras mientras tomaba el libro y esta vez él lo soltó.
—Hasta mañana, Hali —contestó con una sonrisa que se vio formal.
Esa misma tarde, luego de haber pasado por mi casa para almorzar, salí y tomé un autobús hacia el lugar dónde transitaba más gente.
No sabía nada de este lugar, así que usé un día de la semana pasada para averiguar un poco. Busqué alguna pista que me pudieran las calles, como algo que me dijera si este sitio era algún sitio existente, pero no descubrí mucho más que tiendas de todo tipo como cualquier otro lugar tenía. El hecho de que no conociera cada rincón del mundo tampoco ayudaba, así que deduje que solo era un sitio normal que no tenía nada en especial.
Bajé del autobús en mi parada y miré a mi alrededor ya que no estaba tan acostumbrada al lugar. Centré mi mirada al otro lado de la calle, observando la librería por la que venía aquí. Sin quitarle la mirada me posicioné en el cruce de peatones esperando la luz verde.
La semana pasada vi esa librería, no me llamaba la atención por los libros o artículos que vendían, sino por las revistas. No era común ver una librería que vendiera revistas actuales, pero no me importó tanto esa particularidad ya que solo quería las revistas en las que mis actores o modelos favoritos salían.
Si tuviera la oportunidad de decir un defecto sobre mí, lo más probable sería el hecho de admirar a múltiples actores o modelos en secreto por solo su atractivo físico. Era demasiado débil ante lo atractivo que alguien podía lucir.
«Que triste no poder ver a Michael Vaughan otra vez», escuché decir a la voz.
«Si hubiera sido un alumno más, la vida hubiera sido más fácil», contesté
«Dijiste que te resultaba horrible sentir atracción hacia alguien menor», respondió la voz con algo de sorpresa
«Ah, cierto. Pero él tenía más de cien años», titubeé. «No, olvídalo, aún se ve mal.
«Ojalá el profesor no fuera profesor o nosotras tuviéramos veintiuno. Es una lástima desperdiciar un rostro así», escuché de la voz con un tono ensoñador.
«Sería mejor si tuviera un rostro más común», contesté.
La luz del semáforo cambió a verde, así que crucé la carretera junto a un grupo de gente que también esperaba.
No me tomó ni dos minutos cuando ya estaba dentro de la biblioteca, en la sección de revistas, buscando caras conocidas o atractivas en las portadas.
Tomé una revista de moda que se me hizo conocida, ya que tenía uno antes de despertar en este lugar. Sabía el contenido de la revista, pero no negué la idea de comprarlo. En mi habitación no encontré ninguna revista, así que lo sentía vacío.
La primera semana, al notar que carecía de revistas me dispuse a querer comprar algunas, pero me detuve al ser consciente que no tenía dinero y que pedir a mi madre se sentiría vergonzoso. Ya tenía la mentalidad de alguien que había trabajado y ganado su propio dinero, así que volver a ser alguien menor que dependía del dinero de un adulto se sentía incómodo.