Cuando estuve en medio del cuarto, los cuatro se vinieron hacía mí, dándome un abrazo grupal lleno de sudor.
—¡Feliz soledad! —manifestó Héctor, apretándome contra él y sacudiéndome.
—¿Les dijiste, Ringo? —manifesté, y era absurdo teniendo en cuenta que me ha lanado al escenario—. Eres peor que una vieja chismosa —enfaticé.
—Ringo es una vieja chismosa —indicó Dustin.
—Cállate. No te molestaba cuando lo conté. Chismoso doble moral —se defendió el susodicho.
—¿En serio has terminado con tu novio? —preguntó, Víctor—. ¿O es sólo una broma de Ringo?
Suspiré.
—Miren chicos, los quiero mucho. Es algo que nos les incumbe.
—¡Ay, por favor! —movió la mano en el aire, quitándole importancia con una pizca de exasperación.
—Sabemos el tamaño de la copa de tu sostén, que no sepamos tu rompimiento!
—Espera, ¿qué? ¿Cómo saben eso?
—Ringo un día quiso buscar dulces en tu armario y encontró tu sostén y eres copa 32B —abrí la boca impactada—. Bueno, como sea. ¡Vamos, suelta el chisme!
Miré por unos segundos más a Dustin procesando aquella información, de forma involuntaria cruce mis brazos.
Los únicos que se mantuvieron callados fue Ringo y el otro chico, que miraba por el rabillo de su ojo la escena, mientras se limpiaba el torso con una toalla.
Me distraje observando cómo literalmente tallaba su torso.
—No quiere decirlo, porque no lo va a dejar —Rin
A veces me daban ganas de arrancarle la cabeza por metiche. Aunque esta vez lo dejé pasar porque me permitió regresar en mí. ¿Qué me pasaba? Porque miraba a un muchacho limpiarse el torso si había otros 4 más.
Muy bien, volviendo al adúltero, se lo aclaré en mi apartamento a Ringo. Estaría sólo con él para saber quién es esa mujer y cobrarme su infidelidad, y no porque quisiera hacerme la de la vista gorda.
—Eres una mensa si haces eso —Héctor mencionó, señalándome y elevando las cejas.
Bufé.
—No sé qué les dijo Ringo, pero no estaré con él…
—No me digas que nos vas a dar la excusa de que el amor todo lo puede, porque por primera vez estoy de acuerdo con Héctor el que te diga así —abrí la boca indignada antes las palabras del de rizos.
Miré a todos con el entrecejo fruncido.
—No voy a estar con él, no lo quiero. Tampoco voy a dejarlo ir. Voy a hundirlo antes de dejarlo.
Cierto par de ojos se achicaron en análisis, otros en sorpresa y los últimos me dieron la mirada de no te cree ni tu abuela.
Dustin cruzó los brazos, los cuadritos de su abdomen se distinguieron y marcó más los bíceps.
Víctor a pesar de ser el más tranquilo me miró con curiosidad, analizándome.
Héctor es el tenía esa sonrisa de no creerme, con un toque de diversión maliciosa.
Ringo al saber ya esto, se fue al baño a cambiarse.
—¿Le vas a cortar las bolas?
—No, eso es muy tarde, Héctor. Ya se reprodujo —aclaró en un tono serio, Dustin—. Creo que debería destruir su auto. Mira, tengo a unos amigos que podían darle un escarmiento por cabrón.
—Basta —levanté mi mano a la altura de mis oídos para que se detuvieran. Me miraron expectantes—. No sé qué me creen ustedes al pensar que estaré con él a pesar de su infidelidad —guardé silencio para darles a notar que sus palabras lastimaron mi orgullo al deducir que estaría con él—. Lo voy a usar a mi conveniencia.
—No es por meterme, pero estarás haciendo exactamente lo mismo. Engañar —la intromisión del nuevo remplazo, provoca que la atención de todos caiga en él, incluso la de Ringo que ya ha salido del baño—. Te estás convirtiendo en lo que estás odiando.
Alcé la ceja y elevé mi mentón con soberbia. Qué iba a saber si apenas conocía la historia.
Había prescindido de él, o lo había intentado porque ignorar al elefante, en este caso de calzones dorados era muy difícil.
Me abrí paso hasta llegar a él. Llevaba ya puesto un pantalón negro rasgado. Como aun no lo abrochaba se podía ver el calzoncillo dorado. Se había puesto el pantalón encima del vestuario.
Volviendo la vista a sus ojos, no sin antes recorrerle el torso desnudo y detenerme en esas dos bolas que me miran con desafío, «cuando dije bolas me refería a las que hay en el rostro, mal pensadas».
Me atreví a provocar tensión en el ambiente. Sabiendo que los otros nos prestaban atención.
—A esta altura no me importa ser igual a lo que odio, porque no me convertiré en ello. Seré mucho mejor que eso.
—¿Y tú idea es estar con él efectuando el plan? —abrió las palmas enfatizando las palabras—. Creo que hay una falla en tu táctica.
—Serni, déjalo estar —intervino Ringo, Dustin le colocó la mano en la boca.
—Guarda silencio y observa como le da una cachetada de guante blanco —le susurró, con la mano en sus labios.
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Editado: 04.09.2024