Al pasar algunos días, Jean mantenía su anonimato en las conversaciones, siempre evadiendo el tema cuando se le presentaba. Temía que descubriese ella que no era atractivo, ya que él se consideraba de esa forma, feo. Myers, sin saber los motivos de porqué había tanto misterio en algo tan simple, comenzó a fastidiarse con él. Perdiendo su interés, se volvió más fría, distante. “Es un engreído”, pensaba ella. A medida que se distanciaban, Jean sabía que no podía mantener más el secreto y debía contarle, aunque no le gustara la idea.
- Verás, tú me conoces. – Escribía mientras sus dedos temblaban. – En el instituto de idiomas, no sé si habrás notado la presencia de un nuevo alumno. – Tras enviar aquel mensaje, se sentó en el sillón angustiado por la respuesta que tendría. Imaginaba los escenarios más catastróficos donde todo marcharía mal.
- ¿Acaso tú eres ese chico? – Preguntó ella. – Aquel que la profesora hace sentar solo.
- Perdón, por si no fui lo que esperabas. – Creía que disculpándose generaría algo en Ruby capaz de empatizar.
- ¿De que estas hablando? – Respondió ella asombrada. – Eres un tipo un poco raro, en el buen sentido, pero no juzgo por lo general.
Al ver aquel mensaje Jean, se alegró. Pensó que ella iba a acabar decepcionada por saber acerca de su aspecto físico. Ya revelada la identidad, retomaron aquellas conversaciones cotidianas a todas horas. Algo que habían establecido entre sus charlas, fue el de saludarse en clases y por la calle, en caso de cruzarse. Myers tenía curiosidad por hablar con él en persona. Lacer también deseaba lo mismo, sin embargo, temía comportarse torpe frente a ella.
Pasado ya unos días, decidió mandarle un mensaje con la intención de saber si es que ella tenía novio. No tenía el valor de preguntar directamente, entonces busco una forma sutil en la cual disimular algo que podría evidenciar su sentir respecto a ella.
- ¿Cuándo sales con tu novio, que suelen hacer? – Preguntó.
- Pues, las pasamos bien. Hacemos un par de tonteras, él viene a buscarme al salir de la escuela y de ahí pasamos el rato. – Respondió ella desde el otro lado de la pantalla algo asombrada por su pregunta.
En ese momento, algo se quebró dentro de Jean. Aquellas ilusiones que se formulaban en su cabeza, se destrozaron inmediatamente. Antes de contestar, divagaba si debía esperar a que ella estuviera soltera o de ultima, convertirse solo en su amigo.
- ¿Tú tienes novia Jean? – En lo que él demoró en contestar, ella envió otro mensaje.
- Que lindo que tengas pareja la verdad. Yo no tengo, considero que soy malo hablando con las chicas y tampoco he buscado a alguien. – Se hallaba destrozado por dentro. Yacía desparramado en el sillón de la sala de estar observando el techo y esperando su mensaje.
- Pero, se ve que eres buen tipo, y mira que no te conozco mucho. ¿Te gusta alguien al menos? – Preguntó Myers, curiosa por su respuesta.
- No encuentro alguien que me llame la atención de esa forma, supongo que soy algo extraño. – Respondió Jean, mintiendo.
Creyó, que la opción más sana para estar a su lado, era convertirse en un amigo cercano. Entonces, armado de valor, decidió en dar el siguiente paso: Hablar con ella en persona, algo que temía por algún motivo y que deseaba a su vez. La invitó a caminar por todo el pueblo, algo que, tanto a ella como a él, les fascinaba. Para aquella pregunta, Myers respondió que “sí, que le encantaría”. Pero dicha salida, tendría lugar recién el sábado, debido a que durante la semana se encontraría bastante ocupada con la escuela.
Esta ya era la última semana de invierno, comenzaría la primavera aquel viernes un día antes de la caminata. Los árboles volverían a recuperar poco a poco sus hojas, y la temperatura se elevaría, acabando con aquellas frías noches en las que cualquiera se congelaría estando afuera en la intemperie. Las personas del pueblo ya retomaban sus actividades con mayor prolongación, tanto laborales como actividades lúdicas en los espacios públicos.
Durante la semana, Jean se encargó de contarles la situación a sus amigos. Lo emocionaba el tener una “cita” con ella, él lo consideraba de esa forma, aunque no se había especificado como tal. De vez en cuando, por su mente transcurría la idea de que tenía novio, pero se abstenía de que iba con otras intenciones, recordando que iba como “amigo”. Planeó de que temas hablar con Myers para no aburrirla en una hoja de papel, para estudiarlo como si fuese un examen.
- No puedo creer lo que estoy haciendo. – Susurró al acabar la lista. – Falta ya menos de treinta horas para verla. Estoy emocionado y nervioso.
Eligió su vestimenta para dar buena impresión. Escogió un pantalón negro, zapatillas azules y un buzo verde con capucha. Ya planeado todo, olvidó un detalle importante. Debía pedir permiso a su madre para salir de tarde al día siguiente. La familia de Jean era estricta hasta con los horarios, por ende, debía avisar con antelación para salir, además de que sus horarios eran bastantes limitados. Caminó hasta la cocina y con un tono dulce de voz, dijo:
- Estimada madre, ¿me daría usted permiso para salir mañana por la tarde? – La miró a los ojos mientras ella preparaba el termo para merendar.
- ¿A dónde iras? – Preguntó ella.
- Con unos amigos, ¿Puedo ir? Solo será hasta las doce de la noche a más tardar. – Mintió respecto de su salida, esto era debido a que su edad, sus padres no le permitían tener pareja.