Al pasar lo acordado, un sábado antes de que acabara el otoño, Jean enfrentaría su temor para dar el siguiente paso, declararse. Ese día al no haber clases y tampoco tener que trabajar, el muchacho se tomó el tiempo de meditar durante la mañana para estar relajado durante la tarde. Ya anticipado, había solicitado permiso a sus padres para salir ese día, pero la condición que tenía era volver antes de las ocho de la tarde. El propósito yacía en ayudar a su abuelo a realizar un circuito de plomería. Acostado en su cama, pensaba múltiples escenarios y la forma más efectiva de distribuir su tiempo. En una esquina de la cama, ya tenía su mochila negra cargada con los materiales necesarios para su declaración, entre esas cosas, llevaba una flor lila porque representaba el cabello de Ruby que le parecía tan hermoso.
El joven tenía la percepción de que el tiempo pasaba demasiado lento. Durante el corto lapso de siesta, no hallaba que realizar. Intenta hablar con Myers, pero no contestaba con rapidez, pues debía estar ocupada. El muchacho una hora antes de la salida, ya vestía un buzo con capucha color azul, un pantalón negro y unas zapatillas grises. A pesar de estar todo listo, no se sentía en las máximas condiciones. No lograba relajarse, la respiración estaba alterada y padecía de sudoración en las manos. Se preparaba mentalmente ante un posible rechazo, aunque se limitaba a tener estas ideas, pues creía que, si se enfocaba en lo negativo, lo atraería.
Al cabo de un rato, llegó la hora de marchar a la plazoleta, tres de la tarde. Al salir de su casa, el joven fue despacio, ya que no deseaba ser el primero en llegar al encuentro. Cuando llegó a la plazoleta, contempló las hojas caídas de los árboles por todos lados. Al mirar hacia el banco de siempre, notó que ella no había llegado aún.
- Así que llegué primero. – Hizo un suspiro largo, y continuó caminando.
Fue directo al banco donde solían juntarse para esperarla allí. Al sentarse en ese lugar, le mandó un mensaje a Ruby para preguntarle si ya se encontraba en camino. No hubo señales de respuesta. En lo que demoraba, Jean miraba el cielo celeste pidiendo en su mente fuerzas para decirle lo que sentía. Luego de quince minutos aproximadamente, escuchó los pasos de alguien que se acercaba mientras sonaba el crujido de las hojas siendo pisoteadas. Por la derecha de donde se hallaba sentado, llegaba Ruby a paso lento. Vestía una campera negra y un pantalón negro, este era uno de sus tantos estilos.
- ¡Hola Ruby! – Gritó Jean desde el banco, mientras agitaba su mano. Ella parecía ignorarlo para saludarlo cuando estuviese más cerca. El joven la miraba a la cara sin apartar su vista, esto provocó que Myers se sonrojara y se cubriera la cara con vergüenza.
- Hola Jean. – Dijo ella, estando ya al frente de él. – No me mires así, que me pone algo nerviosa. – Reprochó con una sonrisa. – Dame un abrazo. – Extendió sus brazos hacia él.
- ¿Cómo estás? – Correspondió a su saludo con otra sonrisa. – Yo puedo verte, es divertido.
- Divertido es cuando te sonrojas, chico. – Pellizco su cuello. – Yo estoy bien. Por cierto, ¿me extrañaste?
- Claro que te extrañe. – No se quejó del pellizco, pero si se puso nervioso porque sabía que sucedería en esa juntada. - ¿Te cuento? – Ambos bajaron los brazos.
- Dime. – Respondió sin más.
- Hoy tengo ganas de caminar a muchos lados contigo. – Dijo Jean, abriendo grande los ojos. – Planeé una ruta por todo el pueblo para caminar, ¿quieres?
- Claro que sí, ya sabes que me gusta caminar, y más contigo. – Contestó, expresando algo de intriga, pues para ella, esto le sonaba inusual a como solían planificar sus salidas. - ¿Empezamos ya? – Preguntó.
- Bueno, hagámoslo. – En ese instante, él recordó que no disponía de mucho tiempo, ya que lo esperaba una jornada de trabajo a último momento. – Toma mi mano, yo te guio. – Por medio de esa pequeña acción ya quería anticipar sus intenciones.
- Bueno, pero solo un ratito. – Agarró las manos de Jean con delicadeza, lista para caminar.
Cruzaron por la avenida hacia la calle del “bajo este”, la cual cruzaba por el centro inferior del pueblo. Debido a la hora, las personas no abundaban, la mayoría descansaban en sus casas gozando de una buena siesta. Mientras caminaban, conversaban temas al azar, contemplando la vidriera de muchos locales cerrados. Dicho escenario manifestaba aquella conexión que habían tenido tiempo atrás como mejores amigos. Al llegar a una esquina, a mitad del centro, Jean se paró de repente.
- Bajemos por esta calle, por esta iremos al río seco. – Señaló con su mano una calle sin asfalto. La misma, parecía un sendero que a sus alrededores tenía casas, pero a medida que entrabas, aparecían yuyos altos de hasta un metro de altura.
- ¿Vamos al rio? – Dijo Ruby, asombrada por el camino escogido. - ¿Por qué elegiste este lugar? – Preguntó.
- Lo elegí por que fue aquí donde vinimos la primera vez, además, me parece bastante tranquilo.
- Vamos entonces, me gusta que recuerdes esos detalles. – Sonrió.
Continuaron caminando ahora por esa calle desolada, esquivando algunos insectos ocultos entre los montes. Ella mostraba su rudeza dejando que algunos bichos subieran a su ropa, mientras que Jean intentaba sacárselos rápido porque le producían incomodidad. Al cruzar el camino, observaron toda la costanera vacía. Simultáneamente ambos jóvenes dijeron: