Un futuro juntos
Aparto la mano de mis labios y me reprendo mentalmente por volver a pensar en aquel beso con gusto a cereza, sacudo la cabeza y vuelvo a fijar mi vista en el documento a corregir. Desde que aquello pasó, hace una semana, no hubo día en el que no recuerde ese beso ni en el que no desee volver a sentir el sabor de su boca. Sí, sé que está mal, pero no puedo evitarlo. Incluso durante los encuentros con Dante he fantaseado que es ella, que estamos enlazadas entre las sábanas y que mientras succiona mis pechos estoy arriba de su estómago dándole placer con un dildo; solo así logro llegar al orgasmo que antes era tan fácil de alcanzar.
Sé que él notó la diferencia, ya no puedo evitar desear siempre lo mismo, yo sobre él mientras succiona mis pechos y me dejo llevar por la imaginación, pero afortunadamente no indagó al respecto, porque siendo sincera no sé cómo voy a explicarle esto que estoy sintiendo. Me siento mal, siento que lo estoy engañando, aunque solo sea en pensamiento.
He estado tentada de volver a ese restaurante y acabar con esto, seguir con los besos e ir a parar vaya a saber Dios dónde; pero tan rápido como la idea visita mi mente, la alejo. Sé que solo es una fantasía pasajera, que lo que ella me ofrece no puede durar para toda la vida porque no es nada más que lujuria. En cambio, con Dante me siento amada y acompañada, siento la preocupación por mi bienestar que destila cada una de sus acciones. Aunque debo admitir que sus frecuentes «guardias» complican todo, evitando que alcance la relativa normalidad que tanto deseo.
Giro en mi silla buscando despejar la mente y enfocarme en el trabajo, pero finalmente me rindo. No hay mucho que pueda hacer para apartarla de mi pensamiento cuando ella regresa a mí.
Subo la música en mis auriculares y cierro los ojos dejándome llevar por la voz de Amy Winehouse, pero pronto la reproducción se ve interrumpida por una llamada: Dante.
—¡Hola, amor! —exclama en cuanto atiendo, su voz siempre carga una felicidad que fácilmente se transmite a mi estado de ánimo.
—Hola, cielo, ¿qué sucede? —indago sabiendo que no es típico que me llame a esta hora, son las nueve de la noche, su línea debería mantenerse despejada en caso de una «emergencia».
—Lo hice... ¡Finalmente lo hice! —dice casi eufórico.
—¿Hiciste qué? —pregunto sintiéndome contagiada por su jovialidad.
—Le dije a Iván que ya no trabajaré para él, llegamos a un acuerdo, mientras mantenga mi boca cerrada y en caso de emergencia pueda atenderlo, y eso es poco probable que pase porque jamás abandona su lugar en la oficina, todo estará bien. Finalmente podré ofrecerte más, ya no solo tendrás una porción de mí ni la tensión de saberme en constante peligro. Emma, podremos estar juntos sin tener que estar viendo siempre sobre nuestros hombros, ¿no es magnífico? —inquiere luego de soltar todo como un huracán.
—¿Estás seguro de que irá todo bien? —indago sintiendo la preocupación oprimirme el corazón en el pecho.
—¡Sí, cielo, todo estará más que bien! ¿Quieres que celebremos mañana? Hoy cumplo con mi última noche a su servicio y seré libre para ir y venir como me plazca.
—¿Qué tienes en mente? —contesto intentando alejar los malos pensamientos, después de todo, Iván cumplió con no lastimarme si no decía nada, no veo por qué con él no pueda suceder lo mismo.
—¿Qué dices si nos quedamos en tu casa y nos encerramos en la habitación a recuperar todo el tiempo perdido? —propone haciéndome llegar su sonrisa al alma.
—¡Me encantaría! —respondo feliz de que finalmente obtendré la anhelada normalidad que me hace falta.
—Haré unas compras antes de ir para allá, calculo que llegaré para el almuerzo, te amo —susurra y corta antes de que pueda responder nada.
҉
Hundo el mentón en mi pecho y aspiro el aroma a lujuria, luego de la primera hora de espera decidí que necesitaba sentir ese calor especial que únicamente el perfume naranja logra darme, solo en caso de que no aparezca. Mis dudas se despejan en cuanto lo veo llegar cargando dos grandes bolsas repletas de alimentos, son las cinco de la tarde, me preocupaba que algo fuera mal.
—¡¿Planeas alimentar a un ejército?! —grito poniéndome de pie en cuanto lo veo bajar de un taxi.
Estuve sentada en la entrada desde las dos, mi ansiedad no me permitía hacer nada que no fuera esperarlo. Corro hacia él en cuanto baja las bolsas y extiende los brazos hacia mí, de un salto me cuelgo a su cuello y enredo mis piernas en su cintura, él responde abrazándome firmemente y besándome como si quisiera entregarme el alma.
—Soy libre, Emma, finalmente soy libre para amarte como te mereces —dice apoyando su frente en la mía.
Luego de unos minutos me deja en el suelo, toma las bolsas y me acompaña adentro.
—¿Por qué demoraste tanto? —pregunto mientras dejamos las compras en la cocina—. Me tenías preocupada.
—Iván pasó a verme, antes solo habíamos hablado por llamada, quería asegurarse de que no me iba a arrepentir y dejar claro lo que sucedería en caso de... No importa, la cuestión es que cerramos todo como buenos amigos.
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Editado: 26.01.2023