Pasado

2

Desperté.

El negro se volvió borroso. Un dolor me golpeaba la parte de atrás de mi cráneo, es como si me dieran golpes con un martillo, uno tras de otro. Estaba desorientada.

¿Qué había pasado?¿En donde estaba?

El lugar era cerrado y estrecho, una pequeña luz se colaba por algún lugar que no desifraba.

La máquina. Reaccioné y abrí mis ojos de par en par, y mi cabeza dolió más.

Mierda.

Estaba contracturada a cagarme, como pude estire mi brazo hasta el panel de control y abrí el vidrio protector de la máquina. Me dolía hasta pensar.

¿Qué había pasado? Esa pregunta no dejaba de resonar por mi cabeza.

Intenté recordar. Primero subí a la máquina, después hablé con papá, con Lucas: y por último la encendí, iba tan rápido como la velocidad de la luz, chispas saltaban por el exterior de la máquina. Y luego negro, no recuerdo nada. Llevé la mano izquierda hacia la parte trasera de mi cabeza, y efectivamente, tenía un chichón del tamaño de una montaña. Necesitaba un analgésico y un desinflamante rápidamente, al menos para que el dolor cese.

Salí des estrecho lugarcito. Estiré mi cuerpo y hasta el último puto hueso sonó. ¿Cuantas horas estuve aquí?¿por qué nadie me sacó? Saqué el celular que traía en mi bolsillo. Las siete y treinta y dos de la mañana. Mierda, estuve más de ocho horas en esa especie de cápsula, en una misma posición. Todos se arrepentirán de dejarme aquí.

Esperen.

¿Y todos?

Di media vuelta, observando todo panoramicamente.

Estaba en la terraza del edificio Aguilar. Pero todo era distinto. Todo lucia viejo y feo. Todo cubierto de musgo y tierra.

Eso no estaba ahí anoche.

¡Nada de eso estaba ahí anoche!

¡¿Donde está todo lo que estaba ahí anoche?!

Y eso solo significaba una sola cosa.

Pero no era verdad. No podía ser verdad. Era completamente imposible.

Yo no había viajado en el tiempo.

Corrí hasta la puerta que separaba la terraza con lo que supuestamente era el laboratorio Aguilar. Ingresé y quise lorar, pegarme la cabeza conta la destrozada y vieja pared. Pero sabía que haciendo eso no lograba nada. Estaba molesta, muy molesta conmigo por no creer, pero estaba más molesta con la situación de mierda en la que estaba pasando.

Caminé escaleras abajo. Con cada paso pensaba en lo que podría hacer para volver. Traía el dispositivo con el cual me comunicaría con el equipo. Tenia notificaciones de que se habían intentado contactar, pero yo no las recibí. Joder, tenía que volver lo antes posible.

Tenia que comunicarme con ellos, salvar a mamá y volver con la máquina.

La máquina...

¡La máquina, maldita sea. La había dejado ahí tirada!.

A mitad de las largas escaleras di media vuelta y corrí de vuelta. Abrí la puerta de un empujón y di un largo suspiro al ver que seguía ahí.

¿A dónde se iría de igual manera? No lo sé, pero el pánico de no saber como volver hacia que piense cualquier cosa. Las cosas no habían salido como yo esperaban, estaban completamente fuera de mi alcance. No tenía el control, y eso me carcomia la cabeza.

Me acerqué a la máquina, y presioné un botón que se encontraba en el lateral izquierdo de ésta. Éste hacía que la máquina se encoja al tamaño de una cápsula pequeña, en forma de un maletín. Lo sé, suena imposible. Pero había viajado en el tiempo. Nada me parecía imposible ahora.

Tomé el maletín con fuerza, temía perderlo y que cayera en manos equivocadas.

Bajé los escalones, de uno en uno. El edificio estaba deteriorado. ¿Cómo podia ser eso, si para entonces mi papá ya tenía el laboratorio?

Salí, y las calles estaban pintadas con personas.

Personas, y no de la actualidad...

Vestidos del siglo pasado

Trajes muy formales como para subsistir en la actualidad...

Autos antiguos, que en mi presente no andarían y solo servirían como colección...

Jo-der.

El pánico se apoderó de mi. ¿En qué año se supone que estaba? Porque era más que obvio que no me encontraba en dos mil dieciséis.

Miré a todos lados, la gente que pasaba a mi lado me miraba raro. Por supuesto que me mirarían raro. Acababa de salir de un edificio al parecer deshabitado y casi deteriorado, con ropa muy diferente a las de ellos, con un peinado muy diferente a los de ellos, con un maletín y una cara de preocupación espantosa. Cualquier persona normal pensaría lo que ellos, era comprensible.

Caminé por aquella calle, portando un semblante regio aunque por dentro estuviera muriendo.

Sentí mi bolsillo vibrar. El sonido de lluvioso como el de una radio se escuchó a través de la tela de éste. Era el aparato, se estaban comunicando.

-Isabella- la voz de Lucas se escuchó- ¿me escuchas?¿estás ahí?.

Saqué rápidamente el aparato del bolsillo y contesté.

-Lucas- casi pegué un grito-¡Santo Dios, gracias por comunicarse! Estoy entrando en pánico.

-¿Qué es lo que sucede?- la preocupación en su voz era muy notable.

- No estoy en dos mil dieciséis- lo solté así no más, sin ningún filtro.

-¡¿Cómo?!.

-No lo sé, no sé en qué año estoy. Solamente sé que no estoy en cuatro años atrás.

-Maldicion- susurró- Esto tiene que saber tu papá.

-Por supuesto que sí, ¿en donde está él?

-El se encuentra durmiendo. No pegó un ojo en toda la noche, por tratar de comunicarse contigo.

-¿Qué haré, Lucas?- grité exasperada.

-Solo mantente tranquila, estando alterada no logramos nada.

Tenia razón, tenía que encontrar el control.

-¿Isi?-llamo mi atención.

-¿Qué?

-Estuvimos estudiando toda la noche, según algunos cálculos, tienes como mucho tres meses para poder regrasar. De lo contrario quedarías ahí para siempre, creando una fisura en el espacio y tiempo permanente; lo que llevaría a que nosotros, que estamos en el futuro, dejemos de existir. Los cálculos no son tan certeros, pero hay un 87% de que eso sea verdad.

Mierda, un ochenta por ciento es muchísimo. Tenia que volver antes de que se cumplan los tres meses, quiera o no. Pero yo quería volver en ese mismo instante, así que tres meses eran demasiado tiempo que no quería usar.




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