Pasados Peligrosos

Sumisa

La alarma suena insistente.

¡Maldito el que lo haya creado!

Está bien que sea muy útil y todo lo demás... pero para algunas ocasiones no.

—¿Por qué no te callas? —estiro mi brazo hacia la mesa de luz pero no lo siento.

¿Y el teléfono? Lo escucho sonar aún. ¿Se habrá caído?

—Lo mejor sería que la desactivaras una vez llegado al fin de semana —contesta una voz masculina algo conocida.

—Se me olvidó. Y no puedo cada tanto estar pendiente cuando tengo cosas más importantes.

El sueño me vence nuevamente al terminar de hablar...

Comienzo a cerrar mis ojos y...

Esperen...

Me levanto de golpe dándome vuelta pero consiguiendo caerme al suelo.

—Auch... —unas manos en mi cintura me ayudan a levantarme—. ¿Quién...?

—¿No me recuerdas, chica solitaria?

—Enserio no necesito compañía —cuando me deja en la cama lo veo—. Tower.

—Evelyn —su sonrisa es cálida pero a la vez siniestra, una combinación rara.

—¿Cómo hiciste para entrar? —me alejo y ahora cayendo de espaldas en el otro lado. Rápido me levanto—. Respóndeme.

—Primero quiero que te tranquilices —levanta las manos en son de paz, y justo en su mano derecha se ve mi teléfono. Lo cuál, desliza el índice ágilmente desactivando la alarma que nuevamente estaba por comenzar a sonar.

Este no me engaña.

—Llamaré a la policía.

—¿Por qué? —entrecierra los ojos.

—Una vez más te repito: quiero que te vayas o llamo a la policía—mi respiración aumenta y los nervios también.

Claro como si fuera normal despertar y ver a alguien que sólo lo has conocido una vez en la noche y sólo han intercambiado unas pequeñas palabras, de la nada aparece en la mañana como si fuese dueño de tu casa. Pfff sí, muy normal.

Levanten la mano al que le pasó eso. Yo la levanto mentalmente.

—¿No te acuerdas? —dice sonriendo de lado pero su sonrisa se desvanece rápidamente.

—¿Acordarme de qué? —me muevo con cautela mirándolo por si reacciona, y al parecer no tiene intenciones de atacar—. Solo vete.

—¿No es que querías saber por qué estaba aquí?

—No ya no —sigo caminando a la puerta.

—No huyas —pone los ojos en blanco.

—No huyo.

—Lo estás haciendo.

Y al correr a la puerta está cerrada con seguro.

No.

No puedo dar vuelta y mirarlo, es como si una fuerza invisible me lo impidiera. 
En medio del silencio incómodo, brusco coloca una mano una al lado de mi cabeza golpeando fuerte la madera. Pego un pequeño brinco por el susto. Y hace lo mismo con la otra.

Silencio.

Otra vez silencio.

No puede ser que haya encontrado a mi primer objetivo tan rápido. No puede terminar esto antes. ¡NO!

—Una linda dama se escapó de su jaula —canta como si fuese una canción de cuna, pero con ese toque aterrador—. Quiere saber algo que no le incumbe. ¿Qué hace aquí la pequeña empleada? ¿Viene a jugar o viene a engañar?

Trago el nudo que se ha formado en mi garganta.

Él sigue. Pero su mano izquierda toca mi hombro descendiendo por mi brazo para irse por mi espalda. 
Mi piel se eriza acompañado de una corriente eléctrica que me produce miedo y placer a la vez.

—...Tower —jadeo su nombre.

—A un gran experimentado no lo engañarán dos veces... A lo mejor fue más veces, pero no con la intención que piensas —se acerca a mi oído—, o que piensan hacer.

¿Qué?

—Tower.

—Shh... —mi respiración se agita más—. Todo tiene un precio. El mío... eres tú.

¿Yo? Pero...

—Escucha bien lo que diré —dejo de sentir su mano—. Intenta escapar, intenta comunicarles. Ya sé tu dirección y pronto la de ellos si me lo permites.

—¿De qué hablas? —cierro los ojos al sentir su arma en mi espalda. La tela del camisón es muy finita y puedo sentirla totalmente.

¿Hace unas horas no tenía mi vestido puesto? Que yo recuerde, dormí con eso puesto.

—No mientas. A tu amo no le gustará eso. A mí no me gusta eso, harás la excepción por ahora. Haz caso, para eso sirves no más. Sumisa —suelto un quejido de dolor cuando aprieta más el arma provocándome.

 

Sumisa.

Una sumisa debe hacer todo lo que su amo le pida, aún más si va en contra de su voluntad y juicio.

—¿Entendido Hawkins?

—Sí señor.

—Abre los ojos y mírame. Nunca me desafíes.

—Nunca, señor —digo mirándolo como lo pidió.

Sus ojos mieles brillan al verme sufrir.
Tiene mi altura así que no me cuesta mucho poder verlo. Su cabello rubio, corto y muy bien peinado le da un aspecto de buena persona. Pero no lo es.

Nadie lo es aquí.

—No llores débil.

—No lo haré... —trago el nudo—, señor.

—Con suerte te comprarán —sujeta mi mentón examinándome—. Ahora entiendo por qué nadie te compra. Ni sumisa de quinta llegas...

Porque a lo mejor no estoy destinada a esto.

Y si no lo estoy...

¿Entonces a qué?

 

Un pequeño disparo me saca de mis recuerdos y el dolor en mi pierna me invade inmediatamente.

—Tranquila —coloca una mano en mi boca para que no se escuche mi grito—. Es sólo una pequeña advertencia que hago por si vienen a verte. Cuídate, sumisa —las lagrimas no dejan de caerme.

Puedo ver, una vez que me suelta haciendo que caiga bruscamente por mi falta de fuerzas, que tenía un silenciador. 
Me corre un poco para él introducir la llave y abrir la puerta.

Otra vez sola en esto. Y mis palabras salen en un susurro de agonía:

—Ayuda...

 



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En el texto hay: pasados oscuros, juegos, verdades

Editado: 10.01.2020

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