—¿Quieres decir que… hay una Isla en el Triángulo? —preguntó Miranda.
Todos miraban a Jim con la misma curiosidad y temor, como si él tuviera todas las respuestas a las incógnitas de los Pasajeros.
—Una Isla que no debería existir —respondió Jim—. Una Isla extraña… de grandes proporciones…
—Una vez leí —Max interrumpió lentamente— que un piloto pasó por el Triángulo, hace algunos años, y durante unos segundos alcanzó a ver tierra donde se suponía que había mar. Eso no fue lo más extraño, sino lo que había en ella. Dinosaurios.
—¡Por favor! —masculló Scott—. ¿Estamos hablando en serio? ¡Ya estamos metiendo dinosaurios a nuestra aventura?
—¡Sólo te digo lo que leí!
—En efecto —dijo Jim—, hay criaturas prehistóricas en ese lugar.
—¿Qué dices? —soltó Dianne.
—Imposible —escupió Cooper.
—Fascinante —murmuró Max.
—Esta Isla… parecía nueva…
—¿Por qué siempre tienen que ser islas? —James logró levantar los brazos y miró directamente a Jim, para luego dirigir sus ojos hacía los Pasajeros—. ¿No es un poco… cliché?
—¿A qué te refieres? —quiso saber Max.
—Ya saben… La Isla de la Muerte, en Piratas del Caribe; la Isla de Lost; la Isla de la Isla del Tesoro, la Isla de Ewan McGregor…
—James, si todo esto fuera una broma, no se hubieran molestado tanto con nosotros —dijo Dianne.
—Además… tenemos a unos locos que susurran detrás nuestro, ¿recuerdas? —apuntó Scott.
—Sin mencionar al Gobierno —añadió Cooper—, que por cierto deben estar muy molestos con nosotros por haber escapado de nuestras celdas.
Cooper tenía razón. Ahora eran fugitivos de la ley pero… eran fugitivos en ese universo. Si tan sólo pudieran volver al suyo propio, se liberarían de todos los cargos.
—Volviendo al tema principal —prosiguió Jim—, creo que es importante pensar en las consecuencias de porqué están aquí.
—Nos buscan, nos quieren matar —comenzó a enumerar Scott—, ¿algo más?
—Me refiero a… ¿por qué este universo? ¿Por qué ustedes?
—El vuelo iba a ser una prueba de que el mundo estaba fuera de peligro —dijo James.
—Sí, aquí prometían lo mismo —corroboró Jim rascándose la barbilla—. No tengo nada más por el momento. Es todo lo que puedo proporcionarles, en lo que a información respecta.
—Muy bien, creo que poco a poco vamos avanzando en esto —comentó Max de un modo tranquilo y con algo de humor—; sabemos que desaparecimos del año dos mil diecisiete, a bordo del Atlantic Tres Dieciséis, y viajamos en el tiempo a mil doscientos quince. ¿Correcto? Correcto. Ahora… sabemos que estos hombres extraños nos siguen por que… no sé, estuvimos en el Triángulo. ¿Correcto? Diré correcto por que nadie responde. Bien… ahora, los del Gobierno… sí, quizás somos fugitivos por que James golpea a todo hombre que traiga una placa policiaca en el pecho, pero quitando ese tema, Jim nos sacó de prisión y dejó a una docena de agentes sin conocimiento. Eso lo pone a él en peligro, al igual que a todos nosotros, por enésima vez.
—Nos quieren como ratas de laboratorio —dijo Miranda, con una mueca.
—Si los del Gobierno nos siguen por lo que vimos… esta Pirámide… ¿tendrá algo que ver con la Isla que mencionas? —le preguntó James.
Su tono de voz había cambiado. Ya no era de molestia, o incomodidad, sino de apoyo y empatía. Estaban ya en el mismo barco, seguidos por la ley. No podían no apoyarse. Ahora, quizás no de ese modo, Jim ya era un Pasajero más.
—No lo sé, no tengo ni la más remota idea —respondió Jim—. Lo que yo viví en esa Isla tiene ya algunos años, aunque no recuerdo haber visto una Pirámide. ¿Estaremos hablando del mismo lugar?
—Nosotros no vimos tierra —dijo Scott—, sólo vimos… la Pirámide, de diferentes maneras.
—Qué extraño.
—Bueno, dejemos de hablar de la Isla —interrumpió Dianne levantándose casi de un brinco—. ¿Qué es lo que haremos ahora? Estamos en otra dimensión, en un país donde somos fugitivos, la valija de dinero está comisionada y… Allori también está con los que nos quieren de experimentos.
—Me había olvidado de ella —murmuró Scott.
—¿Quién? —Jim hizo una mueca.
—Allori —dijo James—. No era un Pasajero del vuelo, pero… es amiga de Dianne, y yo la encontré en las Islas Canarias. Poseía un dibujo del triángulo que Dianne le había mandado por fax. Era como si…
—Como si el destino los hubiera unido a ustedes —concluyó Jim—. Algo con lo que no podemos dudar, ni jugar, es con el destino.
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triangulo de las bermudas, misterio y aventura, viajes entre tiempos y dimensiones
Editado: 27.03.2019