Pase Lo Que Pase

CAPÍTULO 9

Por muy extraño que resultara, Marcus no dio señales de vida en los siguientes días. Aún así yo no me relajé y, a pesar de que mi rutina no cambió, mantenía un ojo alerta, suspicaz, esperando que en cualquier momento la bomba estallara.

Era viernes por la tarde. Me encontraba en mi habitación estudiando, ya que el primer cuatrimestre empezaba a tocar su fin. La Navidad se aproximaba y con ella los temidos exámenes. Todo el mundo estaba estresado, dedicando casi todo su tiempo libre a esa labor. La puerta de mi cuarto se abrió de golpe y Kira entró en la habitación.

—Eh, levanta tu trasero ahora mismo. ¡Nos vamos de fiesta!.

—Kira, por favor, no puedo ir de fiesta. Tengo que estudiar. Necesito sacar buenas notas.

—Vaya, y yo que creía que lo que querías era que te expulsaran. Y no me digas que es un nuevo método revolucionario que has encontrado para que te echen. ¿No habrás cambiado de idea? —dijo, de pronto ilusionada.

—Siento decepcionarte, pero no es nada de eso, créeme. Sigo queriendo irme. Pero cuando haga mi solicitud en Stanford tendrán en cuenta mis calificaciones durante este año.

—Ya, entiendo. O sea, que si logras que te expulsen de este antro de sabiduría no quieres que piensen que es porque no eres buena estudiante. Prefieres que crean que eres rebelde, pero al mismo tiempo muy inteligente y cualificada. 

—Exacto.

—Bueno, pues esfuérzate mañana, porque esta noche nos vamos con los chicos a divertirnos y en una hora estarán aquí.

—¿Qué chicos? ¿Qué lío has montado ahora, Kira?

—¿Yo? No, amiga, fuiste tú la que quedaste con Dylan y Paul para salir una noche. Así que hablé con Paul y decidimos que hoy nos iríamos a cenar y bailar para desconectar un poco de toda la presión.

—Me había olvidado —suspiré—. Además, hoy no estoy de humor para salir.

—De eso nada, compañera. Tú nos metiste a Paul y a mí en esa cita que debería haber sido entre tú y Dylan, así que vas a levantar tu trasero y vas a venir conmigo, porque si no lo haces montaré la fiesta en nuestro cuarto si es necesario. Y, créeme, no escatimaré con el volumen de la música. Tú decides.

—Está bien, Kira, tú ganas. Prefiero salir a tener que aguantar tus métodos de tortura.

—¿Ves? Adoro lo bien que nos entendemos —dijo Kira, a la vez que esbozaba una cínica sonrisa—. Sabía que entrarías en razón.

—Dios, a veces eres peor que un grano en el culo. Dime una cosa, ¿tu anterior compañera de cuarto salió por la puerta o directamente se tiró por la ventana para no tener que aguantarte?

Kira me miró con una sonrisa perversa mientras me dirigía a mi armario para buscar la ropa que iba a ponerme.

—Eso, querida amiga, nunca lo sabrás.

Puse los ojos en blanco y saqué uno de mis pantalones con forma de globo.

—¿Qué haces? ¡Deja eso ahí ahora mismo, Lia!.

—¿Qué? ¿Por qué? —dije algo alterada, lanzando mis pantalones sobre la cama como si llevaran fuego.

—¿Te vas a poner eso para ir a una cita?, ¿estás loca o qué?

—¿Qué le pasa a mi ropa? Es la que llevo todos los días.

—Sí, y ese es el problema. Las camisetas hippies y esos pantalones cagados están muy bien para dar tumbos por el campus, pero para salir a cenar no puedes ir con esas pintas. Déjame, yo te elegiré la ropa.

—Kira, creo que soy lo suficiente mayor para elegir yo misma la ropa, pero gracias igualmente.

—Pues claro, cielo, nunca he dudado de tu edad. Lo que pasa es que tu gusto en ciertas ocasiones es pésimo, así que deja a una entendida en estos temas —soltó con aire de marisabidilla, mientras me apartaba a un lado.

—Está bien, tú ganas. Entonces yo me ducho primero.

—Habrá merecido la pena solo por verte vestida decentemente —dijo, lanzándome una de sus mejores sonrisas y abanicando sus pestañas al mismo tiempo. No pude más que sonreír mientras me dirigía al baño ante ese despliegue de ironía tan típico de Kira.

 

                                                                **************

Mi modelito resultó ser un pantalón negro de pitillo, una camisa de gasa negra transparente con un top debajo, unos botines de planta baja y una cazadora. Ya me había pintado y peinado, y, cómo no, todo supervisado por mi excéntrica compañera de cuarto.

Observé a Kira. Ella había elegido un corpiño de tirantes en color negro con un pantalón ajustado del mismo color, acompañados por botines y una cazadora, por supuesto, llena de pinchos.

—Realmente esta noche estás muy guapa —dije con admiración.

—Eh Lia, no te rías de mí.

—No lo hago, te lo estoy diciendo completamente en serio. Tienes un brillo especial en la mirada. ¿No será porque tienes una cita con Paul? —dije con tono insinuante.

—No digas tonterías. Paul y yo no tenemos una cita, solo vamos de carabinas para hacerle un favor a dos amigos que al parecer son un poco tímidos —resaltó la palabra tímidos y me dedicó una mirada incriminatoria—. Además, sabes perfectamente que Paul y yo solo somos amigos.




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