Pasión Escalofriante

Capítulo 26: Madrid bajo nuestra piel

Los primeros días fueron un sueño.
Nos despertábamos tarde, desayunábamos en la cama.
Julián me mostraba la ciudad como si la pintara con palabras:
la calle Huertas, el Retiro, Lavapiés, los atardeceres desde el Templo de Debod.
Cada rincón era un nuevo escenario para nosotros.

Pero no todo era mágico.
A veces, él tenía reuniones.
Yo me sentía un poco sola.
Las calles, aunque bellas, eran extrañas sin él.

—¿Te está costando adaptarte? —me preguntó una noche, mientras cenábamos en su pequeño balcón.

—No. Pero me siento como turista en tu vida.

Julián bajó la mirada.
Tomó aire.

—Valeria…
Sé que este viaje fue un acto de amor inmenso.
Y no quiero que te vayas.
No quiero que sigas siendo visita en mi mundo.

Mis latidos se aceleraron.
Su mirada se volvió seria.
Tierna, pero seria.

—¿Quieres quedarte aquí… conmigo? Formalmente.
Compartir este apartamento.
Construir desde aquí.

Silencio.
Solo se escuchaban los murmullos de la ciudad nocturna y el tintinear de los cubiertos.

—Julián…
—No tienes que responder ahora —interrumpió—. Solo quiero que lo pienses. Quiero que lo sientas.

Esa noche hicimos el amor sin palabras.
Desnudos en todos los sentidos.
Como si buscáramos la respuesta en cada caricia.
Como si el cuerpo pudiera decidir antes que la mente.

Al amanecer, él dormía a mi lado.
Yo me senté en la ventana, envuelta en su camiseta.
Miré el cielo gris de Madrid.
Y por primera vez, me pregunté:
¿Y si esta ciudad también puede ser mía?

No lo sabía aún.
Pero algo dentro de mí empezaba a inclinarse.
No por él.
Sino porque quizá quedarse no era rendirse… sino florecer en un nuevo terreno.

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