Pasiones Ocultas [serie Ice Daggers 4]

Capítulo 2

 

 

La ciudad

 

La gran ciudad...
Apestaba.

Riley no podía caminar ni un solo paso sin chocarse con un humano torpe, detestaba las ciudades, pero lo que más detestaba era la sonrisa arrogante en el rostro de Aiden. Bueno... No tanto... Pero aun así le molestaba.

—No debería ser gracioso —protestó—. Ni siquiera hay aire puro para respirar.

—No exageres —respondió Aiden, luego inhaló aire haciendo ruido—. Me encanta el aroma de Nueva York

Riley le echó una mirada de fingido enojo ante su burla ¿Cómo podía gustarle estar en un laberinto de metal, cemento y vidrio?

—Vamos Riley, te gustará conocer esta ciudad.

— ¿Quieres conocer mis garras? —le dijo aparentando ser hostil.

—Ya las conozco, son finas y pulcras, como las de un gatito.

— ¡Hey, ustedes dos! —Aria tuvo que forzar la voz entre el ruido del tráfico y la gente— ¡Dejen de jugar y avancen!

Con un gesto de disculpa, ambos se apresuraron a alcanzar a su Alfa entre la marea de humanos, en todo el trayecto a pie desde el aeropuerto, no se habían topado con ningún cambiante, Riley no pudo evitar tener sentimientos encontrados, entre alivio y tristeza.

— ¿No hay clanes en Nueva York?

Creyó ver por un momento, oscuridad, en los ojos de Aiden, pero él la seguía mirando con esa expresión pasiva en su rostro.

—No lo creo, cuando yo vivía aquí no habían clanes, el espacio natural es muy reducido y se tendría que ser muy grande a nivel numérico para ostentar el poder sobre un territorio tan complejo y extenso.

No dijo nada más, pero aún le picaba la curiosidad por saber sobre la antigua vida de Aiden, él sólo le había dicho que había crecido ahí hasta los diez años, y que luego se había mudado a Phoenix con su hermana. Nada más.

—Hotel Ritzmond —oyó leer a Liam— ¿Es aquí?

—Sí, esperen aquí —respondió Aria—. Yo hablaré con el guardia.

Riley vio cómo su alfa caminaba con total seguridad hacia el guardia en la puerta del hotel, el humano, era alto y bastante corpulento, el tamaño de Aria se notaba a kilómetros de distancia, pero no parecía importarle, ella tenía la confianza tan grande como un elefante. Riley deseaba tener una así.

—Hola. Soy Aria Ashburn, participo del Congreso Mundial Cambiante y me hospedaré aquí con los miembros de mi clan.

El hombre la miró de arriba a abajo, como si estuviese viendo a un extraterrestre.

Humanos...

—Nombres.

—Liam Gallagher, Alexei Kutnetzovich, Aiden Lee y Riley Swanson.

El guardia revisó en un cuadernillo asintiendo con la cabeza.

—Están en la lista, pueden entrar, ahí encontrarán a un guía que les explicará cómo deben moverse por el hotel.

—Gracias.

Con una indicación, los cinco entraron al hotel. Riley abrió los ojos ampliamente, el lugar era hermoso, un gran lobby se extendía ante ella, con baldosas blancas y relucientes, las paredes estaban pintadas de blanco y salmón, en el centro habían cuatro sillones grandes dispuestos alrededor de una mesita de té, más allá de ellos, había un escritorio hecho de granito pulido que hacía de recepción, dos ascensores estaban acomodados en las paredes laterales, mientras que a lo lejos y por detrás del escritorio, unos ventanales dejaban entrar la luz. Pudo ver retazos de verde, debía haber un jardín o un patio.

— ¡Bienvenidos! —Sonó una voz suave, Riley reparó en el pequeño hombre que se acercaba a Aria—. Mi nombre es Timothy Sanders, miembro del clan anfitrión Black Diamond.

— ¿Y esos quiénes son? —le susurró despacio a Aiden.

— ¿Y yo qué sé? —contestó haciendo un gesto con los hombros.

—Y ustedes son...

—Ice Daggers —respondió Aria con impaciencia.

El hombre abrió sus ojos ampliamente, el suave color verde se iluminó, desencajaban en su cara ancha y su cuerpo relleno, tenía una apariencia algo torpe.

—Oh ¡Me alegro mucho de conocerlos!

Ahora nos tratan como curiosidades en una tienda de regalos, pensó, Riley se sintió frustrada e indignada.

—El clan Black Diamond se honra con su presencia y...

—Estoy segura de que el alfa de los leones lo hace —lo interrumpió Aria—. Ahora ¿Puedes indicarnos nuestras habitaciones?

El regordete rostro de Timothy se coloreó de rosa.

—Mis disculpas, aquí les dejo sus llaves, ustedes ocupan cuatro habitaciones del quinto piso, cada una está equipada con un baño, dos camas, televisión, internet y servicio de comida, disfruten su estadía en el hotel Ritzmond.

Cuatro habitaciones. Uno de ellos tendría que compartir habitación.

—Gracias —le dijo secamente al guía—. Andando.

Subieron al quinto piso y después de comprobar la seguridad, Aria dividió los lugares.




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