Pasos hacia el Destino

Capítulo 96, Encuentros

·········✦༚༒༚✦·········

Una vez adentro del teatro, Isabel, Juana y el resto de las chicas siguen a la ayudante que las dejó entrar. En sus cabezas, no podían creer que se estaban acercando a ver a Shi’el en persona y cuando entran al siguiente pasillo, se encuentran en un almacén repleto de cajas encima de otras, que revozaban de disfraces, uniformes, zapatos y muchas otras cosas. Hasta el olor de las telas y los cueros, pintan los prestigiosos materiales que se han de haber usado.
Se detienen un momento, fascinadas, para apreciar el gran trabajo que cada evento trae consigo al ver los maravillosos vestidos colgados en las perchas. Estos relucían bajo la luz, y más de una estira la mano con la tentación de tocarlos.
—¿Realmente la vamos a ver? —pregunta Isabel, muriéndose con las ganas de tomar fotos y unos ojos que no dejaban de brillar.
—No es seguro, pero al menos estamos aquí —responde Juana con los mismos ojos, manteniendo su libro musical pegado a su pecho.
—Gracias por haberme traído. Es impresionante que tengan esta clase de conexión para poder entrar a un lugar como este —comenta Isabel.
—¿Conexión? Si te refieres a por qué nos dejaron entrar, es porque ellas dos son primas —dice Juana, señalando con la mirada a las dos que están adelante—. ¿Lo escuchas?
Isabel asiente.
Antes de entrar al escenario del teatro, todas escuchan taconeos, saltos, jadeos y voces de gente que se movía de un lado a otro, y en el momento en que una de ellas iba a cruzar la cortina, la ayudante de trajes la agarra para explicarles lo que tienen que hacer.
—Traten de mantenerse ocupadas y afuera del camino —les explica—. Pueden ver el ensayo, pero pónganse a limpiar cosas por aquí y por allá. Muevan cajas o lo que sea, y si alguien les pregunta quiénes son, respondan que son voluntarias. Aquí pueden dejar sus cosas en esta caja y cuando todo acabe, Shi’el nos va a dar a todos un autógrafo de agradecimiento.
La noticia alegra a cada una de ellas, que de inmediato ponen sus pertenencias y libros-musicales adentro de la caja. De pronto, la misma mujer, que hasta ahora no le había dirigido la palabra, se vuelve hacia Isabel.
—Hola —dice la sastre, que tenía varias clases de tijeras en sus bolsillos y alfileres clavados en su gorra.
—Hola… ¿sí? —responde Isabel, algo nerviosa.
—Ponte esto.
Le entrega un mandil blanco algo arrugado y le acomoda un gorro de sirvienta sobre la cabeza, desalineando ligeramente su peluca.
—Te ves mejor así. Nadie va a prestarte atención. Bueno chicas, es hora. Tengo que volver a mi trabajo. Mientras tanto, háganse las ocupadas… y disfruten del resto de los ensayos. Estoy segura de que va a comenzar en unos minutos.

—Gracias —dicen varias a la vez, contentas por la oportunidad.

Las seis cruzan las cortinas, y ven a varios de los bailarines ensayando sus pasos, otros leyendo, y unos que otros probándose los trajes. También ven o mejor dicho, escuchan a los instrumentistas tocando algunas de sus notas. Para ellas esa escena era mágica, que las ponía bien cerca de un mundo que solo podían imaginar: un mundo de estrellas.
—Creo que sería mejor que nos separemos —sugiere una de las chicas, a lo que las demás asienten.

Rápidamente se dividen para perderse entre otras personas, en sombras o lugares que no llamen mucha la atención. Juana e Isabel se quedan juntas, buscando algo qué hacer sin perder de vista el escenario.

Tras unos minutos, un silbato anuncia el comienzo del ensayo. Las luces se apagan, dejando el lugar en un silencio anticipante, roto solo por el ocasional estornudo. Ninguna de ellas puede ver con claridad, solo siluetas de alguien que aparece en el centro del escenario. Entonces, una luz se enciende desde arriba, como un rayo de sol, revelando a la anticipada Shi’el con un vestido blanco medio transparente que tocaba el suelo.

Todas, incluyendo a Isabel, se congelan en su lugar con ojos que se quedan atrapados en ella.

Shi’el guarda silencio mientras una melodía comienza a sonar. Parecía ser una pieza que nadie había escuchado antes, como la llegada inminente de un esperado día.

—¿Esa es una nueva canción? —pregunta Isabel, acercándose a Juana.

—Sí, lo es… —confirma Juana, ladeando la cabeza al compás de la música.

La melodía arranca con una nota melancólica, suspirante. Luego, las palabras de Shi’el llenan el aire con emoción. A través de la canción, revela la historia de una persona que ha encontrado el amor de su vida, describiendo cómo pudo ganar un gran concurso y está a punto de superar los últimos obstáculos de su vida para alcanzar finalmente la felicidad.

En ese momento, una figura con un vestido de boda cruza el escenario y se detiene al lado de Shi’el.

—¿De quién estará cantando? —pregunta Juana, observando a la mujer al lado de Shi’el, que logra reconocer—. Ese es su prometido.
—Sí, lo es —responde Isabel con el ceño abierto de sorpresa—. Podría ser que esté cantando de la maga con la maldición.

Juana estaba por comentar algo más, cuando Shi’el suelta una nota que resuena por todo el teatro. La palabra “Liyul” se eleva al cielo en forma de una exclamación triunfal.

En cuanto la canción llega a su final, Shi’el envuelve a Águila en un abrazo y, con una alegre expresión le dice:

—Te deseo lo mejor, mi querida amiga.

Isabel y Juana se quedan mudas e inmóviles, soltando lágrimas ante lo que acaban de ver.

Para terminar, Shi’el le da un beso a Águila en la mejilla justo antes de que todo el lugar quede oscuro. En segundos, las luces del teatro se encienden a la vez, marcando el final del último ensayo en aplausos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.