La pequeña Thais se encontraba parada sobre el umbral de la puerta mientras revisaba por milésima vez si finalmente su madre se dignaba a llegar por ella de una vez por todas. Era la primera vez en su corta vida que tenía que esperar tanto tiempo para que la recogieran al salir de clases, ni siquiera le gustaba ir a la escuela, pero allí estaba, desperdiciando el poco tiempo libre que tenía en lugar de estar en su casa haciendo algo más entretenido.
Dirigió su mirada al reloj ubicado en la pared; genial, las tres con catorce, Incluso si corriera más rápido que un guepardo no lograría llegar a su casa a tiempo para ver el final de la novela de las tres treinta. Aunque su mamá no permitía ver novelas, ella de igual manera lo hacía a escondidas. Sin más, salió de su salón sin importar si su madre la regañaba por no haberla esperado dentro de este, ella necesitaba un poco de entretenimiento para poder aguantar esa interminable espera.
Por otro lado, en el salón continuo al de Thais, se encontraba la pequeña Hazel observando la lluvia chocar contra la ventana mientras esperaba a que su madre llegara por ella. Recién se habían mudado a la ciudad hace unas pocas semanas porque la antigua casa de su antigua ciudad había sido hipotecada por su tía, la hermana de su padre.
Ella no entendía a qué se referían con la palabra ''Hipotecar'', pero para ella estaba bien, de esa manera no tendría ver la fea cara de su tía Melia todos los días. Tener que esperar algunos días ya se había vuelto una algo normal para ella, su padre seguía trabajando en su antigua ciudad por lo que para volver a casa tenía que hacer un recorrido de dos horas, por lo que era imposible que él lograra ir por ella. Mientras que su madre tenía que ir constantemente al médico por ordenes del mismo, cuando esto sucedía; su madre llegaba con algo de retraso, pero eso tampoco le molestaba ya que normalmente solía esperar junto a la maestra, quién hace unos minutos había corrido al baño por un dolor en su estómago.
Su tiempo de paz se detuvo cuando escuchó a alguien caminar fuera de su salón, siendo seguramente la maestra, decidió no voltear para así seguir viendo la lluvia caer. Se asustó fuertemente cuando vio de reojo a una niña de cabellos dorados frente a ella.
— ¡Hola, me llamo Thais! — Habló mientras le regalaba una enorme sonrisa.
— ¿Theyz...?— Preguntó la otra niña con dificultad.
— No, Thais. Con la ''i'' del puntito. — Respondió mientras tomaba asiento a su lado. — ¿Tú como te llamas?
— Hazel. —Respondió sin más.
Thais, al ver que Hazel no pretendía continuar la conversación, decidió hablar ella en su lugar. — Me gusta mucho el color de tus ojos, te diré avellana. — Hazel miró a Thais como si esta le estuviese haciendo una broma.
— Esa es la razón por la que me llamo Hazel. —
— Oh. Entonces te diré Hazel...— Respondió Thais apenada mientras que un ligero color rojo se apoderaba de sus mejillas. Hazel, al ver lo tierna que se miraba la intrusa no pudo evitar sonreír. Al mismo tiempo, Thais admiraba la linda sonrisa de la avellana junto a ella.