Había pasado media hora desde que llegamos a casa de Beatriz y por fin ya estábamos listas para salir.
Beatriz se encargo del maquillaje, sencillo y natural. Nos habíamos puesto ropa casual: shorts de mezclilla color agua clara y (como pago por su buena acción) me obligó a ponerme una blusa celeste de tirantes con un letrero dorado: Little Bird Wants Beer, mientras ella llevaba un corto top rosa strapless con una chaqueta denim.
-Espera. -Beatriz se detuvo mirando algo en su teléfono y, como era costumbre en ella, se tardó sus buenos diez minutos chateando con "quién sabe quién."
-¿Terminaste? -Pregunté golpeando con impaciencia la punta de mi tenis contra el suelo.
-Espera... -Apresuró sus dedos y tecleó algo a la velocidad de la luz. -Vámonos... -Dijo en un suspiro.
Caminamos un rato pero había algo que me molestaba, no podía sacármelo de la cabeza así que pregunté:
-¿Es enserio Betty? -Ella me miró algo distraída mientras cruzábamos la calle desierta.
-¿Qué? -Camine hacia la otra acera señalando mi blusa. Una sonrisa comenzó a asomar por sus labios. Automáticamente los apretó con fuerza en un intento inútil de esconder su gozo al ver mi rostro enojado.
-Estoy arriesgándome a que tu padre me mate. Es lo menos que puedes hacer por mí. Además... -Hizo una pausa. -Nadie lo va a notar... -Su tono fue tan extraño que me causó escalofríos.
Pero era cierto que nadie se iba a fijar en lo que ponía mi blusa. Todos estarían demasiado ocupados divirtiéndose. Como fuese, seguía carcomiéndome la cabeza con ese asunto. Empezábamos a caminar en dirección a la plaza donde nos reuniríamos con los demás cuando noté que me tomaba una foto.
-¿Por qué tengo la impresión de que compraste esta blusa para mí? -Acusé y respondió con una risa nerviosa. -¡Lo hiciste! -Grité y me detuve en seco cruzándome de brazos.
Ella se colocó detrás de mí y comenzó a empujarme haciéndome caminar. -No te detengas. -Transcurrieron barios segundos en silencio hasta que volvió a hablar. -Te lo voy a confesar ¿vale?...
-En realidad... -Cerró los ojos con fuerza y los abrió de golpe diciendo: -Mandé a hacer la blusa para ti.
-¡Lo sabía! ¡Beatriz! -Contuve el aire en mis mejillas como acostumbro hacer cada vez que estoy enojada o algo me molesta. Volví a detenerme lista para discutir con mi bromista mejor amiga.
-Admite que es gracioso. Te juro que la veo, te veo, recuerdo tu nombre, y me viene a la mente esa película... ¿Cómo se llamaba?
-¿Río? -Inquirí.
-¡Esa! -Comenzó a reír con fuerza. -Eres idéntica al pájaro ese, incluso se llama igual que tú... -Su humor fue en picada cuando la acerqué a mí de forma algo brusca por el cuello de su chaqueta.
-¿Me ves cara de pájaro?
-No. Pero tus hermanitos siempre me recuerdan esa película y no pude evitar hacerte la broma. -Juntó ambas manos en señal de súplica. -Lo siento. -Musitó y yo la solté.
-¿Que sucede? -La voz de Alex hizo que ambas mirásemos en la misma dirección.
Un lindo chico de cabello rubio y ojos verdes se acercaba desde la esquina. Se mostraba cauteloso, como si temiese involucrarse en nuestra discusión.
-Nada. -Soltó Beatriz. -¿No deberías estar hablando con tus amigos o algo? No sé. -Dijo con su tan natural desprecio hacia nuestros amigos hombres.
No es que no le agrade Alex. Nos conocemos desde los once años y los cinco somos como hermanos. Pero Beatriz tiene, por así decirlo, una forma de ser única a la que todos nos hemos acostumbrado.
-No han llegado. -Informó con sorna y por fin llegó hasta nosotras. Apenado, nos dedicó una sonrisa de disculpa. -Dejé a los gemelos esperando y vine a buscarlas porque tardaban mucho.
-No son gemelos, son mellizos. -Lo corrigió Betty. En su tono iba una clara invitación para comenzar a discutir.
Observé a Alex suspirar y Betty pincharle el brazo con una de sus bonitas y bien arregladas uñas. A mi amiga le encanta discutir y mi amigo no le tiene mucha paciencia. Alex me miró suplicante y luego apartó la mano de Beatriz lejos de su brazo con un manotazo.
-Ya casi llegábamos... -La interrumpí cuando iba a empezar a protestar
Intenté explicar el por qué de nuestra tardanza pero me detuve cuando lo vi sonreír. Al seguir el sentido de su vista noté el motivo de su diversión. Había leído el letrero de mi blusa.
-¿Es enserio? ¡Tú también! -Lo acusé, consciente de que él no tenía la culpa de que la blusa resultase divertida para ellos.
Desde que estábamos en primaria, y mucho antes en el caso de mis hermanos, me han comparado con ese personaje solo porque llevo el mismo nombre y tal vez, solo tal vez, mis pómulos resalten un poco en comparación a los de los demás. Sumando a eso que, cada vez que estoy molesta, inflo mis mejillas hasta que duelen.
-¡Vamos! -Dijo Beatriz mientras me halaba para que no fuese yo quien comenzase una discusión.
Casi me arrastró hasta llegar a la plaza donde nos esperaban Daniel y Zaday. Nuestros queridos mellizos nos esperaban recostados de una banca y se voltearon al oír nuestras voces. Noté como ambos fijaban la vista en mí con marcado interés. No me pasó desapercibido como ambos se sonrieron. ¡Maldita blusa!
-¿No han llegado? -Preguntamos los tres al unísono.
-La única van que ha llegado es esa. -Daniel señaló un auto color negro estacionado a unos metros de nosotros. -Y no creo que sea la de tu amigo.
-No lo es. -Respondió Alex haciendo que mis esperanzas de ir a la fiesta disminuyesen. -Los llamaré para...
-Pist. ¡Oye! -Miré a Zaday. -¿Y esto? -Se acercó a mí y tiró suavemente del borde inferior de la blusa.
-Betty. -Ella entendió mi respuesta.
-Lo bueno es que esta es una broma privada. Solo nosotros lo notamos. -Suspiré. Tenía razón.
Zaday, muy por el contrario a Betty, era divertida y amable por naturaleza. Piel morena, ojos marrones y un hermoso cabello largo, negro, sedoso y muy brillante.