Más enfermos que en Grey's Anatomy
—¿Qué acabas de decir? —pregunte terminando de subir las escaleras hasta llegar a su altura.
Sebastián volvió la cabeza y casi de inmediato palideció. Melissa a su lado solo hizo una mueca de espanto antes de, literalmente, salir huyendo. Sebastián quiso seguir sus pasos, pero se lo impedí, lo tome del hombro y lo obligue a quedarse en su lugar.
—Repítelo —pedí y él hizo una mueca antes de responderme.
—No se lo puedes contar a Lis, aún no.
—¿Te estás escuchando, imbécil? ¿Cómo no se lo vas a contar? Se supone que es tu novia, en las buenas y en las malas —le tire un manotazo en el hombro y él se llevó una mano a esa zona, adolorido.
—No es tan fácil hacerlo como decirlo —renegó—. Lisa no está lista para saberlo, y menos después de todo lo que paso.
—¿Te refieres a después de que la engañaras sin remordimiento alguno? Pues sí, no mereces el perdón —chasque la lengua e intente mantener mis pensamientos claros, quizás y hasta tenía un poco de razón a cerca sobre la preparación mental de Lisa con este tema.
—¿Tanto me odias? —Farfullo cruzándose de brazos—. Yo la quiero, no dudes de eso. Solamente que esto... es cosa mía.
—No te odio Sebastián, solo no sé si eres el indicado para Lisa, ocultarle algo como esto, es... too much.
—Yo sé que es too much —imito mi voz en forma de burla. Me limité a ponerle mala cara—. Pero a mí me costó asimilar la noticia, imagínate a ella.
Me quede callada un momento, tratando de procesar toda la información que había recibido de golpe y solo se me ocurrió decir una cosa... creo que fue la más adecuada. Lisa estaría orgullosa de mí sí me escuchará.
—¿Cómo estás? —murmure.
—¿Eh?
—Qué ¿Cómo estás?
—Haber dilo un poco más alto que no te escucho.
—¡Aish Sebastián! Qué ¿cómo estás?
—Aún sigo sin... —le tiré un manotazo para que dejara de molestar, Sebas soltó una pequeña risa—. Estoy bien, estoy llevando un tratamiento para que el tumor se encoja y luego lo puedan extirpar, la cosa esa no es tan complicada. Lo que sí es un poco difícil son los síntomas, los dolores de cabeza, las náuseas, la visión borrosa, los cambios de ánimo, y todo eso ya sabes, pero por lo otro, según yo, estoy excelente —tendió los pulgares arriba y sonrió. Ese gesto me convenció todavía menos, sin embargo, preferí no decírselo.
—¿Y Lis aún no sospecha nada? ¿A pesar de los síntomas?
—Cuando me siento así prefiero alejarme de ella, es mejor. Así que no, ella ni lo sospecha.
O quizás sí, pero los está malinterpretando y piensa que realmente él no quiere estar con ella.
—Debes decírselo.
—Lo voy a hacer —respondió monótonamente como algo que estaba acostumbrado a decir, sin embargo, su respuesta me convenció.
—Más te vale — amenacé antes de entregarle el gorro que se le había caído hace un rato, y darme la vuelta para irme a clases.
¿Tendría un sello de tardanza? Efectivamente ¿Lo valía? No tenía duda de eso.
—Sasha —me llamo y yo me di la vuelta solo para escuchar lo que tenía que decir—. Gracias, yo mismo se lo diré cuando crea conveniente.
—No me des las gracias, no he hecho nada, nada más díselo y ya, ella lo entenderá, lo sabes —y así sin más me fui sin esperar una respuesta a cambio.
(...)
Me dirigía a la salida cuando un chico de gorra azul me intervino en medio el pasillo, ni siquiera sabia quién era, solamente sentí su mano envolverse en mi muñeca y luego empezó a guiarme a un lugar apartado.
—¿Qué, rayos? ¡Suéltame! — exclamé mientras intentaba zafarme de su agarre.
El chico se dio la vuelta y con una sola mirada me hizo callar. Sus ojos marrones que a mí me gustaba comparar con el café de la mañana pegaron directo en mí. No tenía ni un gesto en el rostro, más que esa mirada inexpresiva, que me respondió de inmediato, sus ojos me dijeron que me dejara guiar, que mantuviera silencio, y los escuche, hice caso.
Maldita sea, odiaba que aun con una mirada me dijera más que mil palabras, ese efecto seguía presente en mí a pesar de todos estos años separados.
Me llevo hacia unas escaleras abandonadas, donde los murmullos de los demás alumnos ya casi no se escuchaban. Se quitó la gorra y se sentó esperando que yo hiciera lo mismo a su lado. No lo hice, no podía obedecerle dos veces, por el bien de mi dignidad.
—¿Qué quieres? ¿No puedes dejarme en paz? ¿Tanto me extrañas? —hice un mohín y el bufo cansado al verme.
—Es importante —fue lo único que respondió, se frotó la cabeza de manera ansiosa antes de volver a tomar la gorra y ponérsela. Levanto la mirada en ese momento y me recorrió de cabeza a pies antes de formar una pequeña sonrisa disimulada que pude captar.
—¿Qué?
WiK soltó una especie de risa rara antes de mirarme directamente a los ojos. Lo que percibí de su mirar, no me gusto para nada, estaba... ¿Triste?
—Si mi mamá te viera, probablemente no te reconocería. Pareces una muñequita Barbie, antes eras más... como... diferente.
—¿Se supone que debo tomar eso como un cumplido o como una ofensa? —cuestione.
—Como quieras, me agradan ambas versiones, cada una tiene su encanto —aseguro con un movimiento de cabeza.
—¿A qué me has traído aquí? —solté directamente, cambiando el rumbo de la conversación. Estaba esperando una respuesta igual de rápida que mi pregunta, lo bueno es que WiK sabía captar ese tipo de formulaciones.
—Mi mamá... —murmuro volviendo a agachar la cabeza—. Para mí no es fácil pedirte esto, es extraño, después de todo lo que paso... pero lo hago por ella.
Mi corazón se detuvo por un segundo—. WiK, no me asustes, ¿Qué le ha ocurrido a Susana?
Él se mordió el labio inferior y negó. Mis ansias aumentaron—. No me digas así —supe a lo que se refería y asentí—... y bueno... ella quiere verte.