Pensé que sería Feliz

Capítulo 12.

La soledad de una habitacion blanca.

Baje de su auto sin ganas de despedirme, y de buena fe, Wik tampoco dijo más, se limitó a asentir con la cabeza e irse.

Antes de abrir la puerta de casa, decidí mandarle un mensaje a la única persona que sabía comprendería mi situación y me escucharía con gusto.

La única persona con la que sabía podría desplegarme y contradecirme mil veces y no me iba a juzgar, ni siquiera con los pensamientos.

¡Karsten! ¡¡¡Te necesito!!!

10:32 pm✓✓

Sonreí para mí misma cuando vi las dos palomitas marcarse de azul, espere pacientemente ver el escribiendo debajo de su nombre, pero después de un minuto nada paso. Fruncí el ceño.

¿Qué rayos?

¡¡Karsten!! ¡¡Contéstame por fa!!

10:33 pm✓✓

Las palomitas volvieron a marcarse de azul y a falta de una respuesta inmediata volví a escribirle.

¿Por qué me dejas en visto? ¡Voy a llorar! ¡Contéstame, es de vida o muerte!

10:34 pm✓✓

Dramaticé un poco en el mensaje, con la esperanza de que me respondiera al instante, pero al ver que los dos pajaritos volvían a verse de color azul y una respuesta de su parte no aparecía en el chat, decidí llamarlo, y me colgó a la primera ¡A la primera!

Esa fue mi señal para darme por vencida, ese día. Ya mañana lo buscaría en el instituto y le daría un gritón tan intimidante que nunca más me dejaría en visto, otra vez, o eso esperaba.

Introduje la llave en la cerradura y entré en casa. Demore en percatarme que la luz del salón seguía prendida.

¿La había dejado así al salir? No que lo recuerde.

La voz de mi papá me hizo caer en cuenta de que yo no era la irresponsable de la luz.

—Lo volvió a intentar —fue lo único que dijo ni bien me vio entrar.

—¿Qué cosa? —cuestione sin captar lo que decía.

Me señalo el sillón que tenía a mi lado y me indico que me sentara.

Con ese gesto supe que nada bueno podía salir de sus labios.

—Volvió a intentar quitarse la vida —fue lo que me dijo y por un segundo mi corazón se detuvo. En realidad no fue por la noticia, no del todo. Lo que hizo que se me revolviera la barriga fue esa primera palabra, volvió. Me hizo preguntar, ¿Qué era lo que había desencadenado esa reacción? ¿Por qué volvió a caer? ¿Qué paso?

Creo que no mostré ni una expresión en el rostro por lo que mi padre siguió hablando.

—La he encontrado con un puñado de pastillas en la mano, no logro lo que quería porque llegué a tiempo, porque estuve aquí cuando debiste estar tú, Millisens, debiste...

—¿Es en serio? ¿Me vas a echar la culpa por esto? ¡Tengo una vida! ¡No puedo ser su niñera! ¡Tú no debiste darle esas pastillas, para empezar! ¡Sabes que debía aguantar, es lo que dijo el doctor!

—¡Solo quería que estuviera bien! No te estoy echando la culpa, nada más, quiero que me avises cuando salgas para poder venir antes y vigilarla.

Cerré los ojos aguantándome mis opiniones.

—Está bien —fue lo único que pude murmurar— ¿La has dejado en la clínica? —cuestioné y él asintió—. Ve donde ella, ya iré yo mañana por la tarde. Necesito... necesito dormir.

—Millisens, eso no fue lo que quise decir... No te estaba culpando.

—Da igual.

—No, sé que no te da igual. No quise insinuar eso.

—Bueno, pero ya lo hiciste. —fije mi mirada en la pared más lejana y me quede viéndola, intentando tranquilizarme un poco— ¿Qué paso? ¿Por qué volvió a las pastillas?

—No lo entenderías.

—Ya no soy una niña. Puedo entenderlo.

—No, no puedes.

—¡Sí que puedo! ¿Qué ha sido ahora? ¿Se acordó de Alessandra? ¿Encontró alguna de sus cosas y se deprimió? ¿Fue por Jeff?

Papá palideció al escuchar ese último nombre y supe que había acertado, sonreí sin una pizca de gracia.

—¿Por qué? Jeff está muerto y ella lo odia, ¿Por qué deprimirse por él?

La ironía de la vida. Mientras que por lo general mis padres se deprimían por Alessandra, yo al único que extrañaba era a Jeff. También era porque él era el único de los dos a quien podía recordar. Mis memorias con Alessandra eran tan borrosas que de un tiempo para aquí había dejado de intentar encontrarlas.

—Aunque ella diga que lo odia, yo no creo que lo haga. Es su hijo a pesar de todo.

—Claro, a ella le importan mucho más sus hijos muertos, que a la única que está viva. A mí que me pase un camión por encima, que interesa —murmure en voz baja, como una resentida. Es que lo estaba.

—¿Qué dijiste? —pregunto y yo me apresure a decirle que no había dicho nada. Me creyó al instante—. Tu madre esta muy mal, necesita descanso y...

—Te necesita a ti. Ve a la clínica y quédate con ella, yo... me voy a dormir —me puse de pie y sin esperar a que me respondiera me di la vuelta y salí corriendo a mi habitación. Cerré la puerta de un portazo y me dejé caer con la espalda pegada a ella.

Por un segundo lo pensó, por un segundo él realmente creyó que la culpable era yo, que había intentado suicidarse por no estar ahí, por no estar con ella.

Otra vez... otra vez la misma rutina, ir todas las tardes a la clínica, quedarme sentada en ese lugar por horas y volver, todos los días, hasta que se recuperara. Hasta que se recuperara y volviera a caer. Como un maldito bucle infinito. Odiaba esto, odiaba tener esa sensación de volver a revivir algo que creía superado. Todo de nuevo, todos los sentimientos, todos esos pensamientos, toda mi vida, repitiéndose frente a mis ojos.

(...)

A la mañana siguiente lo primero que hice ni bien llegue al instituto fue ir en busca de Karsten, pero no lo encontré por ningún lado, ya le había dejado muchos mensajes y llamadas, pero nada que me contestaba. Seguía confundida por lo que había pasado el día anterior, necesitaba respuestas respeto a su actitud, pero esa no era la principal razón por la cual lo buscaba.



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En el texto hay: romace, novelajuvenil, cliche

Editado: 18.03.2022

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