Flashbacks.
La novena semana coincidió con una visita de mi tía Dorian. Paseábamos por la alameda, una tarde, cuando sentí el primer pinchazo, al cual ignoré pensando que era un pinchón más. Quizás si le hubiera tomado más importancia, ahora no estaría contando esta historia.
El dolor aumentó después del almuerzo. Le pedí que regresáramos a casa y ella me trajo de inmediato.
Lo primero que hice al llegar fue encerrarme en el baño, sentía mi ropa interior manchada, como cuando me venía la menstruación, la misma sensación, pero con mucho más dolor.
Me senté sobre el retrete y luego ya no me pude pararme, me quedé encorvada en esa posición, con las punzadas cada vez más presentes y dolorosas.
No supe que hacer en ese momento, la preocupación me invadió por completo y las ideas se me bloquearon, gracias a lo que había estudiado en clases pude darme cuenta de que esto no era algo normal en un embarazo saludable, por lo cual me asusté aún más.
No supe que hacer, miré desesperada cada rincón del baño intentando encontrar ayuda, y solo se me ocurrió una cosa.
—¡Tía... po-podrías venir, po-por favor!
Escuche sus pasos acercarse de inmediato.
—¿Sasha? ¿Qué ocurre, cariño? ¿Estás bien? —pregunto a través de la puerta del baño y yo únicamente pude dar un grito. El dolor acaba de aumentar— ¿Sasha? ¡Contéstame o voy a entrar!
Intente contestarle, pero antes que pudiera un gemido abandono mis labios. La tía Dorian abrió la puerta de un empujo y entro, encontrándome en una posición poco favorable. Se agachó hasta quedar a mi altura y me miro.
—¿Qué te ocurre? —preguntó intentando mantener la calma.
—Yo... yo... —solté un grito en forma de suspiro.
—¿Qué te ocurre, Sash? ¿Debemos ir al doctor? —pregunto empezando a sospechar que lo que me ocurría no era algo leve.
Solo la miré y ella lo entendió.
—Vamos al doctor. Te ayudo a ponerte de pie —paso su brazo por debajo de mis hombros e intento levantarme. Me mordí el labio inferior para no gritar, pero aun así no pude evitar soltar un gruñido débil.
—No puedo... no puedo —le dije con la voz débil y ella me miro aún más preocupada.
—Tú eres muy fuerte, solamente debemos llegar al auto, solamente eso —me alentó—. Vamos. Yo sé que puedes.
El camino del baño al auto fue un transcurso que apenas y puedo recordar.
Recuerdo haberle pedido que me llevara al hospital más lejano que encontrará. Lo último que quería era encontrarme a alguien pasando por todo esto, era lo último que me faltaba.
Me miro curiosa, pero asintió.
Al llegar, empezó a dar gritos de un lado al otro para que me trajeran una silla de ruedas para poder movilizarme.
Unas enfermeras se acercaron y me ayudaron a bajar del auto. Me preguntaron mil cosas y yo me encontraba tan aturdida que no pude entender ni una sola de sus consultas. Solo murmuré un par de palabras para que pudieran ayudarme:
—Yo... yo... un bebe...
Su rostro cambió por completo y empezó a llamar más gente.
—Llamen a maternidad, posible aborto espontáneo —le aviso a otra enfermera, la cual de inmediato salió corriendo.
—¿Q-qué? ¿Qué estás pasando? —me aferre del brazo de la enfermera esperando a que esta me contestara, más no lo hizo, nada más, me ignoro y empezó a llevarme a una habitación.
Ni siquiera tuve el valor para darme la vuelta y mirar a mi tía, no quería ver la decepción en su mirada, no en ese momento.
La puerta se cerró y la perdí de vista.
—¡Dígame que pasa, por favor!
—¿Eres menor de edad verdad? —asentí y ella apretó los labios—. ¿Cuántos años tienes?
—16 —dije en un murmuro y ella asintió.
—¿Sabes quién es el padre? ¿Ha sido consentido o... no? Si no lo ha sido, dímelo, nosotros te podemos ayudar, no tengas miedo. Nosotros te creemos... —empezó a decir y yo la interrumpí.
—Ehh, si... sé quién es el padre... ha sido un accidente, no sé cómo...
—Necesito que me digas si le diste tu consentimiento. ¿Cómo debo proceder?
—¿eh?
La enfermera me miro muy atenta y me tomo de las manos— ¿Has sufrido de abuso sexual?
—No —me negué de inmediato y ella suspiró con más tranquilidad. No pude evitar preguntar—. ¿Vienen muchas chicas con embarazos por abuso sexual?
La enfermera alejó la mirada de mí—. Más de lo que puedes imaginar, sobre todo en menores de edad —afirmo antes de sacar una intravenosa y acomodarla.
—¿Qué me está pasando? —volví a preguntarle y ella no respondió la pregunta.
—¿Ibas a tener ese bebe? ¿Tu familia sabe de esto?
Asentí a su primera pregunta y me negué a la segunda.
Ella volvió a tomarme de las manos—. Cuando despiertes todo va a mejorar —afirmo antes de introducir la intravenosa en mi brazo.
No recuerdo nada más después de eso.
Desperté en una habitación blanca, con solo una cama y mi tía Dorian sentada en una silla a mi lado.
Se veía más clamada que la última vez que la había visto. Me dio una sonrisa de boca cerrada cuando vio que tenía los ojos abiertos.
Mi mirada fue a parar en el reloj de la pared y casi me da un infarto al ver la hora. Las diez de la noche.
—No te preocupes —me tranquilizo—. Les he dicho a tu padre que te he llevado a un festival de música al otro lado de la ciudad y que regresamos mañana. Además, que después de esa última crisis de tu mamá donde tuve que firmar los papeles de tutela por si les pasaba algo, estoy así de tener total custodia de ti, por lo que yo firmare todos los papeles que te vayan a mandar aquí en el hospital. —me contó con una sonrisa.
Intente sonreír.
El silencio abundó en el ambiente. Intente incorporarme, pero el dolor en mi vientre no me lo permitió.
—No, linda, quédate donde estás —La tía Dorian se acercó casi corriendo a mi camilla y me ayudo a volverme a recostar.