Una reconciliación express.
No lo dude ni un segundo.
Cogí la bolsa de mano como pude. Me puse la gorra de volada sobre la cabeza y salí corriendo tras él.
Si se dio cuenta de que lo seguí no hizo ademán de saberlo.
—¡Ey! ¡Karsten! ¡Espera! —exclamé correteando detrás de él, que caminaba bastante rápido.
Me ignoró.
—¡Vamos! ¡No seas así! —volví a renegar— ¡Karsten!
Tenía la vista fija en su espalda, y por el apuro de seguirlo, no me di cuenta del huequito que tenía el pavimento por lo que terminé doblándome el pie gracias a los tacones que tenía puestos.
Solté un quijo de dolor. Fue ahí recién donde se dignó a voltear.
Se acercó a largos pasos y me sostuvo del brazo cuando estaba punto de caer por intentar mantener en equilibrio con mi único pie sano.
—¿Estás bien? —paso un brazo por debajo de mi hombro y me ayudo a estabilizarme.
Le empecé a tirar carterazos con mi bolsa de mano, sin pensarlo. El muy descarado, encima se quejó.
—¡Au, au! ¡Espera!
—¿Por qué me haces esto, ah? —lo acusé—. Me he dislocado el tobillo por ir siguiéndote a correteos con estos malditos tacones.
—Nadie te obligo a correr con esas cosas del demonio.
—¡Claro que sí! ¡Tú me obligaste a correr caminado de esa manera tan rápida! —le tiré con la cartera en el hombro, otra vez.
Vi que reprimió una sonrisa antes de hacerse el serio.
—Era para que no me siguieras, genia.
—¿Cómo no te voy a seguir? ¡Me vas ignorando una semana, Karsten! ¡Yo así no puedo vivir!
—Awww que tierna. No puedes vivir sin mí.
Le tiré la cartera, con mucha más fuerza, sobre la cabeza. Karsten al instante me soltó para sobarse la zona adolorida.
Fue en ese momento donde me vi morir.
Bueno, quizás no tanto.
Pero si sentí la adrenalina correr por mi cuerpo, cuando vi el suelo acercarse, o bueno, yo acercarme al suelo.
No me había percatado haberme estado apoyando tanto en él hasta el momento en que me soltó.
Hubiera caído de cara al pavimento si Karsten no hubiera hecho una maniobra con el otro brazo para agarrarme en picada. Otra vez.
Su brazo me rodeaba la cintura.
Él estaba un poco inclinado a la derecha justo como yo.
Apoye mi mano en su hombro e intente estabilizarme.
Levante la mirada para decir gracias, pero las palabras se quedaron atoradas en mi garganta.
Estábamos muy cerca, tanto que podía sentir su aliento chocar contra mi mejilla.
Estaba agitado, igual que yo. Sus labios tenían un pequeño brillito por los rayos amarillos del sol que reflejaban sobre ellos.
Provocativos.
—Sash... —intento decir—. Yo... lo siento... no era mi intención evitarte... pero no he podido...
Lo corté.
No sé ni porque lo hice, así que ni siquiera se lo pregunten.
Solo lo besé.
Enrede mis manos detrás de su cuello y pose mis labios sobre los suyos. No vi su reacción, pero sí que la sentí.
Su fuerza se debilitó por un segundo, me inclino más hacia atrás para tener más acceso a mi boca, y se abrió paso en ella, jalando un poco de mi cabeza para atrás.
Sus largos dedos enroscaron mechones de mi cabello mientras jugaba con ellos. Todo mi cuerpo vibro encantado.
Su agarre en mi cintura se ajustó y empezó a subir poco a poco por mi espalda.
Solté un jadeo involuntario que lo alentó a seguir con lo que hacía.
Me hizo sentir mil cosas cuando llevo esa mano a mi brazo y empezó a trazar círculos. Fue un gesto tan inocente, sin ninguna malicia de su parte que no pude evitar sonreír por encima de sus labios.
La sonrisa aún perduraba en mi rostro cuando tuvimos que separarnos por falta de aire. Él un poco más agitado que yo.
También sonrió, aun con los ojos cerrados.
—Si voy a recibir este tipo de premios cada vez que te ignore. Lo haré más seguido.
Abrió los ojos, expectante por el beso, y yo apreté los labios en una fina línea, intentando parecer enoja. Pero estaba segura de que mi pretensión no duro mucho.
—¡Serás estúpido! ¡La próxima que lo hagas recibirás carterazos muy dolorosos de mi parte!
—Si luego de ello, me besaras así, soy capaz de esperar hasta una bomba atómica con una sonrisa en el rostro.
—¡Serás estúpido! —volví a caerle a carterazos y él se rio.
Al atardecer ya se ponía por la colina. Karsten se le quedó mirando un momento antes de sonreír y comentar.
—Ese naranja... —señalo con su mano libre—, se asemeja al color de las motas de tus ojos cuando hay mucho sol. Como caramelo fundido.
—Vaya... Que raras comparaciones que formulas, ya quisiera esa creatividad.
—Tienes mucha creatividad. ¿A quién más se le ocurriría besar a alguien en medio de una discusión? Tienes mente de escritora.
Le tiré otro manotazo solo por eso y él se volvió a quejar.
—Igualmente, necesito que me expliques el porqué me has estado ignorando Karsten. No es posible que te desaparezcas de la nada sin dar una explicación.
—¿Me has extrañado?
—¡Me he acostumbrado a ti, que no estés rondando como una mosca a la miel, ya de por sí se me hace muy raro! ¿Vale? —no lo negué, pero tampoco se lo confirmé con tanta claridad.
—Que extraña manera de decir que me has extrañado —enarco una ceja.
—¿Tú me has extrañado?
Sonrió antes de darme un corto beso en los labios que me dejo algo descolocada.
Parpadeé repetidamente intentando reaccionar
—No, que va. ¿Yo extrañarte a ti? —se rio.
Le tiré un manotazo.
—No me cambies de tema —renegué.
—Tú cambiaste de tema.
—Bueno, ya. Explícame que fue toda la actitud de esta semana, ¿Qué te paso?
—¿No quisieras sentarte antes? —preguntó con una mueca—. Ya se me está adormeciendo el pobre brazo.
Nos mire a ambos. Seguía sosteniéndome con hace un rato, con un solo brazo casi todo mi peso. Pobre.