El mayordomo había llegado a la mansión después de un año sin ir a cerciorarse de que no se deteriorara con el transcurso del tiempo.
Estaba parado en frente del enorme portón admirando el hierro maltratado y oxidado, la forma de los barrotes en vertical hechos en forma de flechas apuntando al cielo cubierto por nubes grisáceas. Y la inicial del apellido de quien era su patrón forjado en medio, habiéndole adherido unos ostentosas cadenas y múltiples candados, para ser específicos unos tres enormes y antiguos, que impedían rotundamente el paso de cualquier desconocido.
Se quedó observando los paredones a ambos lados del portón cubiertos más allá de los muros por plantas marchitas y enredaderas que habían crecido más de lo que pudiera haber imaginado, al darle a cualquiera la impresión de ser más altos de lo que podría creerse.
No pensaba, ni le importaba, el tiempo que tardaría en limpiar y darle otra vez una buena pinta al lugar, ya que no se hallaba ninguno de los propietarios por el momento. Aunque no lo hacía por obligación, sino por lealtad a no querer perder algo imprescindible (su antigua vida como humano). Una conexión con su pasado, llevándolo a una época en donde desconocía que el mundo pudiera albergar más oscuridad del que creía conocer, así como también criaturas convocadoras de muerte.
Se le ocurrió de que la impresión que daba la "Mansión Forlling" pertenecería muy bien como parte de una película de terror. Y daba el caso que ayer por la noche una película basada en una maldición le recordó la mansión que también aparecía en la misma. No tan grande como la que tenía precisamente delante de el en este momento, pero ambas daban la impresión de estar malditas. Razón por la cual le recordó volver.
Una ráfaga de viento azoto su cuerpo sacándolo de sus pensamientos, para luego pensar en resguardarse del viento y de la lluvia, según creía sería el próximo cambio climático, encaminándose hacia su auto en busca del manojo de llaves.
La enorme puerta de la entrada rechino dándole la bienvenida, y sele cruzo la idea de pesarle aceite más tarde. Al cerrar el sonido fue en eco por la casa. El largo pasillo olía a humedad, polvo y encierro, pero seguía teniendo un buen color. Una alfombra desde la entrada al final del pasillo y hacia la entrada a la primera sala en verde oscuro, la porta velas de bronce, aunque polvorientas en dorado y plata se hacían ver, los muebles estaban perfectamente cubiertos por las telas evitando el polvo y el piso de mármol lo vio en buen estado a excepción de la tierra de al andar se pegaba en sus suelas, haciendo huellas, el chirrido que hacía le dio el indicio de tener que encargarse de arreglar.
Su recorrido por toda la mansión fue rápido y preciso, concluyendo que nadie había entrado desde la última vez que él lo había hecho. Nada fuera de lugar.
Paso en lo que quedaba del día nublado en la casa y los alrededores limpiando los pisos, escalones, sacudiendo muebles y lustrándolos, encendiendo lámparas en cada habitación. Quitando las telas de los muebles palpándolos y aspirándolos de cualquier rastro de tierra y polvo en el aire. encendiendo la calefacción principal del sótano que recorría la casa y una que otra chimenea en algunas de las habitaciones, en la mayoría en las que habían sido más usada anteriormente.
La mansión contaba con veinte habitaciones, mas diez que en aquella época eran usados por la servidumbre. Casi tenía por terminada la parte más importante de la casa limpia, para detenerse al percatar que la noche hacia acto de presencia junto a la lluvia dejando tu tarea a un lado y mirar afuera.
Se acercó a una de las ventanas del segundo living que permanecía abierta mientras llovía a cantaros para mirar el cielo y contemplar el patio, lleno de flores silvestres, malas hierbas y casi ocultas por el montón de arbustos estaban las rosas, claveles, y todas la diferentes flores más coloridas y hermosas luchando por tener su lugar en el que antes, hace muchos años, era su jardín. El jardín de la Sra. Amelia.
Se apoyó en un costado sin cerrarla, pensando...” mañana será otro día...” seguiré con los jardines cuando se seque la lluvia.". Mientras ponía atención a los charcos que iban creciendo.
-A pasado un bien tiempo...- No dejo su posición relajada cerca a la ventana ni girar su cabeza del exterior al recién llegado. Pero al final se dispuso a darle la cara al no escuchar respuesta, sin alterarse.
-Sí, lo ha sido... Hermano. - Lo observo, inspeccionando su mirada como perdida y una sonrisa a medio torcer. -Vi las luces y supe que tal vez habías vuelto. -
-Vives cerca, ¿no? - Quiso saber su hermano.
Eran muchos los años que no se habían visto los hermanos. Si los contaba un humano, un mortal. Pero si los contaba una persona como ellos no se consideraría mucho comparado a una eternidad.
Y esos años de distancia se debía a la culpa que este sentía por llevar a su propia hermana a una vida de eterno sufrimiento y oscuridad. Y teniendo que ocultar su nueva naturaleza.
Asintió con la cabeza a su pregunta, - ¿Cómo has estado? - Ella permanecía inmóvil de pie en el umbral del cuarto de estar, intentando no perder la calma.