Atlas
—Niccole —Le llamo caminando a su paso, tratando de detenerla.
—Déjame, Atlas —pide cuando la tomo del brazo.
—Es una niña —Le recuerdo—, tiene tan solo ocho años —intento que no se le olvide o que lo entienda de una vez.
—Me trata mal y dice cosas inapropiadas y tú te ríes, la apoyas en todo, ¿y cómo quedo yo? ¿Qué debo sentir al respecto? —pregunta enfadada.
—Ven aquí —La abrazo y sus brazos me rodean al instante.
Estoy al tanto de que Elle es un poco difícil de sobrellevar, pero con solo ocho años, siendo huérfana y criada por mí desde los veinticuatro años, es casi que imposible ponerle más reglas, además me gusta que se exprese, que se divierta lo más que puede, ya que está muy limitada y si estás locuras la hacen feliz, no puedo arrebatárselas.
—La conoces desde que se encontraba en pañales, he hecho un esfuerzo enorme por criarla y durante los casi nueve años que la conoces, no has haces mucho por ella: la evitas, no le das el respeto que aunque sea una niña se merece y por más que le exija que lo haga contigo, está creciendo y se da cuenta de todo, percibe casi lo mismo que tú y yo, y está creando su propio criterio —explico—. Se la lleva mejor con la niñera que consiguió que contratara y solo llevan una semana, que contigo, que se conocen prácticamente desde el vientre y tiene nueve años, así que en lugar de querer que la corrija o que la castigue por ser una niña —hago énfasis en esas palabras—. Deberías ser tú quien se analice y descubra que ha hecho mal —puntualizo y las lágrimas descienden por sus mejillas.
—Atlas —interrumpe y niego.
—Si lo deseas y no quieres estar en esta casa, podemos vernos en tu apartamento y en los tiempos libres, pero no da que interfiera con Elle. En todo caso, ya tiene niñera a tiempo completo y puedo acompañarte algunas noches —propongo.
—Está bien —acepta—, pero ¿aún está en pie la cena? —averigua y doy un asentimiento— Nos vemos allí entonces —sonríe—, te amo —comunica.
—Yo a ti, hermosa —suelto antes de besarla y alejar sus pies del suelo, provocando que ría fuertemente—. Ahora debo ir a contentar a la pelirroja que de seguro ha de estar sintiéndose mal —Le hago saber en el momento en que la dejo sobre el piso y asiente.
—Nos vemos —nuestros labios se juntan por última vez.
Camino de regreso al estudio, pero no las encuentro, voy directo a su habitación y sobre la cama, en los brazos de su niñera, la hallo llorando.
¡Carajo!
—Dame un momento, cariño —pide, dejándola sobre la cama y levantándose, acercándose y llevándome fuera de su cuarto—. Puede ser muy muy mi jefe, pero espero le quede claro que es un idiota —insulta de inmediato—, Elle es una niña y además de decirle que luego hablan y hacerlo de manera tan grosera, se va detrás de esa otra —reclama furiosa y estoy por completo seguro de que no es momento para divertirme, pero lo hago—. No se ría, señor Philips, que esto es un asunto serio —exige.
—Vine a disculparme con Elle, no quise hablarle de ese modo —informo y su boca se abre en grande.
—Lo siento —agacha la cabeza—, pero no sabe el enojo que me provocó verla llorar porque usted se fue detrás de las faldas de su novia —demuestra su disgusto.
—Después de todo, no fue tan malo contratarla —Le hago saber—. Gracias y ahora yo me encargo —aviso alejándome.
Abro la puerta e ingreso una vez más a su habitación, la encuentro sobre su cama, recostada y dándome la espalda. Me acerco y mi intento por darle vuelta para que me escuche, no rinde frutos, ya que se queja.
—Déjame —pide en medio del llanto—, hazlo, al igual que hace un momento en donde fuiste detrás de ella—reclama y siento una leve punción en mi pecho.
—Calabaza —Me recuesto a su lado planeando darle vuelta, lo consigo, pero su rostro se esconde de inmediato—. Lo siento, pequeña, no quise lastimarte —Me disculpo al instante—, pero debía conversar con Niccole —aclaro.
—Sí, pero me hablaste mal y se siente muy feo aquí —chilla señalando su pecho y las lágrimas descienden por mi rostro.
—Lo lamento, sabes que nunca he querido hacerte daño, es solo que en ocasiones no mido mis acciones, menos lo que digo —vuelvo a disculparme—, pero tú, señorita, también tienes responsabilidad aquí, ya hablamos sobre Niccole y continúas con ello —Le recuerdo, puesto que, han sido muchas las conversaciones que hemos tenido acerca de ese tema.
—Ella no me quiere y yo tampoco a ella —replica de inmediato.
—Nunca sabrán si es así, ya que no hay momento en que no discutan —traigo a colisión estos casi nueve años, por el hecho de que desde que comenzó a reírse, juro que han tenido sus dimes y diretes.
—Siempre me aleja de ti, entonces no, no la quiero porque ella no te necesita y yo si —deja al descubierto sus celos—. Está vieja, arrugada y no me agrada, así que vete con ella, yo me quedo con Chelsea, ella si me quiere —sus sentimientos hablan por ella.
—Lo siento —repito— ¿cuántas veces quieres que lo diga? Mejor, ¿qué quieres que haga para que me perdones? —intento mi absolución por otro horizonte.