Pequeña ciega

PRÓLOGO

Pasas un fin de semana leyendo cualquier cosa, comiendo infinidades de carbohidratos y viendo a la gente pasar frente a tu casa, preguntándote a dónde van y con quién se encontrarán. Es posible que nadie encuentre interesante lo que piensas porque generalmente son cosas banales que apenas tienen lugar unos minutos.

Las vacaciones son un asco porque la mayoría del tiempo estas sola, tus padres salen a trabajar todo el día y cuando vuelven lo único que quieren hacer es dormir, y tu hermano… él tiene una vida. Es triste no tener a nadie con quien hablar, cuando mamá y papá te preguntan si está todo bien, respondes que sí, porque no quieres preocuparlos con tus problemas existenciales. A veces, tu hermano te recrimina que todo el día estás dentro de casa, le contestas que te gusta estar sola. Raro es cuando sales a la tienda de la esquina a comprar comida chatarra, es una gran aventura, porque puedes observar a más gente desde la cercanía, aunque es un horror cuando quieren entablar una plática contigo, tú no estás hecha para conversar con nadie, te da pánico porque te miran cuando hablas, te miran a los ojos, y te pones a pensar si tienes algo extraño en los dientes y olvidas lo que estás diciendo por preguntarte “¿hay algo en mi rostro?”.

Que alguien te mire fijamente no es cómodo, para nada. Esa es la razón por la que evitas cualquier intento de sociabilidad en cualquiera hacia ti, sabes que no es algo muy maduro, teniendo dieciocho años y estando a punto de entrar a la universidad, dirá la mayoría que no es forma de comportarse siendo recién adulto. Aún haces caras raras cuando bebes vino o cerveza y todavía toses cuando hueles el humo del cigarrillo. Hay quienes dicen que hay edades para todo: cuando tienes doce das tu primer beso, cuando cumples quince te emborrachas por primera vez en una fiesta, a los dieciséis ya tuviste sexo al menos un par de veces; no me dejarán mentir, algunos ya han hecho eso —y más— incluso antes. Las personas pasan sus mejores momentos en la preparatoria.

"Cuando vayas a la preparatoria tendrás un buen novio."

"En la preparatoria harás amigos grandiosos."

"Experimentarás cosas que jamás en tu vida has hecho."

Hay cosas que el mundo te dice acerca de la preparatoria seguro de que pasará. Pero tú sabes que siendo un inadaptado todo aquello se vuelve un sueño, o un deseo, llámalo como quieras; también sabes que tu vida no es una película, que no hay grupo de inadaptados en el que puedas acomodarte, porque si fuera así ¿por qué se llamarían a sí mismos "inadaptados"?

Y cuando te das cuenta de que ya acabaste la preparatoria, las cosas se vuelven aún más difíciles. Tienes dieciocho años y no has tenido tu primer beso, tienes dieciocho... y jamás has conocido la amistad verdadera.

Tienes dieciocho y por todo lo demás prefieres la soledad. Tienes dieciocho y no posees talento para nada en especial.

Tienes dieciocho y llegó la hora de elegir una carrera que definirá tu futuro.

Eres una inadaptada y no sabes lo que quieres.

No te identificas con nadie, pues todos ya han vivido más que tú, hicieron cosas antes que aún ahora a ti te dan miedo hacer.

¿Entonces qué te queda? Sentarte en el balcón de tu casa a mirar pasar el tiempo, leyendo algún libro no clásico, bebiendo café con mucho azúcar y comiendo golosinas; para cuando caes en crisis atormentarte con la pregunta que más te aterra:

 

“¿Qué mierda estoy haciendo con mi vida?”

¡Enhorabuena! NADA.




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