William mencionó que Dan lo invitó al festival al igual que yo, pero se negó, puesto que él estará cubriendo dos turnos en el restaurante Hoolers hoy. Me pregunto si asiste a su escuela o falta por alguna razón. William sólo me pidió mi número celular, aseguró que me llamaría si salía más temprano.
Son las ocho de la noche. Se ha vendido mucho, el desfile de disfraces está pasando por segunda vez alrededor de la universidad y mis pies no dan para más por ayudar a otros compañeros a lidiar con el público. Mi hermano, Erick, llegó y disfrutó de las canciones, la comida y las obras, incluso coqueteó con algunas chicas lindas.
Me he quedado sola cuidando del puesto de comida, los demás se han ido a disfrutar del festival, al parecer no les parezco muy divertida como para invitarme, así que me dejaron sola.
A las diez de la noche, Math, que hasta hace un rato se encontraba del otro lado de la facultad, atendiendo a su propio público, llega hasta mí y me saluda con la mano. Está jadeando y rápidamente le sirvo un poco del atole de arroz que ha sobrado de la venta, ya está tibio.
—¿Qué tal te ha ido, Ceci? —me pregunta y acepta el vaso que le ofrezco, lo bebe—. Qué frío, ¿verdad?
—Hemos vendido casi todo.
—¿Hemos? —pregunta él, dándome a notar que estoy sola.
—Sí, bueno, todos se han ido ya —contesto, me froto los brazos ante la ventisca que llega.
—¡Qué mejor! —me anima, tirando su vaso a la bolsa gigante de basura—, cierra el changarro y ven a ver la siguiente función de mi obra —habla como si fuese un gran director de cine, parece muy orgulloso.
Sonrío.
—Pues… —dudo—, primero debo recoger…
Él me interrumpe. Toma una envoltura de papel, lo extiende y saca de su bolsillo un plumón negro, escribe allí “CERRADO” y lo coloca bajo un cucharón de metal de modo que quede a la vista.
—Ya no —me guiña un ojo.
Persuadida lo sigo. Llegamos al pequeño auditorio, angosto para tanto público, las luces están apagadas y, por cuarenta minutos, las escenas transcurren inundadas de emoción y actuaciones que se disfrutan a pesar del cansancio que los actores demuestran, por la pasión con la que se envuelven.
Miro a Math, pero él ya me ve a mí.
—Hiciste un grandioso trabajo —grito para que mi voz lo alcance. El castaño se encoge de hombros.
A las once, Math y yo salimos del pequeño auditorio y nos encontramos con Moi, quien busca a Dan, le decimos que no lo hemos visto y aclara que lo seguirá buscando, se va. Gaby nos encuentra, ella está abrazada de un chico que no había visto y me pregunto si es su novio, pero cuando nos lo presenta, dice que es un amigo de segundo año, de alguna ingeniería. Se va con él, pues parecen muy íntimos. Me apeno por su novio, y me molesto un poco por la actitud de Gaby estando en una relación. Mas yo no puedo inmiscuirme en esos casos.
Sigilosamente miro a todas partes, buscando a William; está claro que no vendría, y tampoco me ha llamado.
¿Qué?
¿Realmente estoy preocupándome por él? ¿A quien no le conozco para nada? Casi… casi para nada. Me había atrapado su forma de ser: despreocupada y seria en extremo. Pero no sentía más que curiosidad por él.
—¡Ceeeci! —exclama la voz de Math, volteó al instante. Al parecer me había estado hablando unas veces más y no lo escuche, en parte por la música alta.
—Dime.
—¿Quién es el chico que nos mira desde allá? Oh, ahora camina hacia nosotros —señala al frente. Miro, un poco esperanzada, pero es mi hermano.
—Mi hermano —reitero—, Erick.
—Muchos puestecitos ya han dejado de vender desde hace horas —me dice Erick—, ahora sólo hay golosinas y comida chatarra. Tengo hambre. Hola, soy Erick.
Math extiende su mano y la estrecha con la de mi hermano. —Mathías, compañero de Cecilia.
—Lo noto —contesta.
—Es cierto, la comida se nos agotó demasiado rápido —corrobora el castaño.
Gaby me llega por atrás:
—¡Hola!... ¡Ufa! ¿Quién es?
—Mi hermano Erick.
—¡Vaya! Hola, soy Gaby, mejor amiga de Cecilia —le saluda, extendiendo la mano, sin dejar de sostenerme con el otro brazo.