Pequeña Dory

1. Encuentro en el aeropuerto.

— Cariño. 

En la cola de embarque del aeropuerto, Gloria se agachó junto a su hija Dory de cuatro años y le colocó bien el gorro de lana. 

 

— Me hago pipí, mamá. — Le dijo la pequeña Dory, dando pequeños saltitos. 

 

— Aguanta un poco. — Le pidió Gloria y pellizcó las mejillas de su hija. — Mamá te va a dar chuches después. 

 

— ¡Sí! — Dory lo celebró y Gloria le puso la mano en la cabeza, luego se levantó y la tomó de una mano para avanzar junto a la cola de embarque. 

 

— NO. — El hombre detrás de Gloria y su hija levantó la voz y la pequeña Dory se quedó mirando a ese señor de ceño fruncido. — No voy a tener citas a ciegas y no voy a casarme con quien tú escojas, madre. — El hombre miró a la niña que no le quitaba los ojos de encima y suspiró por escuchar las exigencias de su madre al teléfono. — Voy a colgar. Hablamos a mi llegada. 

 

— ¡Santiago Rey no te atrevas a colgarle el teléfono a tu madre! — Exclamó Jennifer y escuchó como la señal se cortó. Sus labios se arrugaron y se esforzó en sonreír como si nada al tiempo que se dio la vuelta. — Esté muchacho… — Comentó a una bella jovencita y a la madre de ésta. — Está deseando conocerte. — Le mintió a la chica y ella sonrió creyéndola. 

 

— ¿De verdad? — Preguntó y se mostró tímida. — Yo también lo estoy. Siempre le digo a mis amigas que estoy comprometida con un chico espectacular, pero me da vergüenza porque no nos conocemos ni siquiera. 

Julia, la madre de ella, agarró una mano de su hija. 

 

— Bueno… Me temo que debo pedirles perdón por eso. — Asumió Jennifer la responsabilidad. — Mi marido y yo mandamos a nuestro Santiago a estudiar fuera desde una edad temprana y raras son las veces que ha venido de visita. — Sonrió con demasiado entusiasmo y le prometió a la chica. — Pero eso va a cambiar, está vez, Santiago pasará aquí toda la Navidad. Os podréis conocer a fondo y quien sabe si hasta elegir una fecha para la boda. 

Julia se rió. 

 

— Eso sería genial, ¿verdad mi Rosaura? — Le preguntó Julia a su hija y Rosaura asintió. 

 

— Es lo que llevo tiempo deseando. — Confesó la jovencita y sonrió a las dos mujeres. 

Jennifer asintió y volvió a forzar una sonrisa. 

 

 

— Estos son sus asientos. — Una azafata indicó a Gloria y a su hija sus asientos en el avión. — Disfruten del vuelo. 

 

— Gracias. — Le agradeció Gloria y alentó a su hija a ir al asiento junto a la ventanilla. — Vamos a sentarte y ponerte el cinturón. — Le narró a su hija lo que harían y la ayudó a subir en el asiento. 

 

— ¿Ahora me darás chuches? Lo has prometido, mami. — Habló Dory.

Gloria le quitó el gorro de lana y le acarició su cabello. 

 

— Deja que mamá se siente. — Le pidió y cuando se fue a sentar, vio que en el primer asiento, el que pegaba al pasillo, había sido ocupado por el hombre que estaba detrás de ellas en la cola de embarque. — Hola. — Lo saludó Gloria y Dory agitó una mano hacia el hombre del ceño fruncido. 

 

— Hola. — Imitó Dory a su mamá. 

Santiago las miró a las dos y las ignoró cruzando una pierna sobre la otra y mirando para otro lado. 

Gloria bajó rápidamente la mano de su hija y Dory se extrañó. 

 

— ¿No nos ha oído? — Preguntó Dory a su mamá. 

 

— Shhh deja de hablar. 

 

— ¡Hola, señor! — Dory levantó la voz y Gloria se avergonzó. 

 

— Dory.— Santiago suspiró fuertemente, como si le molestara la presencia de madre e hija en el avión. — Lo siento. — Se disculpó Gloria con él. — Es pequeña y aún no sabe… 

 

— No me importa. — La cortó Santiago. 

Gloria solo asintió y observó a su hija que no dejaba de mirar a su vecino de asientos. 

 

— ¿El señor está enfadado, mamá? Tiene esto arrugado como cuando tú te enfadas. — La niña se tocó su entrecejo con el dedo y lo arrugó mucho. 

Santiago vio como la madre le bajó la mano a la hija y lo miró avergonzada. 

 

— Lo lamento. — Se disculpó Gloria. 

El avión estaba a punto de despegar y Gloria aseguró el cinturón de su hija y pasó a ponerse el suyo. Estaba nerviosa y sus manos temblaban tanto que no conseguía cerrarlo. 

 

— ¿Estás asustada, mami? — Le preguntó Dory y abrazó a su mamá. — No tengas miedo, yo estoy aquí contigo. 

Gloria abrazó y besó a su hija en la frente. 

 

— Gracias, cariño. Mamá está bien. — Gloria la hizo ocupar su asiento y cuando intentó cerrar su cinturón, Santiago lo abrochó por ella. — Gracias… — Se quedó sorprendida. 

 

— ¿Tiene miedo a volar? — Le preguntó Santiago. 

 

— Sí. 

 

— Los aviones son más seguros que viajar en coche. 

 

— Lo sé… 

Santiago dejó atado el cinturón de Gloria y ella corrió a asegurarse de que no se abría. 

 

— Me llamo Santiago Rey. — Se presentó Santiago. 

 

— Yo soy Dory y ella es mi mamá. — Dijo Dory. 

 

— Gloria Ferrer. — Se presentó Gloria correctamente y Santiago solo asintió. 

 

 

Gloria suspiró al buscar y no encontrar las chuches de su hija dentro de su bolso de mano. 

 

— Mami, mis chuches. — Quiso Dory, echándose sobre el brazo de su madre. 

 

— Cariño. — Gloria cerró su bolso mirando a su hija. — Parece que he dejado las chuches en la maleta. 

 

— ¡¿Qué?! 

 

— Lo siento, Dory. Mamá te las dará cuando el avión aterrice. 

 

— Pero yo las quiero ahora. 

 

— Ten. — Su vecino de asientos, Santiago Rey, le pasó una bolsita transparente llena de gominolas de sabores. — Dory fue a coger la bolsa, pero Santiago lo evitó. — Solo toma algunas. 

Dory agarró entonces solo algunas gominolas. 



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En el texto hay: familia, drama, amor

Editado: 01.03.2024

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