Pequeña Mentirosa

CAPÍTULO 2

— Deberías acompañarnos — Suplicaba mi amiga 

— Ya te dije que no, veré una serie en Netflix con Sheldon. 

— ¡Mentira! Me dijiste que te prepararías para tu cena de mañana, Bell por favor trata de controlar tus mentiras — Como dije era algo que no podía controlar.

— No quiero ir, sabes muy bien que Jeicy me pone nerviosa y cuando estoy nerviosa suelo mentir mucho, no quiero causar una mala impresión, las terapias están funcionando y en pocos mese espero tener una conversación tranquila con él. 

— Como quieras amiga, pero insisto, no entiendo que es lo que te llama la atención, el hombre se relaciona muy poco con las personas, ni siquiera tiene sentido del humor.

— Es guapo Diana, muy guapo y no puedes negarlo… 

— Es guapísimo, pero su carácter me estresa. No suelta ni una sola sonrisa 

Sonreí ante su comentario, ya que yo ya lo había visto sonreír, solo cuando estaba leyendo algún libro.

— Mejor vete y que disfrutes de la fiesta con los chicos — Me despedí de mi amiga y terminé de ayuda a Maggy a cerrar la cafetería.

— Gracias Bell, por tu ayuda — agradeció Maggy — Quiero pedirte un favor 

—  Claro, dime 

— Francisco y yo tendremos una cena, por nuestro aniversario, así que quiero pedirte que te encargues de cerrar — ¡Wow! Nunca Maggy me había pedido algo así — En serio que está cena es importante, de lo contrario no te lo estaría pidiendo. ¿Puedes ayudarme con eso? 

— Mmmm — Puse mi dedo en el mentón — ¡Claro que sí! Solo que cerraría de manera puntual, tengo una cena con una amiga 

— No hay problema Bell, de verdad te agradezco — Me despedí de Maggy y corrí hacia la estación del tren, esa pequeña conversación permitió que me atrasara unos minutos. 

Llegué a tiempo, así que me acomodé en mi asiento y me puse los audífonos, solo quería escuchar música esta vez. 

Regrese a casa y como siempre Sheldon estaba en la puerta esperándome. — Hola mi amor ¿Qué tal tu día? — Lo levanté del suelo y lo llevé hasta la cocina, saqué una bolsa de croquetas y se las eché en su plato. 

Lo siguiente fue ponerme ropa más cómoda y continuar con una novela que tenía pendiente. Diana siempre me decía que se sorprendía de mi habilidad para escribir escenas sexuales, cuán ni siquiera había tenido sexo, pero solo se trataba de leer muchos libros de este género y un poco de pornografia.

Aunque en ocasiones quería sentir esas sensaciones, todo lo que escribía en libros, a veces quería ser una de mis protagonistas y que uno de esos hombres guapos, me tomara e hiciera lo que quisiera conmigo.

— ¡Hola amiga!  — Recibí un mensaje de Ciara, una chica irlandesa. Desde que leyó uno de mis libros, me buscó en redes sociales y desde allí no ha parado de escribirme.

— ¡Hola Ciara! ¿Preparada para el día de mañana? — Desde que su novio planeó venir a Chicago, me escribió de inmediato, programó una cena para conocernos personalmente. 

He esperado este momento como no te imaginas, acabamos de llegar a tu ciudad, nos hospedamos en un hotel para descansar.

¡Maravilloso! ¿Qué tal estuvo el viaje? — Nuestra conversación duró más de una hora. Me agradaba conversar con ella, era tan fácil o tal vez era por el hecho de que en ambas corría sangre irlandesa, así es, mi padre tenía raíces de ese país, por eso el color de mi cabello, algo que también teníamos en común con Ciara.

Esa era mi vida, tranquila, al menos para mi lo era.

 

(...) 

 

— Este día ha sido uno de los más agotadores — Mencionó Diana. Desde la mañana la cafetería estaba llena de personas, entraban y salían sin parar.

— Esto es bueno para Maggy y Francisco, el banco los está presionando

— Pero nosotros nos quedaremos sin espalda. En serio que ya no la siento — Me reí ante las ocurrencias de mi amiga.

Mire mi reloj, quedaban poco para cerrar y la cafetería aún estaba llena, era mejor apresurarme si quería llegar a tiempo a mi cena. Aún me faltaba cambiarme y arreglarme, quería darle una buena impresión a Ciara.

Los minutos avanzaron;  y Diana y yo estábamos por terminar de atender a todos los clientes Maggy y Francisco ya se habían ido a su cena especial.

— Tengo que irme Bell — Pronunció mi amiga 

— ¡¿Que?! ¿Por qué? Creí que te quedarías conmigo hasta el final 

— Lo siento amiga, pero mi madre enfermó ayer y debo pasar por ella al hospital, solo quedan tres clientes, estoy segura que podrás con ellos.

— ¡Pero uno de ellos es Jeicy! No podré sacarlo si se hace tarde.

— No creo que tarde mucho tiempo, bueno aunque se ve muy entretenido con el libro, es un milagro que no lo haya visto con tremenda erección o él pobre ni siquiera eso puede sentir 

— Diana, no seas así. 

— ¡Todo estará bien Bell! — Gritaba, mientras avanzaba a la salida, levantó sus pulgares y salió.

Miré a las tres personas en el lugar, dos de ellas ya tenían la intención de irse, esto porque ya estaba guardando sus cosas, pero Jeicy no parecía tener las intenciones de irse. Uno de mi libros que leía relataba la historia de un amor prohibido entre un profesor y su alumna, fue una idea que surgió solo de pensar que él fuera mi profesor. 

Miré mi reloj nuevamente, faltaban sólo treinta minutos para mi cena, estaba retrasada y Jeicy no se movía de su lugar, las otras dos personas y tenía ratos que habían salido.

— ¡Vamos Bell, tú puedes! — Me daba ánimos — Solo tienes que ir con él y decirle que vas a cerrar. Lo bueno de todo esto era que el restaurante no estaba lejos, llegaría en minutos, pero ya no podría cambiarme. 

Me encaminé de manera lenta en donde se encontraba Jeicy. Estaba a pocos pasos de él, pero no tenía idea de cómo llamar su atención.

Hice un carraspeo, esperando que él levantara su rostro pero nada. 

— Disculpa — Creo que solo logré un susurro por que él nisiquiera se inmutó de mi presencia — ¡Oye disculpa! — Jeicy levantó su rostro, y me quedé helada. Nunca había estado tan cerca de él. Mi corazón latía frenéticamente y sentía que en cualquier momento caería desmayada porque ni siquiera podía respirar.




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