Las naves se preparaban para el despegue en la base de Cabo Cañaveral, Bake veía extasiado los despegues más recientes salir de la tierra mientras se abrían paso entre las capas de la atmosfera. Por los altavoces se anunciaba cuando estas naves entraban al espacio, era momento entonces de que los siguientes pasajeros abordaron las próximas naves a despegar.
El límite de la lejanía se había ido, ahora todo parecía estar al alcance de la mano y Bake no podía hacer otra cosa que levantar la suya para tratar de alcanzar juguetonamente la nave que en esos momentos ponía los propulsores para salir de la atmosfera. Estaba maravillado con las brillantes naves que reflectaban la luz del sol cálido de la florida, desde su posición, en la comodidad de la sala de espera, Bake se figuraba que las naves vistas pequeñas desde ahí eran cómo las que solía tener de niño.
Aquel tierno gesto, sin embargo, le parecía molesto a una pasajera de cabellos negros al cuello juntó a él, que lo empujo bruscamente la enorme maleta peluda que arrastraba entre gruñidos y quejas. Bake bajó su mano y miró en dirección a donde la chica se había ido, gruñendo sin parar juntó a dos mujeres vestidas a la manera victoriana que trataban de alcanzarla gritándole en voz chillona e irritante.
—¡Sami! Querida, debes disculparte con el caballero por tu majadería— exclamó Palmira tratando de alcanzar a sus sobrina.
—¡Que se vaya a la mierda, maldito estorbo!—gritó Samantha levantando el dedo a lo lejos y dejando a Bake contrariado.
—Debes disculparla hijo, es una calamidad en estos días— agregó Pandora sujetando el brazo de Bake.
—No se preocupe señora, entiendo que no todos tiene fascinación por este tipo de viajes— agregó este de manera cortés y mostrando una amable sonrisa.
Pandora entonces notó la chaqueta de Bake y los emblemas bordados en ella, era un piloto, un astronauta para ser más específica. Aquel vuelo comercial a la Estación Espacial era sólo la primera de muchas paradas que debía de hacer para llegar a su destino donde seguramente se enfrentaría a una muerte espantosa.
—¡Eres un astronauta! Chico, con mayor motivo debes de disculparla, una bruja debe de servir siempre a los desahuciados.... espera— dijo Pandora rebuscando en su enorme bolso de forro de alfombra.
—Señora, no se preocupe, no es...—dijo Bake cuándo quedó asombrado de lo que Pandora mostraba frente a él.
—Voula, cómo el lugar al que vas es rojo, lo más apropiado es que sea algo rojo— dijo Pandora mostrando una pequeño colgante.
Se trataba de un dije con forma de flor de loto roja en miniatura, colgaba de una tira tejida en hilo rojo, a los lados colgaban dos letreros amarillos con una escritura desconocida para Bake y hacia arriba tenía varias monedas entretejidas de la tira de hilo. Bake quedó maravillado del brillante color del dije, realmente se ha figuraba mucho al color del planeta rojo, tanto quedo extasiado con los brillantes colores del dije que no dudo en tomarlo y colgárselo al cuello.
—No dudes nunca que mientras la traigas la suerte siempre te sonreirá, bueno, al menos eso presumía Yiang—agregó Pandora con una risilla traviesa de quien a robado un dulce para un niño y cerrando su bolso se encamino a buscar a su sobrina.
—¡Gracias!—gritó Bake viendo a Pandora desaparecer entre la multitud.
—Siguiente despegue a Estación Espacial dejará la base en veinte minutos, todos los pasajeros favor de reportar equipaje y papeles— dijo la voz de la encargada por los altavoces.
—¿Dónde carajos estabas?—gruñía Samantha aún disgustada por la decisión de sus tías de mandarla a la Colonia en Marte a buscar a sus parientes para acabar su educación.
—Las brujas debemos de ayudar a todo el que pueda tener problemas, ese chico esta maldito, lo sentí y en cualquier sitio una maldición es un problema— respondió Pandora ante el comentario de su sobrina.
Samantha bufó disgustada mientras ponía la maleta en la balanza, el peso no superaba lo necesario para abordar, pero el material era un problema. El encargado no dejaba de mirar a la dueña sin saber cómo decírselo sin que esta la matara con la pesadez de sus ojos que irritados ante tanta burocracia parecían querer matarlo quemar su alma lentamente.
—Es necesario... que la embalemos en un material especial— agregó el hombre nerviosamente.
—¿Puede saberse cuál?—musitó Samantha entre dientes.
—¡Basta! Sólo no la ponga en fibra óptica o esas cosas— exclamó Pandora harta de la actitud de Samantha mientras el encargado metía el equipaje en una bolsa de plástico, la sellaba al vacío y la ponía en la cinta.
—¡Basta Samantha! Debes de entender que esto es necesario, tu entrenamiento en la tierra ya no puede continuar— agregaba Pandora mientras se alejaban de la zona de equipaje para sentarse en las sillas para la fila de documentación.
—¿Qué estado? ¿Acaso yo decidí hacerme esto?—gritó Samantha hartando finalmente a su tía.
—¡Si! ¡Tú lo hiciste cuándo lanzaste ese hechizo! Sabias que no se juega con el amor y aun así lo hiciste— gritó Palmira poniéndose de pie y acercándose a la tienda de souvenirs.
Samantha miró asombrada a su tía, su tía Palmira era la mujer más serena del mundo, ni aún con la peor travesura le había gritado de ese modo, era cierto pero tampoco quería aceptarlo. Más que evitar el amor, Samantha moría lentamente por él, aún sin conocerlo, aún sin experimentarlo y todos parecían pagar por el corazón roto, sin dueño.