Los rayos del sol se reflectaba sobre la arena roja causando un efecto anaranjado sobre toda la planicie desértica despertando a los pobladores del planeta. Mientras en los campos los pequeño microrganismos repetían sus ciclos de vida casi instantáneos y efímeros, en la ciudad, la gente despertaba para mantenerse en aquel sitio hostil al hombre, para sobrevivir en una tierra enemiga del agua y la templanza.
Pesé al deslumbrante amanecer, el efecto lumínico era contrarrestado en la casa de Yuyu gracias las gruesas persianas romanas que había en la casa. La oscuridad casi total del sitio arrullaba a Samantha, quien sólo despertó gracias al aroma de los panques que venía de la cocina.
En efecto, su tía Yuyu que había regresado durante la madrugada se había mantenido despierta terminando encargos de remedios para los pobladores de Pacula y dándole tiempo suficiente para preparar el delicioso desayuno vestida con un delantal de moños y volantes en un tierno color rosado.
Samantha aún en pijamas se encaminó a la cocina atraída por el aroma, la curiosa vestimenta de su tía no pudo menos que contrariarla. Después de todo acostumbrada a los colores oscuros para las brujas no era frecuente que cambiara las tonalidades por tonos pastel.
—Para ti—refunfuño Yuyu dejando una ronda de panques con zarzamoras sobre la mesa mientras depositaba el resto en el plato principal que estaba junto a este y los endulzantes como mermeladas caseras, miel maple, jarabes y mantequilla.
—¿Cómo puede haber mantequilla en este sitio?—preguntó Samantha asombrada ante el lácteo sobre la tablilla de madera con su trozo fresco de color amarillo.
—Hay vacas en la luna— respondió sin detenerse Yuyu .
Samantha se quedó pensando, todo olía delicioso, realmente no se esperaba que Yuyu tuviera tantas consideraciones con ella después del recibimiento que le había dado. Miró por la ventana y notó que algunos frutos y plantas habían sido cortados, todo lo que había en la mesa provenía del huerto de su tía, de la parte terrestre que estaba detrás de la casa.
—Creí que estabas molesta conmigo—dijo con cierto recelo Samantha sentándose a la mesa.
—Lo estoy, pero analice lo que dijiste ayer, entiendo bien a las niñas cómo tú, brujas tontas que juegan con las fuerzas de la naturaleza— agregó Yuyu mirándola con cierto resentimiento.
—No puedo negar que tienes razón, realmente no estaba consciente de lo que hacía cuándo lo hice, intenté arreglarlo porque no quería morir de peor manera pero no pude lograr. Por eso mis tías me mandaron contigo para que pudiera encontrar una manera de cómo resolverlo, después de todo mi formación no esta del todo completa y necesito conocimientos más avanzados— agregó Samantha picando la comida. Yuyu caviló lo que Samantha decía, era un hecho que sólo ella podía ayudarla y aun así no estaba tan segura de lograrlo.
—Creo que algo se puede hacer— agregó Yuyu vaciando un poco de miel de maple en los panques de Sam.
—¿Enserio?—tartamudeó Samantha tratando de controlar su entusiasmo.
—Si— agregó con cierta malicia Yuyu .
Samantha miró a la mujer que le observa comer grandes bocados, mientras tragaba saboreaba con la boca llena los pedazos, aquellos trozos esponjosos de masa tenían algo. El sabor aumentaba, era picante, compuesto de elementos condimentados, picante, ají, miel, melaza y.… en un instante la extraña sustancia que se formaba pegajosa en la boca de Samantha fue escupida sobre la mesa mientras estaba se sacaba de la boca hasta el último trozo de panque.
—¿Qué fue eso? ¡Esto quema!—chilló Samantha escupiendo los últimos trozos.
—Es normal, la verdad ya no recuerdo cómo sabía esa cosa cuando la probe por primera vez, un hechizo para respirar sin mascara— agregó Yuyu con una sonrisilla mientras entregaba una servilleta a Samantha.
—Es un hechizo realmente asqueroso— dijo Samantha limpiándose el rostro mientras se acercaba a su tía.
La pasta chiclosa y con saliva se había acumulado en la mesa de la cocina cómo si esta tuviera vida propia, Yuyu no solo había puesto un hechizo para respirar en Marte dentro de la miel si no que en apenas un instante había analizado el hechizo que pesaba sobre Samantha.
Samantha que aún no comprendía la fascinación de Yuyu por la melcocha pegajosa sobre la mesa se acercó a esta, la madera parecía absorber la substancia formando entre sus fibras una especie de mapa espacia. Lo pegajoso de la masa se transformaba en el vasto espacio negro mientras los trozos amarillos se entretejían con la madera para formar estrellas y planetas.
Yuyu miraba atenta escudriñado cada pedazo con una palito de madera y aunque asqueada, Samantha revisaba desde sus hombros las formas que se dibujaban en la mesa. Los trozos parecían moverse formando una ruta con un hilo de miel entre la tierra y marte mientras a la par trazaban una especie de ruta entre varios planetas.
—Es difícil realizar un hechizo tan poderoso, pero, debo de admirarte, para tus nueve años hiciste algo que pocas pueden con toda una vida de estudio—decía Yuyu.
—¿De que estas hablando? —preguntó Samantha sin comprender a que se refería.
—Este es un hechizo, no sólo para alejar de ti el destino, sino que al no encontrar un portador para tal carga el hechizo alejó de ti la pesada carga de tu fortuna y de tu ser. Este hechizo, saca el corazón de una bruja para partirlo en dos trozos y dejar uno fuera de la ecuación del destino, cómo quien dice mandaste una parte de ti al espacio—agregó Yuyu sin reparó.