Pequeño Piloto

El pantano

Marte tenía una historia compleja desde su llegada al planeta y tras la muerte de su líder, las brujas debieron enfrentarse a un territorio hostil, adaptarse a elementos ajenos a sus habilidades y sobrevivir a todo ello. Fueron pocas las que pudieron adaptarse al nuevo entorno y aún más las que llegaron a buscar mortales para reproducirse cuando estos llegaron a Marte. 

Pero nada de lo que habían vivido las preparó para enfrentarse a lo que aconteció a la mañana, preparadas al clima y las tormentas, pronto las brujas supieron de las extrañas anomalías climatológicas. El clima se había tornado húmedo y el flujo de la poca agua en los campos se había detenido, cómo si las nubes les dejaran buscando un sito más selvático para habitar.

—Se han ido—exclamó Mildred al ver su precioso campo de tulipanes secarse conforme el sol entraba por la cueva debido a la falta de las nubes como freno a la agresiva luz solar que bañaba Marte.

—¿Cómo carajos se pueden ir las nubes que tu creaste? Es un hechizo realmente complicado ¡tendrías que ser una super bruja para poder controlar hechizos climáticos! —gritaba Violeta al ver que su fuerte de alimento más cercana moría rápidamente debido al sol abrazador.

—¡No lo sé! Esta mañana desperté y estaba así—exclamó Mildred en su defensa.

En la aldea, las brujas comentaban el terrible hecho, las más viejas hablaban sobre el castigo por manipular las fuerzas de la naturaleza y las más jóvenes defendía la postura de que era culpa de los mortales. En cualquiera de ambos casos, la muerte del campo implicaba que ahora dependían exclusivamente del robo de provisiones a las bases para sobrevivir en el planeta.

—Si destruimos las bases o atacamos a las aldeas directamente esto será mucho peor—agregó una bruja.

—¡No podemos morir de hambre! —exclamó otra.

—¡Desencadenaríamos una guerra contra los hombres y no sólo ellos perecerían! —gritó otra.

Una a una las brujas argumentaban en contra y a favor de todas las propuestas, una guerra terminaría por exterminar a todas las brujas y si ellas ganaban los recursos que obtenían de los hombres se acabarían y morirían igualmente. La Bruja Mayor analizaba todo en silencio, algo más estaba succionado la magia de la aldea y al mismo tiempo parecía sanar otras partes del planeta.

—¡Silencio! —gritó la Bruja Mayor acallando a todas las presentes.

—La magia tiene una forma curiosa de funcionar, deben de saber que esto lo he visto antes pero no aquí, en la tierra es muy común que las brujas succionen fuentes de magia cercanas para reparar hechizos propios—agregó la Bruja Mayor con seriedad.

—¿Estas diciendo que nos enfrentamos a un robo? —preguntó Emma, la bruja que había convertido a Bake en gato.

—Si, no es muy común pero parece que una de nuestras brujas alcanzo el poder para hacer algo así—exclamó la Bruja Mayor.

—¡Debemos castigar a la traidora! —exclamó Violeta furiosa.

—No creo que sea tan buena idea—agregó una bruja al fondo del grupo de brujas.

Entre las filas de las brujas había mucha contrariedad, algunas reglas eran muy importantes sobre todo las que llevaban a continuar la supervivencia de las brujas, ¿Cómo era posible que una de ellas se negara a castigar a una traidora? De repente de entre las filas de las brujas se oyó un grito aterrador, un puñado de brujas echo a correr de entre la multitud escondiéndose detrás de la Bruja Mayor quien miró horrorizado a Emma.

El cuerpo sexy de Emma comenzó a encogerse de manera dolorosa, sus pechos cayeron deformando el vestido ajustado, sus cabellos comenzaron a crecer hasta el suelo y tornarse blancos. En cuerpo, manos y rostro manchas de sol aparecieron oscureciendo su blanca tez, los huesos se marcaban en la piel que poco a poco se arrugaba dejando a Emma convertida en una anciana decrepita.

—¿Qué esta pasando? —exclamó Emma con apenas un tono de voz.

—Primera regla, la magia contra alguien pide algo a cambio, todas lo sabemos importa la justificación para ese uso. Un hechizo como el que han hecho va contra las reglas naturales ¡y todas las que participaron de él terminaran así! —exclamó Hunter la bruja que había interrumpido la reunión.

Las brujas se miraban entre si delatando a las cómplices del hechizo y orillándolas a centrarse en medio de las demás, algunas comenzaban mostrando las manchas o canas, otras más se encogían o arrugaban. Sus demás hermanas veían con asco las marcas del castigo, ninguna se preguntaba por que estaba pasando todo ello, lo sabían.

—Pero siempre hemos roto las fuerzas naturales—dijo Emma casi cómo un agudo chillido arrastrando los pies hacía Hunter.

—Pero nunca lo hicimos contra alguien—respondió la Bruja Mayor.

—¡El asesino a cientos de nosotras! —gritó Emma con voz aguda cayendo al suelo debido al esfuerzo. La Bruja Mayor miró al esqueleto andante que era Emma, conforme el tiempo pasara sus hermanas seguirían envejeciendo y una a una lo harían hasta que se convirtieran en polvo.

—¡Ningún acto justifica un hechizo como ese! ¿Cómo nos protegeremos ahora de los gatos?¿Qué hay de los soldados? Nuestra existencia depende de la paz con los demás pueblos—decía Hunter furiosa acallando al grupo de ancianas.



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En el texto hay: romance, brujas, sci fi

Editado: 09.10.2021

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