Pequeños relatos.

Leyenda: La Maldición De Mis Cenizas.

Apuesto a que muchos han escuchado hablar sobre esta leyenda, yo he hablado de ella y cada vez que lo hago me siento cada vez más cerca del personaje, quizás sea porque soy el personaje pero prefiero dejarlo a tu imaginación. Lo único que te diré es que de todas las personas en el mundo, solo yo sé la verdad y eso es lo que diré al contarte mi historia.

Capítulo I

Narfork, aldea remota situada al Sur de Francia a unos cinco kilómetros del pueblo más cercano, 1589, Siglo XVI.

—Phoenix vámonos, ya sabes que no debemos estar afuera después de las seis de la tarde— susurró con una nota de desespero en su voz.

—Ya deja de ser tan aguafiestas Fer y diviértete un poco— digo con la intención de molestarla mientras sigo trepando el árbol.

—Yo no soy ninguna aguafiestas, solo quiero evitar que las brujas nos vean. Imagínate lo que nos podrían hacer, desde lanzarnos una maldición hasta arrancarnos el corazón o corromper nuestra alma— ruedo los ojos al escuchar su pequeño chillido.

Me siento en la rama.

—Suenas igual que el Padre Henderson y eso me da jaqueca—

—El Padre Henderson intenta protegernos—

—Sí claro que nos va a proteger diciendo “Cuidado, no salgan después de las seis de la tarde. Las brujas los van a atrapar y bla bla soy muy menso”— imito su voz mientras exagero mis expresiones faciales y utilizo el largo de mi cabello rojizo para crear una barba.

—Sabes que no debes burlarte de él y del resto de los aldeanos—

—Todos en esta aldea le tienen miedo a lo desconocido— suelto con molestia.

Mi hermana libera un suspiro y se sienta en una roca aunque se termina levantando al ver que ha manchado su perfecto vestido.

Hay veces en las que me gustaría que no fuera mi hermana, no es que no la quiera no me malinterpreten, yo la amo pero todos en esta aldea me comparan con ella.

Me dicen que debería ser más como ella y no tan... yo, somos muy distintas tanto físicamente como en personalidad.

Fernanda es rubia y de cabello lacio, sus ojos son grises como las nubes en un día de tormenta y su piel parece porcelana, es alta y sus curvas y delgadez están en los lugares correctos, es básicamente la personificación de la perfección.

Sin embargo yo poseo una melena pelirroja y enrulada, pecas por toda la cara, ojos azules y que son más fríos que la Antártida, mi piel se parece a la de un muerto de lo pálida que es y mi cuerpo es esbelto aunque hay veces que parezco un esqueleto con ropa.

En la parte de personalidad Fer es... como decirlo… la niñita perfecta, es inteligente, risueña, ama estar rodeada de personas, llamar la atención todo el tiempo, es simpática y le gusta seguir las reglas.

Mi caso es todo lo contrario, soy demasiado curiosa, no confío en nadie, no me dejo pisotear, prefiero estar sola, me gusta no caerle bien a alguien y por obvias razones no sigo las reglas, ya que no debería estar en el bosque a esta hora y sin importarme estoy aquí.

—Phoenix…— suspiro.

—¿Quieres que regresemos verdad?— su intento de ocultar la sonrisa la delata— Bien…—

Salto de la rama y comienzo a caminar pero en eso Fer me detiene, me toma por los hombros y me examina con la mirada, pasa sus manos por mi vestido quitando algunas hojas y tierra, toma la pañoleta gigante que dejé tirada, la limpia y la coloca sobre mi cabeza, se posiciona detrás de mí para tomar el largo de mi cabello, formar un moño y ocultarlo dentro de la pañoleta, hace unos retoques más y me sonríe lista para irnos.

—Odio tener que ocultarlo—

—A mí tampoco me gusta pero es lo que mamá pide, ya sabes el escándalo que habrá cuando los aldeanos se enteren que eres pelirroja— pasa su brazo por mis hombros y emprendemos camino de vuelta a casa.

Capítulo II

Llegamos al inicio del bosque y a unos metros está la aldea, desde aquí se puede ver lo jodido que es el lugar, desde sus habitantes hasta su hipócrita iglesia la cual es liderada por el Padre Henderson, otro ser que me cae mal.

La aldea en sí es pequeña y estamos rodeado por el inmenso bosque que está detrás de mí, las casas son muy antiguas y están construidas de madera, aunque la mayoría están casi devoradas por el musgo y algunas plantas pero no le quitan su cierta belleza o eso es lo que dicen las personas, para mí es solo una pieza de madera manchada con la suciedad de gente que vive en ella y el único propósito que tiene en esta vida es ser tragada por la misma; en el centro de este repugnante lugar tenemos la dichosa iglesia, su estructura igual de madera es lo bastante grande como para que quepan todos los habitantes. En su parte superior tenemos la campana gigante que es sonada por el Padre Henderson cada maldita mañana.

Al entrar a casa lo primero que me recibió fue la mirada de furia de mamá, una mujer rubia de mediana edad, ojos grises como su hija mayor e igual de alta. Esta me mira con enojo y sé bien lo que se me viene a ahora.

—Phoenix Paterson— soltó con molestia.

—Mamá podemos explicarlo— intenta calmarla mi hermana.

—¿Sabes qué horas son estas de llegar?—



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En el texto hay: fantasia, romance, terror supenso

Editado: 19.09.2024

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